El olor fétido se adentró por sus fosas nasales y continuó hasta llegar a su garganta donde le dejo una picazón incomoda.
Sus fosas nasales aletearon un poco, sus ojos se movieron hacia todos lados, quería volver a la seguridad que le ofrecía la oscuridad, allí no había dolor, ni tristeza, ni nada que pudiera hacerle daño.
Apretó los labios al darse cuenta que ya no podría volver, así que decidió terminar abriendo ambos ojos.
Aquello no fue de mucha ayuda, ya que apenas si había una pobre iluminación amarillenta. Buscando comprender que acababa de suceder, se movió en aquel incomodo lecho, algunas partes de su cuerpo protestaron, no fueron lo suficientemente fuertes consiguiendo sentarse en aquel colchón sumamente duro.
Movió los ojos hacia todos lados repasando el lugar donde se encontraba. En el techo colgaba un pequeño foco que era lo que le daba la poca luz. Aunque no pudiera verlo con claridad, podía escuchar el constante goteo de algo. Hacía su mano derecha se levantaba una pared donde había un hueco redondo y de dónde provenía un poco más de luz.
No había demasiado para admirar en aquel lugar. Excepto unas cuantas sillas, además del colchón donde se encontraba.
En aquel momento los recuerdos volvieron con la furia de un tornado, se apoderaron de su mente y la hicieron girar hasta hacerle ver unas cuantas lucecitas.
Levantó las manos en un intento de calmar el terrible mareo, allí fue donde sintió que algo se estiraba y le provocaba un terrible ardor, con ello consiguió apartar sus pensamientos y concentrarse en saber que le había sucedido.
Se descubrió que ambos brazos estaban cubiertos con vendas y en algunas partes era posible distinguir unas manchas de sangre. Gracias a ello recordó los cortes que se había provocado al atravesar una ventana.
Buscando comprender mucho más, descubrió que también tenía vendas alrededor de su abdomen y pequeños parches de tela en sus costados. Alarmado ya que no tenía camisa, apartó aquella manta para descubrir que también había parches en sus piernas, por suerte aún mantenía sus calzoncillos.
Un gran suspiro acudió a su ayuda. Volvió a intentar levantas los brazos, el estiramiento y ardor volvieron con más intensidad, así que apretó los dientes, molesto y buscando que todo aquello terminara, se despojó de las vendas y acercó su mano, busco en su interior hasta dar con lo que estaba buscando...
—Yo no haría eso si fuera tú —escuchó una voz que se propago por todo el pestilente lugar.
—¿Quién? —preguntó alejando la mano y entornando los ojos hacía el único hueco que había visto, allí se encontraba un ser humano.
—¿Valoras tu vida? —frunció el ceño al escuchar la pregunta, no comprendía a que venía aquello.
—¿Quién eres? —volvió a preguntar, en aquella ocasión con más impaciencia.
—Así agradeces a las personas que te salvaron la vida y evitaron que Luxifer te capturara —negó con un movimiento de cabeza, ¿Quién demonios era Luxifer?
—Alto allí. No estoy comprendiendo absolutamente nada. ¿Quién eres tú? —el silencio y constante golpeteo de la gotera embargo el lugar. Por un segundo llegó a pensar que no obtendría respuesta, hasta que observó que aquella persona salía de entre las sombras y se adentraba al campo de luz—. ¿Danna?
—Tú me conociste con otro nombre, Violett —determinó.
No. Aquello no podía ser cierto. Puso atención especial en aquella mujer. Su cabello era rubio aunque un tanto sucio, lo llevaba cortado hasta los hombros. Su rostro era afilado, con pómulos hundidos, sus ojos eran de color azul claro, su nariz pequeña y labios carnosos. Su semblante demostraba madurez. No debería sobrepasar los veintinueve años. Continuaba siendo esbelta. Llevaba un uniforme negro tan similar a los que vestían aquellos oficiales, excepto que le faltaba la tela alrededor del brazo y el arma pesada.
—¿Desde cuándo? —se le escaparon las palabras. Danna le mantuvo la mirada por algunos segundos, hasta que negó con la cabeza y se llevó una mano a los labios.
—Esto es sumamente extraño y eso que he visto muchas cosas raras —determinó mirándole fijamente.
—Eras una ladrona —mustió por lo bajo, mientras su mente iba atando los diferentes cabos sueltos, hasta que la frase: ‹‹Auch, esta es la segunda vez que me batean››, comenzó a tomar forma.
—Sí, lo fue en el pasado, ahora lucha por una causa justa —se escucharon otros pasos junto con la voz alta.