Siempre viví ante la expectativa de mi familia, creyendo que aquello acabaría cuando llegara a la adultez, y que era normal al ser yo su único hijo. Fui muy ingenuo al recién darme cuenta que en realidad casi nunca había decidido algo por mi mismo. Aunque lo intentara, jamás se me permitió.
Pero hoy era el día en el que acabaría de raíz con lo que me atormentaba, sin importarme las consecuencias.
Apenas amaneció, tomé mi mochila con aquella pistola dentro. Y hui fuera de casa, cuando mi familia todavía dormía. Deambulé unas tres cuadras, esperando a que él me detuviera en cualquier momento, ya que sabía que me estaba vigilando o esperando.
Y no me equivoqué, cuando lo volví a escuchar:
—Viniste hacia mi, mi querido conejo ¿Qué se siente el ser libre, por primera vez?
Sin mostrar emociones, le respondí de forma directa:
—¿A dónde me llevarás? ¿Al infierno? Hazlo, te seguiré.
Sus ojos amarillentos se mostraron expectantes ante mi respuesta.
—Sígueme, te llevaré a un lugar especial.
No recuerdo qué tanto caminamos, que solo observé el como poco a poco las personas aparecían en las calles.
Por primera vez ese sujeto se mantuvo en silencio, como si supiera que yo no lo dejaría de seguir.
Hasta que escalamos en lo alto de un peculiar lugar, en donde era escasa la presencia de personas, pero abundante en vegetación.
Cuando llegamos a un punto fijo, Asher se sacó la mascarilla negra y me sonrió, presentando con su brazo izquierdo el lugar en donde nos encontrábamos.
—Este lugar es parecido a donde solíamos frecuentar. Solo tú y yo, sin que nadie se atreva a interrumpirnos.
Aunque quería negarlo, en realidad ese lugar me trajo mucha nostalgia, algo que hizo que perdiera de nuevo la cabeza por la frustración.
Mientras lo observaba estar de espaldas, no perdí el tiempo y de inmediato saqué la pistola que tenía guardada, y lo oculté detrás de mi antes de apuntar hacia él.
Estaba nervioso, pero también decidido.
—Mi querido conejo, te traje aquí para que por fin te dieras cuenta quién eres.
Pero dado a que quieres matarme, puedo saber que aún te niegas a recordarlo.
Mis dientes rechinaron por la tensión que sentía, sintiendo un leve escalofrío en mi espalda, cuando él volteó a verme.
—No te juzgo mi conejo, está en tus venas esta personalidad osada tuya. —Su imperturbable sonrisa se volvió más retorcida, alzando ambos brazos—. Pero no te contengas, trata de matarme. Sé que no podrás, porque tu cuerpo sí me reconoce.
De inmediato alcé mi brazo, con la pistola apuntando hacia su cabeza.
Sabía que no tenía dudas en dispararle, pero no podía apretar el gatillo, era como si los músculos de mi mano derecha hubieran endurecido, ante mi mirada de terror al no poder cumplir mi cometido.
Estaba harto de que sus palabras se impregnara en mi cabeza sin poder salir de ella, así que si él quería tanto destruirme, yo lo haría primero.
Y es entonces que sin prever mi segundo movimiento, apunté con la pistola mi propia cien, sin dejar de mirarlo a los ojos.
—Si no puedo matarte, entonces esta será la única forma de escaparme de ti ¡Prefiero morir, que convertirme en algo que no soy!
En tan solo segundos, vi como su rostro cambió de expresión, casi al borde de la conmoción, hasta el punto de poder sentir su desesperación en la manera en la que ahora me miraba.
Por primera vez, había logrado mostrar algo diferente en Asher, aún más cuando lo oí gritar en voz alta:
—¡Detente! No puedes... No puedes dejarme así. Fueron doce años, tuvo que pasar tantos años para volver a encontrarte. —Se acercó cada vez a mi, hasta el punto de solo estar centímetros de distancia—. ¿Lo olvidaste? ¿Realmente olvidaste la razón de tu rencor? Mírame y dime que me has olvidado ¡Atrévete a engañar a tu consciencia!
Sin dudarlo, yo le respondí de inmediato:
—Yo, no te...
Cuando creí que tomaría mi pistola a la fuerza, lo vi caerse de rodillas y alzar la mirada desde ahí, con una expresión en sus ojos que parecían querer llorar en cualquier momento.
Así que tratando de que no terminara en decir mi frase, él me habló con firmeza:
—«En este mundo, solo somos nosotros dos. Incluso la muerte, no nos separará.»
Fue lo último que oí de tí, ese día cuando me arrebataron a mi mundo.
Mi memoria era más confusa cuanto más lo escuchaba, sentía como si estuviera por despertarme de una larga pesadilla.
Era extraño verlo, porque cada segundo que pasaba, su mirada se volvía más familiar. Sin poder evitarlo, solté la pistola en el suelo y agarré mi cabeza con ambas manos, por el dolor intenso que volví a sentir.
No podía soportarlo, pero a la vez quería liberar esto que me asfixiaba por dentro.
Su nombre solo hacía eco en cabeza, mientras aún lo miraba con confusión.
Y entonces él alzó su mano izquierda hacia mi. Su mirada era distinta, siendo esa sonrisa que tanto miedo me generaba, una sonrisa que ocultaba un rastro de esperanza.
—Mi querido conejo, te pregunto ahora:
¿Tomarás la mano de un asesino?
De un momento a otro mi memoria se nubló en algo vacío, era como si todos mis recuerdos presentes desaparecieran, hasta el punto de sentir que no quedaba nada mi. Pero poco a poco, esa memoria perdida que nunca pude recordar, se plasmó en mis nuevos recuerdos como un golpe de realidad, de la que tardé en despertar por mucho tiempo.
Lo recordaba.
Recordaba esos años de martirio en ese orfanato. Siendo junto a Asher, repudiados y maltratados por ser diferentes.
Podía recordar el rostro de cada niño, que nos convirtió en el monstruo que ellos querían que seamos.
Y por último, recordaba ese día en el que escapamos de ese lugar para ser libres y así poder planear mejor nuestra venganza.
Sin embargo, un repentino golpe en mi cabeza, acabó con esos sueños, siendo lo último en ver el rostro de desesperación de Asher por no poder alcanzarme. Mientras no sabía el porqué era secuestrado por aquellas dos personas. Quienes al final, me convirtieron en una marioneta de recuerdos vacíos.