XIX

El domingo debía estudiar para mi examen de matemáticas del día siguiente, así que dedique toda la mañana a esto. Luego de las tres de la tarde, cuando ya me sentía lista para la prueba, deje los libros a un lado y retome la búsqueda que tanto me interesaba.
Buscar información tan especifica en internet, que se acople a la perfección a lo que una desea encontrar, es como buscar en la playa un grano de arena que se parezca exactamente al rostro de Hitler.
Pero yo era persistente y no me daría por vencida tan fácilmente. Busqué en varios foros de temática paranormal, paginas de ocultismo y sobrenatural. Ninguna me daba lo que yo buscaba.
Seguí dando clic a cada enlace que veía hasta que encontré una página que me llamó la atención.
En ella se hablaba de relatos antiguos en los que se afirmaba que luego de que Dios hubiese expulsado a los ángeles traidores del cielo, estos habían ido a  parar al infierno, sin embargo algunos, de vez en cuando, salían del Averno y se disfrazaban de seres humanos para seducir y engañar a la creación de Dios.
Me quede petrificada ante lo que acaba de leer. ¿Existía la posibilidad de que…? Ni siquiera me atreví a terminar esa pregunta. Sin embargo seguí leyendo.
Había más pasajes, en algunos había historias de criaturas demoniacas que engañaban a mujeres para que les permitieran poseerlas voluntariamente. Luego las obligaban a cometer todo tipo de pecados para manchar sus vidas y que fueran a parar en el último circulo del infierno, donde el tormento perpetuo las haría llorar sangre sin descanso.
Tuve que dejar la laptop a un lado. Al mirarme los brazos tenía el vello de punta y las palmas de las manos frías.
No podía ser… ¿o sí? Él siempre iba de negro, y una extraña sensación de tristeza me invadía cuando estaba cerca. Su piel era casi incolora y sus rostro… ni siquiera podía verlo entre las penumbra.
Me entro un escalofrió que calo hasta los huesos. Aunque me negaba a creer que él pudiera ser un demonio, debía admitir que, aunque fuera muy remotamente, la posibilidad existía.