Tormenta

Calma

Pasamos el resto de la noche recordando viejos tiempos en la facultad. Poco a poco, la conversación fue mutando de melancólica a esperanzadora, como si me recordara que todavía podía ser ese chico alegre, ocurrente y soñador… ese que llevaba tiempo escondido.

Un par de horas después, el esposo de Lea pasó por ella. Solo unos años mayor que nosotros, bueno en realidad de ella. Diseñador talentoso, corazón enorme y una de esas sonrisas que te devuelven las ganas. Nos despedimos. La lluvia había cesado. Hacía frío, sí, pero la noche se sentía cálida.

¡Ring! ¡Ring!

El mismo sonido de siempre, ese tono predeterminado que ya solo se volvió parte de mis mañanas desde hace años. A veces siento que compré el mismo modelo de celular solo para no cambiar de alarma. Pero hoy… algo era distinto.

No me sentía renovado. Pero sí más liviano.

Supongo que abrirse también es una forma de sanar. Nunca le había contado a nadie mi historia con ella. Siempre fui hermético, como si al no pronunciar su nombre, pudiera encerrar su recuerdo en algún rincón inofensivo de mi vida. Para el mundo, parecía olvidada. Para mí, seguía en cada esquina.

Me levanté, puse a calentar café en esa vieja cafetera que compré en una venta de segunda mano, y sentí que, así como esa vieja cafetera, nosotros también funcionamos así: rotos, oxidados, pero aún capaces de calentar algo si se nos da una segunda oportunidad.

Y hoy… no es que el pasado haya desaparecido. Pero al menos, ya no pesa igual.

Llegué a la oficina más temprano de lo normal. Supongo que la responsabilidad de liderar mi primer proyecto me tenía alerta… o era la costumbre de huir de la casa vacía. Al entrar, vi pasar una ráfaga blanca frente a mí, como un conejo saliendo tarde para su propio cuento de hadas.

- Es tarde, es tarde… - decía Nara susurrándose a si misma, ignorando totalmente mi existencia, como si fuera parte de su rutina diaria.

- Se nota que no eres una persona acostumbrada a que la maquinaria funcioné desde temprano – reí de manera un tanto burlona.

- Y tu pareces de los que se despiertan dos horas antes solo para practicar respuestas sarcásticas frente al espejo. – respondió mientras sacaba la lengua, exagerando como si hubiera ganado una batalla imaginaria.

Esto solo confirma lo que pensé de ella el día de ayer, tiene una actitud capaz de llenar cualquier habitación con su calidez, realmente se siente refrescante convivir con ella.

Caminamos juntos hacia la sala creativa. Era un espacio lleno de pizarrones de cristal, recortes de revistas, post-its en todos los idiomas. El lugar parecía un collage del mundo entero: campañas pasadas, ideas en proceso, frases rayadas que quizá fueron brillantes en su momento, era justo como siempre me lo había imaginado, un entorno que ayuda a que la creatividad fluya.

- Comencemos, ¿Te comentó Janet algo el día de ayer? –

- Si, que ignorara tu olor a crisis de los treinta – respondió sin inmutarse.

- Ósea si – me sentí apenado al respecto, no pensé que Cruela me fuera a delatar de esa manera – pero me refería sobre de que iba el trabajo. –

- Ah, sí, también me habló sobre eso, me comentó que se abría una campaña que necesitaría un par de nuevas ideas para la imagen publicitaria de la campaña. –

- Si, eso es verdad, yo me encargaré de la parte de la planeación, el estudio de mercado, darle forma al proyecto y la presentación. –

- ¡Ah! Lo aburrido – interrumpió de manera improvisada – perdón, a veces soy muy impulsiva y dejo salir lo que pienso-

- No pidas disculpas, eso ayuda a mantener las ideas fluyendo, tal vez alguno de esos comentarios nos dé una idea. – sonreí de manera sincera, tratando de animar su actitud desafiante, en cierto modo, no es muy diferente a mí, aunque yo también soy imprudente, lo mío tira más a comedia que a sarcasmo. Pero ella… tiene algo. Como si su sola presencia abriera una ventana en una habitación cerrada por mucho tiempo.

- Comencemos por revisar el brief que nos entregó el cliente, ¿Qué es lo que quiere?, ¿Qué es lo que busca con esta campaña? – pregunté en voz alta mientras sacaba unos papeles algo arrugados de mi mochila y destapaba un plumón, sosteniendo la tapa con la boca como si eso ayudara a pensar mejor.

- Para empezar, ¿Bonfire?, ¿Qué marca es esta? – dijo Nara con una ceja levantada, leyendo la primera hoja como si de jeroglíficos egipcios se tratara.

Me detuve. La miré con los ojos entrecerrados.

- No puedo creer que digas eso, entiendo que tienes menos años en el mundo que el primer Blackberry, pero esto ya es casi ofensivo.

- ¿Blacberry?, ¿Es una bebida del menú secreto de Starbucks? – preguntó seria, completamente confundida.

- Recuérdame regalarte un almanaque de referencias a la cultura Pop de los años 90’s y los 2000’s –

- ¿Almanaque? – repitió, aún más confundida.

- Dios santo… niña parece que te estoy hablando en latín. – no sé qué terminaré explicándole más, si el brief o la cultura pop de los últimos 30 años.

- Ok, ignoremos eso, te cuento. Bonfire fue una marca de helados muy popular en los 90’s. Ya sabes, comerciales llenos de familias perfectas, colores pasteles y música de sintetizador feliz – empecé a explicar mientras deslizaba el brief por la mesa.




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