Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

36. EL ABANDONADO

 

Consiguió abrir un poco los ojos. Todo a su alrededor le daba vueltas. Su visión se nublaba evitando que consiguiera aclarar sus ideas.

Muy despacio, volvió a cerrar los ojos... sangre volando, hilillos escarlatas deslizándose por un rostro pálido, sin vida, muerto...

Sus ojos se abrieron de par en par, su pecho subía y bajaba con un ritmo acelerado.

Intentó ponerse en pie ya que sus rodillas no tardaron en protestar, al momento que escuchó el tintinear de algo, comprendió que le sería imposible conseguirlo. Aun con la cabeza dándole vueltas, logró mover su rostro para descubrir que sus brazos estaban estirados, tenía un grillete alrededor de la muñeca y del cual salía una cadena que iba a parar al suelo cubierto de mármol verdoso, no podía asegurarlo, no solo debido a su pésima visión, sino a la poca luz que conseguía entrar por los ventanales de aquella espaciosa habitación.

Su otra muñeca sufrió el mismo destino. Lo habían dispuesto arrodillado con ambos brazos estirados a los lados. Además que para mantenerlo en aquella posición, sentía algo resistente alrededor de su abdomen y de donde salía otra cadena negra.

Busco comprender donde se encontraba. Sí, se trataba de una habitación enorme, con grandes arañas que colgaban del techo, aunque no proporcionaban ni un poco de luz. No consiguió distinguir ni un solo mueble. Las paredes eran blancas y no colgaban fotografías. Lo único que reinaba allí era un tenue silencio.

Bajo lentamente la mirada. Su mente comenzó a recordarle todo lo que había vivido. En aquel momento comprendió que se tenía bien merecido lo que le fuera a suceder. No entendía porque había sido tan ingenuo al pensar que noqueando a un oficial consiguiera evadir la ley de aquel dictador.

‹‹Yo soy el culpable de su muerte››, reflexionó al recordar los últimos instantes de vida en los ojos azules de Danna.

Aquel aprisionamiento también le recordaba a Sebastián, sentado en aquel sofá individual, impedido para escapar y a merced de recibir todas las torturas que fueran posibles...

Dejo de pensar, por un momento apartó todo lo que le atormentaba y se concentró en escuchar lo que sucedía a su alrededor... solo tuvo que esperar unos segundos, hasta que los pasos se hicieron más nítidos, levantó el rostro, a unos cuantos metros de distancia se encontraba una puerta doble de madera, era de allí de dónde venían los dichosos pasos.

Tap, tap, tap... Las pisadas se volvían cada vez más nítidas, su corazón comenzaba a latir más deprisa, algo en su interior le decía que lo que venía no podía ser nada bueno.

Las pisadas se acallaron tan repentinamente como habían llegado. Escuchó el girar de algo y acto seguido las enormes puertas de madera fueron abiertas de par en par. Lo que tanto se había temido ahora era una realidad.

Luxifer le mantuvo la mirada por algunos segundos, hasta que decidió reanudar su marcha, no se dignó siquiera a cerrar las puertas, demostrándole que tenía una firme confianza de que noiba a poder escapar 

—Me imagino que debes estar preguntándote: ¿Por qué no siento mi energía? ¿Por qué todo me da vueltas? —Dijo con aquella voz pausada y despreocupada, algo que le causaba terribles escalofríos—. Es sencillo. Me llevó más tiempo del que deseaba, pero conseguí dar con lo que buscaba. Si se quiere retener a un poseedor de energía natural, no se debe hacer más que inyectarle un poco de sedante, eso hará que sus neuronas y cerebro no funcionen como debería.

No respondió. No iba a darle ese gusto. Tragó una considerable cantidad de saliva. Aunque tuviera una pequeña noción de que le había sucedido, le resultaba imposible el aceptar en lo que se había trasformado... detuvo su pensar al ver una enigmática sonrisa que se estiraba de manera grotesca debido a la terrible quemadura de su rostro.

—Viste lo que me sucedió —aceptó sin temor—. Pero también sirvió a la inversa... —la sonrisa fue menguando—. Debo reconocer que no recordaba su hermoso rostro. Su cabello ondulado, sus pecas, sus grandes ojos...

—¿Y crees que aceptaría todo lo que has hecho? —le salió la pregunta desde lo más profundo de su corazón.

Luxifer se le quedo mirado por algunos segundos, hasta que termino por cerrar sus tétricos ojos y dejar escapar un profundo suspiro.

—Aun eres joven e ingenuo —murmuró aun sin abrir los ojos—. Hubo una época en la que yo también fui así. Creía firmemente que mis acciones marcaban la diferencia. Que verdaderamente ayudaba a mi ciudad a mejorar. Luchaba contra la injusticia. Sacaba las drogas de las calles. Ayudaba en situaciones de emergencia. Metía a los criminales a la cárcel con la firme intención de que fueran castigados debido a sus delitos.




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