Toma mi alma

XII

Sus palabras me hicieron permanecer inmóvil, estudiando con detenimiento lo que  acababa de decirme.
¿Cómo podía ser aquello posible? Me sentía confundida. Todo esto, todo lo que estaba pasando no parecía tener sentido alguno; Un fantasma sin memoria que se paseaba solo en un parque abandonado y que extrañamente ejercía un poder irracional de atracción sobre mí. Era casi inconcebible.
—Lo siento —fue lo único que se me ocurrió decir en el instante, aunque me pareció una estupidez luego de haberlo dicho.
Él no dijo nada, solo se quedo allí, tumbado sobre una raíz saliente mientras apoyaba los codos en las rodillas y dejaba que sus manos, de un tono pálido, colgaran frente a él mientras la capucha le cubría el rostro.
No parecía llorar; su cuerpo no se movía, ni siquiera sollozaba, solo permanecía estático. Y entonces sentí una cálida lagrima deslizarse por mi mejilla. Instintivamente me lleve una mano al rostro para secarla. ¿Qué me estaba ocurriendo?
Había algo en el ambiente, algo extraño e indivisible, que impregnaba en lugar de tristeza. Propiamente no estaba triste por él, o no al grado de romper en llanto, pero esta extraña fuerza era tan deprimente, tan desoladora que me hacía sentir vacía, como si la felicidad no pudiera siquiera brotar.
Limpie las lagrimas de un llanto que no me pertenecía y volví a intentarlo.




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