Aira
Pasaban las horas, los días se le hacían eternos, con aquella duda de qué podría pasar con ella la consumía día tras día, la única visita que recibía era la de los guardias a darle comida.
—Esto no es vida, pero tenían que hacerlo, ellos no merecen que los maten, menos mi hermana —con un suspiro termina de hablar— Solo quiero que este tiempo pase rápido, no soportaré mucho estando encerrada.
Pasaron los días, nada cambiaba, siempre los guardias con la comida, en un intento de escape fallido decidieron cambiarle sus cadenas de hierro por unas mágicas, pero al cumplirse dos meses de encierro al fin recibe una visita.
Uno de los guardias abrió la celda.
—Pasa, con cuidado; no dejes que se escape.
—Entendido.
Tormenta no tardó en darse cuenta de que alguien se le acercaba más y más.
—¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? —preguntó asustada, esperando lo peor— ¿Qué quieres de mí?
—Soy yo, ¿no me recuerdas?— dijo aquel chico un tanto confudido, ya que ella no era de olvidarse de las personas, o eso le contaron.
—Tú... —suspira— estabas en aquel equipo que estaba detrás de mí, como olvidarte; Darek— dijo con una mirada totalmente fría y con notorio enojo.
—Ya, tranquila, no te haré daño —Con esperanzas de calmar a la fiera dijo— Sé como sacarte de aquí.
—De ti no quiero nada, tráeme lo que quieras, todo, de verdad, lo que sea, lo negaré, ya hiciste suficiente.
Por un descuido de Darek, el guardia logra escucharlo.
—Así que queriendo sacar a la prisionera, veamos que tal se siente ser uno —Dijo mientras le sujetaba fuerte el brazo.
Sin decir más, lo encadenó en una celda de máxima seguridad, despertando en él, un odio profundo por toda la familia real, a excepción de ella, por quién sentía una fuerte atracción.
—Los dos encadenados, al menos estamos juntos por las cadenas.
—Ya cállate, llevo mucho tiempo aquí, no tengo paciencia para esas cosas.
Pasaban los días, el cargoso no dejaba de hablarle ni por un minuto, pero llegó el día en el cual se cansó totalmente de ese pesado que tenía por compañero, decidió escaparse definitivamente, arriesgando todo, incluso su vida, estando conciente de que hay altas probabilidades de no poder sobrevivir, o caer en peores situaciones.
Al caer la noche, agarró una de las cadenas, las enredó entre sí, logrando romperlas.
—Bien, sólo me queda escapar sin ser descubierta en este laberinto— Susurró.
En la madrugada, horas antes de que el primer guardia comenzara su turno, comienza a romper su celda con las mismas cadenas.
—Al menos podré irme, hasta nunca pedazo de idiota, te soporté demasiado.
Dejando un total silencio mientras todos dormían, empieza a correr lo mas sigilosamente posible, evitando dejar marcas, evitando cámaras, puertas y ventanas, perdió la noción del tiempo, tanto que ya habían entrado los primeros guaridas.
—Un guardia —Susurró— Tengo que esconderme.
Por fortuna nadie la escuchó.
Se escondió durante horas en un armario, esperando que se fueran y abrieran la puerta de esa habitación y así poder continuar con su escape.
Un guardia se acercó al armario, misteriosamente lo llamaron antes de que lo abriera.
Minutos antes de que llegara la noche, todos los guarias salen, dejando una ventana abierta, al darse cuenta de ese pequeño error; corre y se da cuenta de lo alto que está.
—Es una caida muy dura —sin importarle nada más retrocede unos cuantos metros preparándose para correr— Es ahora o nunca —dijo dudosa— Si regreso seré prisionera de nuevo.
Esperó unos segundos, al ver la ausencia de guardias corrió hacia la ventana y saltó, saltó hacia lo desconocido, arriesgando todo, su vida, su destino, incluso arriesgándose a ser descubierta y encerrada de nuevo.
La altura era demasiada, sabía que un impacto así acabaría con su vida, decidió sacar las cadenas enredadas que por fortuna guardó en su ropa, las lanzó a un borde donde se engancharon, en medio de la caída se sujetó, el golpe fue fuerte; pero si salvó si vida.
—Al menos estoy viva...—Al mirar alrededor ve que aún hay guardias —A correr se a dicho.
Corrió un total de diez kilómetros hasta llegar a una cueva.
—¡No! ¿Qué es esto?— Gritó al ver que tenía algo en el brazo —Como pudo ser... El guardia que se me acercó cuando estaba en el armario... ¡Me vió!—con una total desesperación se quita ese aparato con forma de mariposa y lo destruye—Era un rastreador.
Descansó un día entero, cuando creyó que fué suficiente; se propuso seguir adelante y huir.
—Fui prisionera de mi hermana por largos meses, pareciera que fueron siglos, tenía comida, muy poca, muy escasa, me tenía de esclava cuando quería, en resumen, los peor de mi vida, pero lo hice porque ellos no debían pagar por un capricho de quién sea, en fin, el haberme preocupado por otros me trajo mi sufrimiento.