Tormenta

Capítulo 24

Rayo

A diferencia de mí, Tormenta cayó ante el ruido.
La levanto con cuidado, necesito alejarme antes de que la encuentren.

Es más que obvio que la están buscando, usaron una frecuencia relacionada con su cerebro; logrando que se aturda más fácil que con cualquier sonido.

Por eso a mi no me afectó.

No iré hasta Esperanza, sería muy obvio.

La llevaré a Libertad, confío en que mi madre me ayudará con ella.

La distancia entre Esperanza y Libertad es de ochenta y dos kilómetros.

Tengo que recorrer seiscientos dos kilómetros.

Vaya recorrida.

No puedo contactar a mi madre porque podrían espiar mi conversación con ella.

Camino unos cuantos pasos, necesito avanzar lo más que pueda antes de que se termine el día.

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El tiempo no está a mi favor, tanto el cansancio como la noche se hacen presentes.
No avancé mucho, creo que exagerando fueron unos ciento cincuenta kilómetros.
Aún queda mucho por recorrer.

Trato de escondernos, Tormenta aún está inconsciente.

Hay una cantidad de árboles muy juntos.

La dejo en un rincón oscuro entre esos árboles y yo me ubico cerca.

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—Rayo —susurra una voz conocida— Vamos, ¡Levántate!

Su cabello celeste capaz de brillar incluso en la oscuridad me hacen más fácil reconocerla.

—¿Qué haces aquí? —pregunto mientras me ayuda a levantarme.

—¿Te molesta? Creí que necesitarías ayuda después de lo que pasó —responde enojada.

—No, es solo que no esperaba verte por aquí; esperaba encontrarte en Libertad.

—No podrías ir solo, menos con ella inconsciente —advierte.

Algo sucedió entre los líderes.

—¿Qué sucedió?

—Yaser quiere matar a toda costa a la prodigio —me observa— Menos mal aún no le han dicho quién es.

—¿Tú lo sabes?

Asiente con la cabeza.

—Pero no puedo decírtelo, mejor vamos a Libertad antes de que descubran que Tormenta ha caído con la frecuencia.

—Sí, mamá.

Levanto a Tormenta mientras mi madre me guía por los caminos más despejados y que podrían llamar menos la atención.

—¿Sabes cuanto dura el efecto?

—Entre seis y setenta y dos horas —comenta— Dependiendo que tan fuerte haya sido y cuanta resistencia ella haya puesto.

—Entiendo, ella lleva toda la noche y parte del día de ayer, creo que fácil han pasado 18 horas.

—Entonces no queda más que esperar —me observa— Así que lo que me dijo tu padre no era mentira.

—¿Qué te dijo?

Espero no haberme metido en problemas.

—Me contó que habías estado muy cerca de una chica, la princesa de Esperanza para ser más exactos —dice curiosa— Veo que tenía razón.

—Todavía no entiendo porqué a veces le dicen princesa y otras veces superior.

—Gracias por evadir lo que te dije —dice sarcásticamente— Bien, como te habrás enterado Lia no era de Esperanza, realmente era la Adalid de Eternidad;  Dimitruk era el príncipe de Esperanza, en sí unieron ambos cargos en uno solo; pasa pocas veces, pero ya con sus hijos una será princesa y no se sabe si el hermano o la misma Tormenta será la superior —se calla unos segundos— Cuando entren a la universidad, una de sus materias se encargará de enseñarles organización del país y de liderazgo, entre otras cosas.

—Gracias por la información, me doy cuenta que realmente no sé nada —río.

—Nadie antes de tu edad debe saberlo, se supone que con la madurez se podría entender, es bastante complicado —comenta.

Mientras caminamos, me cuenta todo lo que me enseñarán en un futuro, quiere prepararme mentalmente para lo que se viene.

Podría sentir cierto rechazo a mis padres cuando me entere, mamá me dice que pese a todo puedo confiar en ella.

Y eso haré.

—Tengo que contarte algo...—me observa curiosa— Verás...—unos disparos interrumpen lo que iba a decir.

—Cuéntame después, ahora corre; yo los distraeré lo suficiente.

Ella se va en la dirección donde escuchamos los disparos mientras yo llevo a Tormenta.

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La noche se hace presente y mi único consuelo es que mi madre está bien, llegó hace unos minutos.

Dice que se sorprendieron al verla fuera de Libertad, pero enseguida la atacaron.

Por suerte logré alejarme antes de que me encontraran.

Tormenta sigue inconsciente.

—Mañana llegaremos a Libertad posiblemente —comenta.

—¿Crees que no despierte? —pregunto.

—Lo hará, después de todo si Dimitruk se entera; Yaser es hombre muerto.

—¿Tan protector es?

—No lo sé, pero expulsó a su mujer; no creo que esté de buenas como para soportar que le haga algo a su hija —advierte.




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