Toma mi corazón

TOMA MI CORAZÓN

Capítulo 1

Eska estaba de pie frente al espejo de su habitación, probándose el vestido de novia blanco que la costurera había traído hacía poco. Después de la fiesta de Halloween debía celebrarse su boda, pero en sus ojos no había alegría. Su corazón no se detenía por una emoción feliz y dulce, ni por la idea de un futuro compartido con el hombre que amaba, como solían contarle sus amigas casadas, sino que en su pecho descansaba una pesada piedra de angustia.

—Eska —su madre se acercó por detrás, asintiendo con aprobación mientras observaba el costoso vestido blanco de su hija—, debes entender que Yurkis tiene que ser tu esposo. Es tu destino. Además, es muy rico.

—Mamá —suspiró Eska en voz baja—, ¿y el amor?

—¿El amor? —la madre frunció el ceño, como si aquella palabra fuera amarga como el ajenjo—. ¡Qué amor ni qué nada! En la vida real el amor no existe. Crié sola a tu padre, quien también juró amarme, y aun así me abandonó. No creo en el amor. Solo quiero que seas feliz, que no sufras como yo. Con Yurkis estarás protegida, como bajo el manto de Dios. Eso basta para ser feliz.

Eska bajó la mirada, molesta por su reflejo en el espejo, donde veía a una joven hermosa, pero triste.

—No lo sé, mamá —susurró—. Tal vez tengas razón, pero ¿por qué me cuesta tanto aceptar todo esto? ¿Por qué siento ganas de llorar todo el tiempo?

La madre se giró hacia la puerta y, antes de salir, dijo con voz cansada:

—A veces es difícil comprender qué es lo correcto en la vida. La gente se deja arrastrar por las emociones, pero la realidad exige ser práctica. Solo tienes que soportar este momento; después de la boda todo será distinto. Serás una mujer casada, feliz... y muy rica.

En la noche de Halloween, Eska salió a caminar por las calles. Dentro de una hora debía encontrarse con Yurkis en una cafetería. La ciudad ya se había preparado para la celebración: faroles en forma de calabaza arrojaban una luz anaranjada sobre los adoquines, los niños corrían disfrazados con máscaras horripilantes gritando “¡Truco o trato!”, y el aroma de los pasteles de calabaza se mezclaba con el humo de las velas encendidas en los porches y ventanas. Todo creaba una atmósfera mágica y extraña, propia de esa noche encantada.

Eska vagaba por las callejuelas, intentando ahuyentar sus pensamientos inquietos. Yurkis vivía cerca, en una mansión rica; era joven y apuesto, se conocían hacía tiempo, pero su corazón no latía por él. Aun así, a él le gustaba la muchacha, y sus padres estaban de acuerdo. Así fue como se decidió el matrimonio. Yurkis decía que deseaba una esposa buena, tranquila y obediente, que se quedara en casa, cuidara el hogar y le diera hijos. Pero Eska soñaba con algo más. Aún no sabía qué era realmente el amor.

De pronto, Eska llegó a un pequeño mercado improvisado en una de las calles. Antes no existía allí, tal vez fuera solo una feria temporal por la festividad, donde vendían amuletos y recuerdos de Halloween. La niebla, teñida por la luz anaranjada de los faroles, cubría los puestos con un velo misterioso. Eska caminó entre mesas llenas de calabazas y velas mágicas, observando los objetos curiosos, hasta que uno de los puestos llamó su atención. No era como los demás, pues en él no había calabazas, sino corazones.

Tras el mostrador se hallaba una mujer alta, esbelta, de largo cabello negro. Su mirada era aguda y penetrante, casi desconfiada, como si vigilara cada movimiento de Eska.

—¡Acércate, hermosa! —la llamó desde lejos—. ¿Buscas algo especial para Halloween?

—¿Algo especial? —sonrió Eska—. Tal vez. Quiero regalarle algo diferente a mi futuro esposo por Halloween.

La mujer sonrió con astucia y asintió.

—Solo alguien como tú puede ver mi puesto y mi mercancía. Eso significa que puedes elegir un regalo verdadero. Quizás te convenga esto —dijo, extendiendo su mano. En su palma descansaba un pequeño corazón de cristal, del tamaño justo para caber en una mano. Dentro de él brillaba una chispa luminosa, como si estuviera viva.

Eska observó el extraño objeto con fascinación.

—¿Brilla? ¿Es magia? —su voz tembló, mezcla de curiosidad y encanto.

—Sí —respondió la vendedora—. Una pequeña chispa en el corazón puede cambiarlo todo. Pero ten cuidado, está unida a la persona que amas... o que pronto amarás. Debes entregárselo solo a quien ames más que a nadie en el mundo.

—¿Y si se lo doy a alguien a quien no amo? —preguntó Eska con una sonrisa amarga.

—Como quieras —encogió los hombros la mujer—, pero no respondo por las consecuencias. Es la noche de Halloween, el tiempo de la magia y los prodigios, ¿no es así? Todo puede pasar. ¿Lo tomarás?

Eska tomó el corazón en sus manos. La pequeña chispa dentro del cristal latía suavemente.

—Está bien —dijo al fin—. Lo llevaré. Es solo un recuerdo. Supongo que a Yurkis le gustará recibirlo.

La mujer aceptó el dinero y sonrió con una expresión extraña, casi depredadora.

—Halloween revelará si puedes soportar la magia del corazón —murmuró—. A veces el corazón elige... o rechaza.

Eska no comprendió aquellas palabras misteriosas. Agradeció con una leve sonrisa y guardó el corazón en el bolsillo de su vestido. No se dio cuenta de que, justo antes de desaparecer en la tela, dentro del pequeño cristal apareció por un instante una oscuridad centelleante... que se desvaneció enseguida.



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#6 en Terror

En el texto hay: verdadero amor, halloween, monstruo

Editado: 21.10.2025

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