Tormenta
A veces solo necesito despejarme un momento, pensar en otras cosas olvidando las locuras de mi familia, muchas veces quisiera haber nacido en una familia normal, nada de la supuesta élite, ni nada de ser la hermana de la heredera al trono de la ciudad Esperanza.
Mi país está dividido en territorios con personas llamados elementarios, estamos los denominados sombras, aquellos que son natura, debido a que tienen poderes de la naturaleza y animales, entre otros.
La mitología aquí no es un mito, es una verdad, está en nuestra realidad.
Mi ciudad se llama Esperanza, irónicamente yo no tengo mucha. Estoy condenada a ser la misma, no tengo opciones.
No soy libre en la forma que otros tienen, no soy más que la futura compañera de la líder.
Pero, yo quiero ser líder.
Regreso a la realidad después de unos segundos, creo que me centré demasiado en mi mente.
Aquí hay algo extraño, observo mis alrededores y solo veo pastos, flores regadas en el suelo, nada más, todo es igual.
Corro varios metros, pero todo se ve exactamente igual, no tiene sentido.
No hay olores, no siento nada, es como si solo estuviera aquí porque sí.
Escucho un aleteo acercarse, giro en la dirección que presiento, pero no hay nada.
Un montón de murciélagos salen de las flores; tirándome al aire y empujandome al suelo.
No puedo evitar gritar, me lástima y mucho, el dolor es insoportable.
Los murciélagos se posicionan en mis brazos, quedando como una goma de la cual no puedo salir, lo mismo pasa con mis pies.
Se me dificulta moverme, apreta mucho.
Delante de mí se forma una figura ovalada muy brillante, es totalmente cegante.
El ruido de toda la gente me aturde, de la nada regreso a dónde estaba, miro el reloj que está arriba de la entrada, pasaron tres horas desde que lo ví por última vez, aquello parecia tan corto, pero fue como un sueño, algo no me cierra.
Me cubro la cara para que no me de tanta luz.
De la nada todo el ruido se va, la gente desaparece, estoy sola.
Corro por todos lados, no hay nada, salgo fuera del estadio.
Todo está vacío.
Solo hay algo frente de mí fuera de lo común.
Parece ser un chico.
Se materializa poco a poco, veo como después de un resplandor veo su cabello rojo cobrizo, está bastante largo para ser de por aquí.
Me estira su mano.
—Hola—Se detiene unos segundos—Eres la hija de Dimitruk, ¿No?
—¿Cómo sabes eso?—Me alejo un poco.
—Si no fuera porque él me hubiera salvado yo no estaría aquí—Suspira—Ahora escucha; vine aquí a decirte que no creas en lo que te digan, no creas hasta haber salido de esta fracción de la ciudad, por lo que ví eres originaria de la ciudad de Titanes, ten cuidado.
—No sé si debería creerte.
—Yo no sé ni siquiera si debí de habertelo dicho—Su voz hace eco y se desaparece.
...El amor vas a encontrar...
...Rojo y negro...
...dos colores sin igual...
El poema decía eso, solo que él no era rojo.
Es muy diferente, es extraño.
Es exótico.
Chicos así aquí no los hay, todos tienen cabello blanco, gris o negro, nadie sale de esos colores, la única que la ha roto es mi hermana; ojos color miel, cabello castaño claro y piel color crema.
Aquí lo normal en los ojos es lo mismo que los colores de cabello, la piel no es la excepción.
Todo es tan aburrido.
Pero aún no entiendo, no hay nadie, estoy sola.
Escucho leones acercarse, corro en la dirección opuesta de donde escucho el ruido.
Están detrás de mí, acercándose velozmente mientras que yo apenas logro correr.
Están a dos metros, veo un árbol.
Sin dudar, salto a la rama, subo hasta poder sentarme ahí.
Los leones están debajo de mí, queriendo deborarme.
Estoy sola.
Estoy arrinconada.
No tengo salida.
Estoy atrapada.