Se movía de un lado a otro, sus manos se aferraban con fuerza a la mochila que le colgaba de la espalda. Por más que buscaba las palabras correctas, le era imposible imaginarse como convencería a la pelirroja.
—¡Los veo en la tarde! —consiguió escuchar que se despedía.
—Nada de llevarse el auto —protestó el señor Janiot. La pelirroja no le respondió sino que se limitó a abrir la puerta.
—Estoy lista. ¿Nos vamos? —preguntó con una radiante sonrisa.
Al verla le fue más complicado el poder negarse. Su vestimenta era sencilla. Llevaba una blusa blanca de mangas largas, encima una chaqueta de cuero, alrededor una hermosa bufanda color verde oscuro, a juego con unos jeans azul claro y unas botas altas. Su cabello ondulado le caía como hermosos ríos de fuego hasta su cintura. No llevaba mucho maquillaje ya que aún conseguía notar su constelación de pecas.
Aquella radiante sonrisa se fue esfumando mientras más tiempo le miraba su semblante.
—No —murmuró al tiempo que elevaba las manos y negaba con las mismas.
—Janet, permíteme explicarme...
—No, ya me lo has hecho otras veces —le interrumpió—. Mira, pensaba dártelo en nuestra cita, pero al parecer eso no va a suceder, así que... —buscó en el interior de su bolsa hasta que saco una caja blanca, sin más se la tendió—. Toma.
Frunció el ceño, no entendía a que venía aquello, así que acepto lo ofrecido, al verlo comprendió de que se trataba.
—No, yo no puedo aceptar esto —dijo y se apresuró a devolverle aquel móvil. Janet elevó sus dos manos y negó con un movimiento de cabeza.
—Si puedes y debes aceptarlo —determinó con una voz que no aceptaba replicas. Le cogió la muñeca y le hizo que bajara la mano, se lo permitió más que nada debido al contacto cálido que le provocaban los dedos de Janet, además que sentía que se lo debía. Cuando la pelirroja comprendió que había aceptado su regalo, elevó su otra mano y le acarició el rostro—. Quiero que comprendas que te apoyo sin dudar en todo lo que haces. Sé que estás ocupado porque las personas te necesitan, no porque estés haciendo algo malo. Cuentas con mi apoyo incondicional. Pero por favor, cuando sucedan estas cosas, tan solo llámame y házmelo saber, yo lo comprenderé ¿Sí?
—De acuerdo —tuvo que aceptar de mala gana. Janet sonrió, acortó la distancia y le planto un dulce beso.
—Cuídate —pidió y giró para volver al interior de la casa, sabía que era una locura, aun así su mano se movió y se cerró en la muñeca de Janet impidiendo que se marchara, aquello la desconcertó ya que acabo girando y mirándole con un semblante cargado de confusión.
—Quiero que vengas conmigo —le salieron las palabras. Una media sonrisa se extendió por el hermoso rostro de su pareja.
—¿Te sientes bien? —‹‹Mejor que nunca››, respondió en su interior—. ¿Acabas de escuchar lo que me pides?
—Lo hice. Pero quiero que entiendas que no voy a llevarte a una misión riesgosa, hay posibilidades de que termine mal, por eso traigo mí... —palmeó su mochila, donde llevaba su traje—... pero por lo que he investigado, puede que solo sea una simple reunión entre dos... —miró hacia ambos lados, acortó más la distancia y susurró—... vigilantes.
—¿Qué? ¿Hay otro vigi...? —se apresuró a cubrirle la boca con una mano.
—Sí —susurró muy cerca de su rostro—. No es muy conocido. Ayer apenas me lo encontré. Quedamos de reunirnos en un lugar público para platicar. ¿Entiendes lo riesgoso que es hablar de esto?
Janet se limitó a asentir con un movimiento de cabeza, así que apartó la mano lentamente.
—No voy a obligarte a venir conmigo. Tal vez sea lo más sensato, además que lo que se hable allí no saldrá a otro lado —observó atentamente aquellos hermosos y destellantes ojos verdes—. ¿Qué dices? ¿Te gustaría venir?
—Absolutamente —acortó la distancia y le dio un largo beso.
—Confié en que tu cordura sería mejor que la mía —aceptó al entender los riesgos en que estaba metiendo a la pelirroja.
—Oh cariño, desde hace un buen tiempo que perdí mi cordura y gran parte se debe a ti —y sin decir nada más volvió a besarlo.