Topía

Capítulo 9

<<¿Qué significa esto? ¿Por qué Ayla dejaría su arma favorita aquí? Nunca se separa de ella>>, pensaba el pequeño Taylor. Ya habían pasado 5 días desde que discutió con su hermana, su orgullo infantil y una dosis de berrinche le habían impedido volver a dormir a la celda que compartían. Se quedó durmiendo en el gimnasio con la esperanza de que ella volviera a disculparse… pero eso nunca sucedió.

Al final aceptó la verdad, nunca sería capaz de protegerla, su destino era agachar la cabeza y esconderse. La había tratado muy mal, cuanto le debieron de doler sus palabras, pensando en eso finalmente concluyó que era él quien debía disculparse.

Pero al llegar no halló ni rastro de ella, únicamente su cimitarra sobre su cama, ¿Acaso se había cansado de él y sus berrinches? Taylor se arrodilló frente a la cama y pasó sus dedos sobre la hoja de la espada, aún tenía su aroma.

—Sorpresa— escuchó una voz detrás, una voz apagada pero que se esforzaba por manifestar destellos de emoción. Ayla se había escondido para sorprenderlo, no parecía ni molesta ni dolida, más bien sonreía con algo de vergüenza, como esa expresión de madre arrepentida de haberle dado una golpiza a su hijo malcriado.

Taylor se le quedó viendo en silencio, su rostro comenzaba a aguarse de a pocos, pero sin llegar a soltar ni una sola lágrima. Ayla se acercó con lentitud.

—Hassy yo… discúlpame, ¿ok? Fui una cabeza hueca, no debí haber…

Ni siquiera pudo acabar de hablar antes de que su hermano menor se arrojara a sus brazos sujetándola fuerte, ella se agachó para quedar a la misma altura.

—¡Nada de eso! ¡Fue mi culpa, hombre! Jamás debí haberte dicho que eras mala.

—Algo de razón tenías—rio ella—gracias por hacerme reaccionar.

—¿No estas furiosa conmigo?

—Para nada Hassy, no te confiaría eso si estuviera molesta—contestó Ayla tomándolo de la cabeza y girándola mientras apuntaba hacia la cimitarra.

—¿¡De verdad!? ¿¡No jodas, es para mí!?—explotó de emoción el niño.

—Oye, cuida tu lenguaje, pero sí, ¡Es toda tuya! —se puso ella de pie mientras lo veía tomar el mango y apuntar el filo hacia el techo de la habitación—Quizá me equivoqué al querer crear un cerco protector alrededor tuyo, tarde o temprano te tendrás que enfrentar al peso de ser un Hass. No le estuve dando la importancia debida a tu entrenamiento, te enseñaré a defenderte esta vez enserio al 100%, pero por favor, no hagas las cosas como un loco, buscar peleas no te llevará a nada, usa lo que aprendas solo para protegerte…

—Para protegernos, querrás decir—complementó Taylor aún con la espada en alto.

—Exacto, para protegernos, ya me estás entendiendo—Ayla desenvainó un nuevo par de garras incandescentes celestes, esa sería su nueva arma— ¿Y bien, que estás esperando? ¿No querías entrenar? ¡Enciende tu arma!

Taylor esbozó una expresión de satisfacción y unos ojos grandes llenos de chispa y vida como Ayla hacía mucho que no veía.

—Aun cuando no tengas nada, siempre tendrás a tu hermana mayor, ¿Va? Que esta espada te lo recuerde— dijo ella chocando sus garras celestes contra la hoja de Taylor.

—Ayla… eres la mejor hermana del mundo—la hoja de la cimitarra se encendió en rojo intenso iluminando los ojos plateados de ambos.

Trece años después de eso, el mismo rojo carmesí destellaba, aunque ese ser de luz al que llamó “la mejor del mundo” se había oscurecido, esa chica que llegó a ser más que una madre ahora era un conjunto de piezas mecánicas que se esforzaban por mantener en pie los fragmentos de un ser humano que apenas tenía aliento.

Piernas y brazos mecánicos junto una garganta destruida por la misma cimitarra que sostenía en sus manos, la melodiosa voz de Ayla era ahora mecánica y robótica. Eso es lo que ahora era, triste desenlace para una mujer poderosa que voló muy lejos con sus ideales que acabaron chocando con los de su ahora odiado hermanito.

Aquel momento había aparecido miles de veces en sus sueños, incluso llevaba un registro mental de victorias y derrotas. Hass había soñado con 9 victorias suyas y 47 derrotas, recordar aquellas cifras solo hacían su confianza deshacerse cual ceniza.

Con 81 victorias y 3 derrotas había soñado Ayla, la líder lucía pasiva y sin la menor intención de retroceder, había decidido dejar atrás lo sucedido con Taylor, pero ya que su terco e imprudente hermanito se esforzaba en perseguirla y fastidiarla no tuvo más opción que revivir el fuego iracundo que aún llameaba debajo de su armadura,

Las garras de Ayla comenzaron a salir lentamente desde debajo de sus anchas mangas y a destellar su celeste. Hass desenfundó su pistola y la vació por completo sobre ella en un intento por acabar rápido.

Las balas cayeron al suelo chamuscadas al chocar contra el cuerpo metálico. Solo una cosa podría penetrar esa armadura, una de filo de plasma, la misma arma con la que creyó haberla matado hacía 7 años.

—En verdad, yo no quería que acabara así…—murmuró el detective. Ni siquiera pudo acabar, Ayla se apareció a su costado a toda velocidad ejecutando un corte descendente, Taylor bloqueó el ataque a pesar de tener flácidos los brazos, las armas de ambos echaron chispas de furia al hacer fricción sus filos. El detective trastabillo por el impacto y cayó de rodillas, pero se puso de pie e impactó su extremidad biónica contra el pecho de la monstruosidad que tenía en frente, el retumbo metálico hizo vibrar la sala.

Su peor pesadilla había comenzado a escribirse.

Tony Ginger miraba su reloj con impaciencia, se le había vuelto a hacer tarde como de costumbre, ya habían pasado dos días con 22 horas desde que le dieron la misión de matar a Taylor. ¡Dos horas restantes para salvar a la abuela y a Yan!

A este punto ya su mente estaba en blanco, si lo pensaba demasiado podía arrepentirse.



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En el texto hay: aventura, mercenario, magia acción

Editado: 11.05.2023

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