Tony mantenía la vista fija con los ojos entrecerrados en el horizonte que la ventana del inmenso ascensor le mostraba, habían pasado ya veinte minutos desde que compró su boleto e inició su descenso hacia Holloway, el distrito subterráneo. Un jazz suave y los ligeros movimientos de la cabina parecían estar a punto de hacerlo quedarse dormido hasta que por fin sintió el choque contra el suelo.
Aquel choque le hizo sentir algo parecido a lo que sintió cuando la líder de LIGHTER amenazó con asesinar a su abuela, no habían pasado ni dos horas desde aquello cuando el joven ya se las había arreglado para salir de la torre SUITE y encontrar la manera de solucionar el gran problema en el que estaba metido.
—La cápsula con destino a la estación Holloway ha llegado a su destino, por favor desabrocharse los cinturones y seguir las indicaciones de los droides guía—una robótica voz les dio la bienvenida a los pasajeros— Les informamos que el servicio de trenes del distrito ha sido inhabilitado hasta el día de mañana, disculpen las molestias.
Tony bajó y siguió a la multitud solo para encontrarse perdido en la caótica estación de trenes, el gigantesco reloj del centro marcaba las 11 de la noche, a decir verdad, le sorprendía ver a tanta gente a esa hora, pasar tantos días en la superficie lo había acostumbrado más al silencio y orden.
Quiso sentarse en alguno de los bancos públicos, pero estaban invadidos por músicos que tocaban el saxofón por unas cuantas monedas o de vagabundos tomando la siesta. “Que envidia”, pensó hacia sus adentros al verlos dormir tan tranquilos.
Lo único que quería era derrumbarse sobre su cama e intentar conciliar el sueño, aunque sabía que no iba a poder, no podía dejar de repetirse su misión: “Matar a Taylor Hass”
Las luces naranjas de los letreros y los neones amarillos de las paredes parecían querer enceguecerlo, de modo que huyó lo más rápido que pudo abriéndose paso entre todos hasta llegar al exterior de la colosal edificación, quizá la más grande del mugroso distrito. Afuera se le abalanzaron no menos de tres taxistas casi que suplicándole que contratara sus servicios.
A diferencia de hace unos días que hubiera preferido caminar bajo la lluvia para ahorrar, esta vez tomó un fajo de billetes muy grueso y se subió a la limusina más lujosa que encontró, el conductor era un hombre mayor con aspecto elegante.
—¡Muchas gracias por la generosa propina caballero! De verdad, no todos los días se puede llevar tanto dinero a casa, ¿viene usted de Old York?
—Disculpe, pero preferiría no decírselo—admitió Tony casi jalándose de los cabellos mientras miraba el millonario número en su cuenta bancaria, LIGHTER le había devuelto todo su dinero— solo… lléveme a donde sea que pueda conseguir una pistola.
—¿¡Una que!? — al conductor casi se le salen los ojos de sus órbitas— por favor, le tendré que pedir que baje de mi auto, no tengo interés en verme involucrado en…
—¡Le pagaré cinco veces más! —afirmó el joven con convicción— ¡Vamos, es un taxista, conoce todo sobre Holloway! Por favor, es de vida o muerte, se lo juro.
Ambos quedaron viéndose algunos segundos, lo único que el chofer pudo ver frente suyo fue a un muchacho asustado y destruido, pero a la vez decidido y desesperado. No pudo evitar sentir lástima así que tomó el volante y empezó a conducir.
—Solo conozco a alguien que podría ayudarlo— musitó antes de adentrarse en las oscuras calles del distrito.
…
—Negocios, ¿eh? ¿Y qué clase de negocios querrían tener tus pasajeros conmigo? No eres particularmente alguien a quien le guste meterse en problemas, ¿Por qué de la nada se te ocurre traerme un comprador? — bufó un hombre sentado a la barra de un bar de mala muerte.
—Solo me dijo que quería un arma, es todo. Y antes de que lo preguntes… sí, tiene dinero para pagarte— el chofer del vehículo le enseñó al traficante todos los billetes que Tony le había entregado— ¿sabes? Sospecho que ese chico podría tener algo que ver con LIGHTER, nadie de su edad podría tener tanto dinero.
El traficante dejó su trago a un lado y volteó hacia el conductor posando sobre él su ojo biónico atravesado por una cicatriz tan profunda que parecía llegar hasta el cráneo.
—Me sorprendes, viejo. Después de todo lo que hiciste para ser libre y dejar de conducir para la mafia…—el traficante alzó la ceja — ¿Por qué querrías involucrarte?
—Ambos sabemos que si el chico ha llegado hasta aquí es porque la líder lo ha permitido, si fuera una amenaza hace mucho que habría enviado a los cazadores tras él. No ayudarlo sería exponer a mi familia y a mi edad prefiero no correr riesgos— el anciano hizo una seña para ordenar licor— lo dejo en tus manos, él está allá afuera esperándote en mi limusina… solo déjame fuera de esto, ¿quieres Kramer?
El traficante tomó su maleta y se puso de pie despidiéndose con un par de palmadas de su antiguo chofer. Kernak Kramer, armero de la segunda división de LIGHTER comandada por el capitán Poseidón, a pesar de rodear los treinta años podía ostentar una gran reputación en el medio, no por nada se había logrado mantener tantos años dentro de la mafia.
Aquella visita le había resultado cuando menos inesperada, no solo por volver a ver a su antiguo chofer y amigo, sino por el comprador. Era la primera vez que alguien pedía sus servicios de manera tan… inocente.
Topía se jactaba de ser una ciudad pacífica sin acceso a armas, el gobierno prohibía a los civiles tener una, solo la policía y servicios de inteligencia podían usarlas, esto como estrategia de LIGHTER para desarmar a posibles insurgentes y controlar a los propietarios. Cualquier civil que intentara hacerse con un arma lo haría a través del mercado negro o por contrabando, jamás presentándose en persona.
Kramer empuñó su pistola en caso todo fuera una trampa y abrió de golpe la puerta trasera del vehículo negro.