Se precipitó al vació. Entendía que aquello no era nada bueno. Aunque por más que lo intento, le resulto complicado el conseguir detenerse.
Las diversas ramas de los arboles redujeron su velocidad de caída, hasta que eventualmente su espalda se encontró con un suelo duro. Sus labios apenas si se despegaron para dejar escapar un pequeño quejido.
‹‹Debo salir de aquí, debo volver a casa››, se recordó dentro de sí mismo. Su cuerpo no parecía tener el mismo pensamiento, ya que terribles dolores se extendían con la velocidad de un rayo impidiéndole el poder siquiera mover un dedo.
La inconsciencia se abrió tal cual haría un enorme pozo y le ofrecía la tranquilidad de sus profundidades. Se iba a entregar totalmente, hasta que le llegó el suave rumor de algo agitándose, por lo cual rechazo la tentadora oferta y se obligó a abrir los ojos.
Apenas si unas pequeñas hebras de luz provenientes de la luna entraban a raudales entre los árboles. Escuchó tenues pasos, algo se estaba acercando a él, y aunque deseara una oportunidad para defenderse, sabía a la perfección que no podría.
Consiguió distinguir una nariz, además de un pelaje café claro, no tardo nada en darse cuenta que se trataba de una manada de ciervos, los cuales le rodearon sin problemas.
—Largo... —consiguió decir—... no... soy... cena...
Dudo que lo hubieran escuchado, ya que continuaron moviéndose, bajaron sus cabezas y lo olfatearon, se levantaron deprisa, aquello no pareció gustarles, así que se apresuraron a salir huyendo perdiéndose entre la imponente vegetación.
‹‹¿Tal mal huelo?››, fue lo que estaba pensando, hasta que volvió la terrible oscuridad, en aquel momento no consiguió alejarla, sin más, se vio envuelto y tragado sin compasión por aquella terrible negrura.
No podía caer dormido en una zona tan peligrosa como aquella, así que lucho con todas sus fuerzas para liberarse de la inconsciencia, logrando abrir los ojos de par en par.
Al instante le fue posible comprender que lo que él intuyo como unos cuantos minutos dormido, realmente se habían transformando en horas. Eso se lo dejaba muy en claro la luz clara que se adentraba por la vegetación, no era demasiado, aunque sí mucho más que anoche.
Apretando los dientes, descargando fuerza en su abdomen, logró incorporarse y sentarse en aquel terreno natural del bosque. Aun sin entender del todo lo que le había sucedido, decidió que no podía quedarse más tiempo allí, así que se puso en pie. Para su sorpresa, los terribles latigazos de dolor que lo aquejaban hacía un par de horas atrás, ahora no le molestaban demasiado.
Totalmente confundido fue que buscó orientarse, miró hacia todos lados, el bosque parecía ser igual hacía donde sea que mirarse, hasta que recordó un viejo truco, observó el musgo que crecía en los árboles, si ascendía demasiado, entonces ello le decía hacia donde estaba el norte, y debido a que su ciudad se encontraba al norte de Inglaterra, fue allí hacia donde se dirigió.
Apartó vegetación, para su desgracia espanto manadas de animales, cruzo por encima de pequeños riachuelos, ascendió por rocas cubiertas de musgo, bajo y continuó con su camino.
Se detuvo ante una pequeña corriente de agua, donde a lo lejos había visto beber a un ciervo, por lo que considero que debía tratarse de líquido bebible. Se arrodillo junto a la corriente de agua, se inclinó hacia delante e iba a hundir las manos, hasta que miró su reflejo en la cristalina agua.
Aun llevaba su máscara, aunque de la ceja hacía arriba estaba desgarrada, dejando a la vista su frente y parte de su cabello oscuro, aunque eso no llamó demasiado su atención, lo que sí lo hizo, fueron varios puntos rojizos, justo en ese momento recordó su batalla con King Hack (el nombre se le había quedado grabado a fuego), aunque siendo más preciso, recordó el momento cuando un líquido volaba por el aire y le impactaba de llenó en el rostro, así fue que comprendió a que se debían aquellos puntos irregulares de su máscara.
Asombrado y preocupado, se apresuró a despojarse de sus guantes, después hizo lo propio con la máscara, gracias a ella mucha sangre no le había dado directamente. Hundió las manos en el agua y se lavó el rostro llevándose consigo cualquier rastro de culpabilidad. Hizo lo mismo con sus manos. Ya por último, se llenó sus palmas con agua y bebió refrescando su garganta. Lo hizo hasta hartarse.
Una vez hubo terminado se puso en pie, se tomó un momento para verse mejor, dándose cuenta que su chaqueta tenía varios desgarrones, al igual que su pantalón. Chasqueó la lengua en un gesto de molestia, aunque sabía que no podía hacer nada, recogió su máscara y guantes y continuó con su ardua caminata.