Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

32. CAMINO A LO DESCONOCIDO

 

Janet caminaba por las atestadas calles. La música sonando a tope, los murmullos, la gente yendo de un lugar a otro, parejas tomados de las manos, hombres con mascara bailando a mitad de la calle. Aunque sabía que debía sentirse feliz, lo cierto era que se sentía vacía, aun no comprendía porque había decidió ir al dichoso desfile.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Jenny, quien iba preñada al brazo de su pareja Tom.

—Por supuesto —se apresuró a responder, sabía que estaba haciendo mal terció, aunque Jenny era tan buena que jamás se lo diría.

—¿Oliver vendrá? —preguntó Tom, al parecer ambos habían encontrado algo de lo que eran amantes y eso era los superhéroes.

—Sí —mintió—, si seré tonta, he quedado de verme con él en el monumento a la primavera, si me disculpan...

—Podríamos acompañarte ¿Cierto Tom? —se apresuró a decir Jenny.

—Por supuesto —la secundó su novio.

—No es necesario, solo son unas cuantas cuadras, los veré más tarde para los juegos artificiales —no permitió que alegaran más, se dio media vuelta y se abrió camino entre las diversas personas.

No quería estar allí, no sin Oliver, no por ello le arruinaría el desfile a sus amigos, lo que debía hacer era haberse quedado en casa.

‹‹El año pasado, Edward se negó a venir conmigo. Pete de la secundaria, le parecía estúpido el desfile. Y con Oliver, nunca pude venir, porque les tenía miedo a los hombres enmascarados.›› Sus recuerdos siempre habían sido precisos.

A Oliver de pequeño, nunca le gustaba ir al desfile, porque le incomodaban los hombres con mascara.

Una sonrisa se apoderó de sus labios. Le parecía una ironía que ahora Oliver usara una máscara. Le comprendía, sabía que estaba haciendo algo por el bien de todos.

‹‹Siempre ayudar al que lo necesite, no importa quien sea.›› Repitió mentalmente las palabras que Valerie siempre le decía a su hijo. Ahora quien lo necesitaba, era la policía. Ya habría tiempo donde lo tendría para ella sola.

Se detuvo al no conseguir pasar, así que se permitió disfrutar un poco del desfile. Delante de sus ojos desfilaba un dragón con escamas verdes hecho a base de diferentes materiales. Era increíble. Sin agregar que su historia era por demás fantástica. Según las antiguas leyendas, el Dragón del Bosque fue derrotado por un nativo, y con sus escamas forjo la armadura más resistente de todo el mundo. Nunca se llegó a confirmar la veracidad del escrito. Pero ver un dragón siempre era algo increíble.

—Asombroso ¿Verdad? Lástima que solo sea una historia de fantasía barata para niños —frunció el ceño al escuchar semejante disparate en pleno desfile, buscando saber quién había dicho aquello, giró el rostro.

—Profesor Fleming —dijo con sorpresa, el hombrecillo le sonrió.

—¿Ya pensaste en mi propuesta? —preguntó, estiro una mano, cerro aquellos delgados dedos alrededor de su brazo y la jaló atrayéndola más hacia él. El aliento le apestaba a alcohol, no dudaba que hubiera estado bebiendo, posiblemente en busca de valor para realizar aquello. 

—¿Su propuesta? —preguntó confundida. El profesor no le respondió, sino que hundió su asquerosa nariz en su cabello y lo olfateo.

—No te hagas la perdida. Sé que me deseas. Solo hagámoslo, y no tendrás que volver a preocuparte por la materia de química —la mano se deslizo por su espalda. Janet sintió un impulso de mandarlo a la mierda y darle una bofetada. Se contuvo y le cogió la mano antes de que consiguiera llegar a su trasero. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para conseguir formar una sonrisa traviesa.

—Aquí no profesor, venga —lo cogió con fuerza por la mano y se echó a correr. Fleming no pudo hacer nada más que seguirla.

Se deslizaron entre la multitud. A algunos los golpeaba, aquello no les agradaba y les lanzaban maldiciones.

—Al demonio —dijo, se detuvieron a la entrada de un callejón tenuemente iluminado—. Bien profesor, si quiere que lo hagamos, debe cerrar los ojos. No puedo esperar para saber que se siente hacerlo con un hombre de verdad.

Esas palabras parecieron elevar el orgullo de Fleming hasta los cielos. No lo pensó ni un solo momento, cerró los ojos y sus labios se levantaron ansiando un beso. Sintió como el estómago se le revolvía, aun así decidió continuar adelante con la idea que había pensado.




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