Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

31. EL CUMPLIR DE LA PROMESA

 

Se tomó unos segundos para admirar en solitario la ciudad que se suponía estaba bajo su protección. Buscando cumplir con aquella promesa, sacó el móvil regalo de su amada, busco entre los contactos hasta dar con lo que buscaba. Marcó y se llevó el aparato a la oreja.

—¡Hola compañero! Temía que no fueras a llamarme —alejó el móvil debido al gran ímpetu que mostraba Jay. Al ya no escuchar más palabras, volvió a acercárselo.

—No me llames compañero —determinó.

—¡Apuntado! —su mente no llegaba a comprender como una persona que había pasado por tanto, podía mostrarse con aquella increíble actitud tan positivo. Negó con un movimiento de cabeza, en aquel momento eso no debía importarle.

—Como lo he prometido, quiero que te reúnas conmigo —sentenció poniéndose en pie en aquella cornisa del hotel—. Me encuentro en la cima del hotel Express-Step, ¿Sabes cómo llegar?

—Absolutamente —y antes de que pudiera decir nada, el llamado termino.

Con un profundo suspiro como su único acompañante, bajo el móvil. Debía hacer algo con aquella terrible energía que se apoderaba del cuerpo de Jay, tenía que hacerlo, si es que deseaba que su pupilo tuviera una largatrayectoria como vigilante. 

Mientras pensaba en ello, hubo en destelló amarillo a su lado, así que giró para descubrir que Splotch ya se encontraba allí.

—¡Que increíble vista! —exclamó mientras se levantaba sus goggles para ver mejor el paisaje que le ofrecía la ciudad.

—Sí, a su manera es algo increíble —se vio obligado a aceptar—. ¿Te encuentras listo para lo que te pueda enseñar?

—¡Si! —determinó al tiempo que su cuerpo se ponía sumamente rígido, tenía que hacer algo con aquella energía y entre más pronto sería mejor para todos.

—Bien. Los meses que llevó haciendo esto, me enseñaron que no hay formas de aprender a ser un vigilante —vio como sus ojos se abrían, aunque no podía verle los labios debido a la máscara, comprendió que estaba por hacer una pregunta, así que lo calló elevando una mano—. No hay una guía que te diga cómo ser un vigilante. Basado en mi experiencia, puedo decirte que lo más importante siempre es la persona que necesita ayuda, siempre hay que auxiliarla, si es posible atrapamos al criminal, no asesinamos y no buscamos causar daños permanentes, solo neutralizamos hasta que la policía llegue ¿Me sigues?

Splotch no respondió, se limitó a asentir con un movimiento enérgico de su cabeza.

—Excelente. Esas dos bases las pondremos en juego esta noche, así que déjame echar un vistazo a lo que está sucediendo...

—¿Sin centro de mando? ¿Cómo sabes dónde está el delito? —le interrumpió al verlo acuclillarse.

—No se requiere nada de eso, cuando tienes ojos en todos lados —elevó su mano a la oscuridad, su energía fluyo como fulminantes llamas verdes, bailotearon por algunos segundos, hasta que una enorme parvada de cuervos salió disparada.

—¡Oh, eso es asombroso! —aceptó Splotch al tiempo que miraba a los cuervos perderse dirigiéndose a diferentes lados.

—Lo que tú hiciste con la energía natural es algo que jamás se me había ocurrido, pero aún hay muchas cosas que podrías aprender —una vez dicho aquello, cerró los ojos y buscó adentrarse en alguna de sus creaciones.

Salto de uno a otro, siempre atento a lo que escuchaba y conseguía observar.

—Hay un robo de joyería en la setenta con Vaggar, ¿Podrías encargarte? —abrió los ojos y observó atentamente a su aprendiz.

Splotch tomó un largo respiro, elevó sus manos y se colocó sus goggles.

—Lo vital son las personas. Atrapar al criminal sin dañarlo severamente —Agitó los brazos al mismo tiempo que sus piernas se veían iluminadas—. Sí, puedo encargarme.

Sin mencionar nada, solo le fue posible apreciar un borrón amarillento.

—¡Están en nuestro territorio! —consiguió captar, sonrió, el deber lo estaba llamando, no podía hacerse el sordo, se puso en pie, se lanzó al vació y pronto recuperó el vuelo.

 

El timbre que indicaba el fin de las clases resonó por todo Wisdom. Los alumnos comenzaron a recoger sus cosas al tiempo que hablaban animadamente, no los culpaba, aquel día era el último que asistirían a la escuela, a partir de allí comenzaban los Días Verdes.




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