El otoño ya se había apoderado de aquel verde y hermoso parque infantil, las hojas de los altos y frondosos árboles se ponían cada vez más de un tono rojizo, cayendo precipitadamente adornando aquel lugar, como si fuera un mar de tonos rojos y anaranjados.
Todd caminaba con toda la elegancia que podía aspirar un niño de nueve años. Sus dos grandes compañeros le seguían a todos lados, siempre al pendiente de que no le faltara nada.
Todd diviso todo el parque infantil, giro hacia atrás observando a su madre, que sentada en una banca del parque, charlaba animada con las madres de sus acompañantes, Todd sabía que eso significaba que iban a pasar un buen tiempo criticando a sus vecinos y conocidos. Una sonrisa se dibujó en sus labios, que su madre se entretuviera hablando con mujeres, le haría más sencillo su trabajo, o así lo llegaba a considerar Todd.
Recorrieron el parque como si fuera de su propiedad, cada paso que daban parecía decir: ‹‹Este lugar es mío, así que salgan de mi camino››, y producía efecto. Nadie se interponía a Todd y sus matones.
Todd era un muchacho regordete para sus nueve años, esa no era la razón principal de porque los demás niños le huyeran a su paso. Todd Junior era hijo de Todd sénior, Comisionado de la Fuerza Policial de Miller.
No todos los niños de la escuela primaria le huían a Todd porque su padre fuera un agente policial. Aunque muchos de los niños que asisten a la Primaria Miller, tienen padres o familiares que son oficiales de policía, y no sería raro, porque es una de las profesiones más solicitadas. Lo que más intimidaba de Todd, no eran sus golpes, el mismo Todd odiaba tener que golpear a sus víctimas, eso resultaría en problemas posteriores para él. Por lo que siempre que se veía inmerso en una pelea, trataba de golpear en lugares donde no dejara marca. Si de pronto aparecieran niños con cardenales, o moretones en el rostro, comenzaría a llamar la atención de los padres.
Lo más intimidante de Todd Junior, era su manera de pedir las cosas, pareciera que todo fuera suyo y, nadie debiera cuestionar sus palabras. La forma de hablar de Todd Junior, era la razón porque todos los niños le huían a su paso, tiene la facilidad para dejar tanto heridas internas y difíciles de olvidar, como palabras adulantes para ganarse a las personas y, convencerles de hacer trabajos sucios por él.
Todd sénior era un ejemplo a seguir para Ciudad Miller, todos los ciudadanos que vivían a su alrededor, cuentan la magnífica persona que es Todd sénior. El hombre es honesto, ayuda a las personas en sus problemas, y su hijo pareciera ser un reflejo del padre.
¿Qué niño sería tan estúpido para acusar de algo a Todd Junior...? nadie sería tan idiota para acusarlo.
Todd Junior frente a las demás personas, era uno de los niños más encantadores, inteligentes y educados de todos. ¿Quién podría pensar en todo lo que hace? Su propio padre piensa que Todd será algo más en la vida, su hijo romperá esa antigua tradición donde todos los miembros de la familia, terminaban siendo policías por no saber hacer otra cosa.
Todd Junior era un auténtico muchacho listo. Le gustaba llevar una vida ventajosa, le encanta sentirse superior a los demás, porque su padre le había dicho que él estaba destinado a ser alguien grande en el mundo, y que nadie se podría interponer en sus sueños o metas.
Si Todd Junior te pide la comida que tu madre se ha esforzado por prepararte, tú debes dársela, si no quieres que sus dos amigos te hagan una visita al final de las clases. Todd siempre obtiene lo que quiere, y lo que sus ojos divisaban, era lo que quería.
Pasearon por el abarrotado parque infantil. Una mueca de enfado apareció en los carnosos labios de Todd, había demasiados adultos aquel día, lo que le dificultaba realizar sus planes. Pasaron varios minutos, donde solo se dedicaba a golpear una piedra con la punta del pie. Sus ojos se levantaron, y se abrieron de par en par, un brillo extraño apareció de pronto, como devolviéndole a la vida.
Al fondo del parque se hallaba una niña, no mayor de seis años, no molestaba a nadie, solo se entretenía jugando en la arena, haciendo castillos, imaginándose que era una princesa, y que de pronto se vería atacada por un dragón, al final llegaría su príncipe y la salvaría de la temible bestia.
A Todd no le interesaba la arena con la que jugaba la niña, a Todd no le interesaba nadie más que él mismo, y lo que aún no tuviera en su poder. Todd quería lo que estaba en la lonchera roja, a un lado de la niña. La había visto extraer un sándwich, bebida, y hasta una gran guayaba tan difícil de conseguir en otoño en Ciudad Miller.
Todd tenía hambre, podría volver y pedirle a su madre que le diera algo de comer... Todd detestaba ese método, era demasiado sencillo, quitarles las cosas a otras personas era más entretenido. Los ojos marrones de Todd miraron hacia todos lados, le satisfacía darse cuenta que no había más personas por los alrededores, no quería tener problemas.