Apretó los dientes. Quería respuestas, y estaba dispuesto a hacer lo necesario para obtenerlas. Sabía que para obtenerlas debía salir de allí, así que se puso en pie. Sus ojos se movieron por instinto, y pronto se descubrió desnudo. Giró el rostro buscando una solución, se acercó al hombre con dos disparos en la espalda, lo miró de arriba abajo, se inclinó y le quito el pantalón oscuro, calcetines y zapatos, sin perder tiempo se vistió con ellos.
Se encaminó hasta el hombre que le había disparado en la cabeza, le quitó la camisa y el saco, cuando se colocó la camisa, le resultó imposible sentir la tela, no le dio importancia, y se cubrió con el saco oscuro.
Una vez listo, giró el rostro en busca de algo que le resultara útil, y entonces reparó en las armas, una ligera sonrisa se dibujó en su rostro, acortó la distancia, se inclinó y cogió el arma de su segunda víctima, la analizo, extrajo el cartucho, solo le quedaban diez balas. Sabiéndose sin prisas, se acercó a los demás cuerpos, tomó sus armas, les retiro los cartuchos y se los guardo en las bolsas.
Sin nada más por hacer, se encaminó hasta la salida, levantó la pesada puerta metálica, un gélido aire le acaricio el rostro. Salió, levantó el rostro, el cielo estaba claro, y las nubes se dispersaban de un lado a otro, al instante entendió que apenas había amanecido.
Sus ojos bajaron despacio, y pronto apreció las diferentes camionetas. Levanto el rostro, dejo escapar un suspiro, no podía creer su suerte. Se vio obligado a volver a entrar a la abandonada fabrica, buscó de nuevo en los cuerpos, hasta que dio con los tres pares de llaves, sin ganas de permanecer un minuto más en aquel lugar, caminó con pasos rápidos, introdujo las diferentes llaves hasta que abrió la camioneta, la abordo, la encendió, miró hacia atrás, manipuló la palanca y después el volante, la camioneta retrocedió hasta la carretera, Dagmar permaneció allí, sin saber a dónde ir.
De pronto algo comenzó a vibrar, eso atrajo la atención de Dagmar, y pronto reparo en un móvil en la guantera, lo cogió y miro la pantalla, un numeró desconocido estaba llamando, sin duda estaban buscando saber que había sucedido en la abandonada fabrica. Esperó hasta que la llamada finalizara, cuando lo hizo, Dagmar lo manipulo, buscó su ubicación en internet, le alegró saber que solo estaba a las afuera de Shinjuku, una vez sabiendo su ubicación, manipulo el volante y comenzó a deslizarse por la desolada carretera.
Tras una hora de viaje, Dagmar logró observar como una motocicleta iba por la carretera en sentido contrario. Pasó tan cerca de la camioneta, que logró apreciar como llevaba un arma en la cintura. Dagmar giró el volante y pisó el frenó, las llantas protestaron, y fue dejando unas marcas en el pavimento. La motocicleta se detuvo también, interesado por tan repentino frenó.
Dagmar cogió su arma, abrió la puerta, despacio bajo de la camioneta, el hombre de la motocicleta bajo de ella, el rostro de aquel sujeto era horrible, lo observó por algunos segundos más, y de pronto comprendió que coincidía con la apariencia del fugitivo. Dagmar no podía descubrir sus intenciones debido al casco, por lo tanto decidió no darle tiempo, levanto el arma, apunto, y descargó el cartucho. El hombre retrocedió con cada impacto, hasta que cayó al suelo, se retorció por algunos segundos, hasta que tiempo después se quedó inmóvil.
Se acercó con pasos cortos, sabía que debía ir con precaución, no podía dejarse guiar por su sentir. Cuando llegó al cuerpo, observó los diferentes orificios y como sangre escapaba extendiéndose por la chaqueta de cuero. Estiró la mano y lo despojo del casco, sangre manaba de su boca, sus ojos se habían tornado blancos. Y de pronto sus ojos se movieron hacia la motocicleta, al ver que tenía la llave puesta, no se lo pensó dos veces, ocultó su rostro bajo el casco, abordo la motocicleta, la encendió, y se alejó de aquella escena.
El ir deslizándose por la carretera, sintiendo como al aire acariciaba sus manos desnudas, como agitaba aquel grande saco, como rugía el motor al acelerar, todo aquello le hizo olvidar todo lo sucedido, su apariencia, sus torturas, sus asesinatos, el estar montado en la motocicleta le hacía olvidarse de todo y todos.
Hasta que de pronto un pequeño punto rojo se encendió en el tablero, maldijo para sus adentros, se detuvo y observo con detenimiento el tablero.
—¡Maldición! —rugió al ver que la gasolina se iba terminado. Buscó entre las bolsas del saco, extrajo el móvil que encontró en la camioneta, volvió a recurrir al internet.
Una sonrisa se formó en su rostro al ver que una gasolinera se encontraba a menos de veinte minutos de su posición. Con reanimado ánimo, volvió a subir la pierna, y aceleró dirigiéndose hacia la gasolinera.