Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

21. SUEÑOS DE EVOLUCIÓN

 

Dagmar abrió los ojos despacio, un intenso dolor se disparó en su nuca provocando que dejara escapar un ligero quejido. La luz blanca del lugar le dio directamente en los ojos, se vio obligado a cerrarlos, intentó levantar las manos para tallárselos, pero por más que lo intentaba, le resultó imposible mover sus brazos.

Apretó con tal fuerza los parpados, que al abrirlos de vuelta, logró ver unas cuantas lucecitas brillantes. Volvió a entrecerrar los ojos, aspiro el aire a medicina de aquel lugar, y los recuerdos de lo sucedido volvieron como una tormenta.

Intento levantarse, necesitaba respuestas, necesitaba encontrar a Dustin y hablar sobre lo sucedido, pero aunque lo intentara, le resultó imposible moverse del sitio. Dejo escapar un gritó cargado de frustración, movió la cabeza de un lado a otro, intentando negar la realidad.

Cuando comenzó a marearse, tuvo que detener su violenta negación, volvió a aspirar aquel aire medicinal, y abrió los ojos para ver donde se encontraba. Sus azules ojos se movieron de un lado a otro, con aquello logro darse cuenta que se encontraba en una habitación de cuatro paredes, están eran blancas, y no tenían ventana alguna que mostrara el exterior. En el techo estaban largas lámparas que iluminaban aquel lugar de un color blanquecino.

Se movió un poco en aquel sitió, logro darse cuenta que un delgado colchón evitaba que entrara en contacto con una placa dura, y posiblemente metálica. Haciendo un gran esfuerzo logro inclinar un poco la cabeza, desde su perspectiva solo le fue posible ver una banda de color azul que cruzaba todo su cuerpo, y que sin duda era la causante de que se le mantuviera cautivo en aquella posición.

Dejando escapar un suspiro de frustración, justo en el momento que movía los ojos para mirar de vuelta hacia arriba, se percató de algo que se le había pasado por alto. Justo al frente de él se encontraba una puerta, era de metal plateado y tenía una pequeña ventana con una rejilla metálica que hacía más difícil mirar hacia afuera. También logro ver dos peldaños de metal, sin duda se trataba de una pequeña escalera para ingresar en su habitación.

Una sonrisa se dibujó en su rostro ante tal pensamiento, estaba claro que aquella no era su habitación, sino que él le pertenecía a la habitación, él era el prisionero allí.

Sus ojos continuaron moviéndose de un lugar a otro, buscando algo que lo ayudara, o que por lo menos lo distrajera para no estar pensando en la traición de Dustin. Pero aquello no aparecía, todo ya lo había visto, todo era lo mismo, el silencio se fue volviendo cada vez más tenso, Dagmar tragó una gran cantidad de saliva, estaba consciente de que le iban hacer algo, pero quería que se lo hicieran ya, que no lo mantuvieran expectante por lo que estaba por suceder, aquello era sin duda cruel, y no dudaba que sus captores estuviera jugando con él. Aquellos pensamientos se instalaron en su mente, un frío sudor comenzó a correr por su frente y sien, se deslizaba por su rostro como una gota fantasmal, y descendía hasta su cuello. Su pecho comenzó a subir y bajar, estaba siendo dominado por el pánico, y él no podía hacer nada para evitarlo.

El chirriante sonido de una puerta siendo abierta atrajo su atención, sus ojos pronto estuvieron fijos en la puerta justo frente a él.

Un hombre permaneció inmóvil en la entrada, bajo los tres peldaños, la luz lo baño mostrando su apariencia. Se trataba de un hombre corpulento, su prominente barriga era tal que amenazaba con disparar los botones de la camisa blanca que vestía, no era muy alto, sino más bien de piernas cortas. Complementaba su vestimenta con un pantalón café claro, un par de zapatos oscuros, todo a juego con una ancha y larga bata blanca. Lo que más llamó la atención de Dagmar, fue aquella tela enrollada en el brazo izquierdo del extraño, era de color negro, tenía grabado un círculo en medio en rojo, pero dada su posición, eso era todo lo que podía ver, así que se concentró en los rasgos del obeso hombre.

Su rostro tenía una forma redonda, las capas de grasa alrededor de su mandíbula ocultaban cualquier rastro de un cuello. El poco cabello que continuaba aferrándose a su grasienta cara, ya se había tornado blanco, pero era finamente peinado hacia atrás, Dagmar no sabía si buscaba aparentar menos años de los que realmente tenia, si era así, su plan estaba fallando. Las arrugas de su rostro se precipitaban hacia abajo. Varias manchas se repartían por el rostro, y algunas se congregaban en las entradas de su cabeza. Sus ojos quedaban ocultos tras unas gafas redondas que le hacían ver sus ojos marrones más grandes de lo que posiblemente eran. Una nariz delegada y pegada al rostro, pareciera que estuviera oliendo mierda. Labios quebradizos, y una maraña de barba blanca que se concentraba en las diferentes capas de las papadas.

—¡Vaya, vaya, has despertado! —anunció con gran alegría, y en un perfecto alemán. El escucharlo hablar en su idioma natal, hizo que Dagmar se sintiera confundido. Pero buscando no mostrar ni la menor señal de pánico o desconcierto, se mantuvo inexpresivo, no iba a dejar que lo quebraran tan fácilmente.




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