Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

41. SOMBRAS A LA LUZ

 

Se aferraba con determinación a las cartas escritas por puño y letra de sus padres. No quería desprenderse de ellas. En aquel momento era todo lo que le quedaba de ellos. Sentía que al alejarse las cartas, podría olvidarlos por completo.

Su momento solitario de pronto fue interrumpido. Lo primero que le llegó fue un ensordecedor ruido muy similar a una explosión. Con los oídos pitándole, fue la manera en que recibió aquel cegador resplandor de color azulado, se adentró sin el menor pudor por la ventana e ilumino el lugar, permaneció allí unos segundos, hasta que se esfumo, dando paso a unos extraños tronidos que comenzaron a embargar la ciudad.

—¿Qué demonios...? —le resultó imposible formular la pregunta. Totalmente desconcertado se obligó a ponerse en pie, avanzar con pasos inseguros, hasta llegar a la ventana.

No le fue complicado encontrar de dónde provenía aquella luz. Era imposible no verla. Ascendía hacia el cielo donde lo atravesaba y comenzaba a provocar aquellos terribles tronidos. Tragó una considerable cantidad de saliva. Su corazón latió más deprisa. Sabía a la perfección a donde tenía que dirigirse.

Las lágrimas comenzaron a menguar. Su semblante fue adoptando uno con mayor seriedad. Por un momento había olvidado quien era y cuáles eran sus responsabilidades. Aunque nadie lo hubiera escuchado de sus labios, había hecho una promesa, esa determinaba que siempre estaría allí para ayudar a las personas. No había conseguido salvar a su madre y padre, no podía permitir que le sucediera lo mismo a la ciudad.

Con la decisión reflejada en sus ojos, dio media vuelta, avanzó por la habitación y se acercó a la mesa de noche, abrió el cajón y con profundo hueco en su estómago, allí dejo sus añoradas cartas. Les echó un último vistazo, aspiró una considerable cantidad de aire. En aquel momento comprendió que la ciudad no necesitaba un Maxwell, sino un vigilante. Siendo así cerró el cajón, se limpió el rostro con ayuda de su antebrazo, volvió a la puerta de donde recogió su máscara, se la deslizo sintiendo su calidez interior, en aquel momento abandonaba todas las penas que lo aquejaran, en aquel momento se volvía Lux.

Buscando no perder tiempo, se encamino a la ventana, subió al marco, observó hacia ambos lados, hasta que se lanzó al vació, buscó en su interior, permitió que la energía aflorara y alzó el vuelo. La gente estaba saliendo de sus casas y todos solo tenían vista para aquel rayo o la cortina de humo que ascendía en espirales al tiempo que la tormenta de nieve continuaba con su caída tranquila, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor.

En aquel momento se descubrió con las manos temblándole. Apretó los dientes. Tenía que admitir que no estaba preparado para lo que se avecinaba. Sintiéndose totalmente inseguro, fue lo que le guío a elevar la mano, de donde escapó un cuervo de plumaje verdoso, ladeo la cabeza a un lado como preguntándose si todo estaría bien.

—Ve a buscarlo y tráelo conmigo —susurró, el cuervo volvió a levantar su cabeza y despegó el pico permitiendo que un enorme graznido escapara de su interior, algo que le dejo satisfecho, sin más echó a volar el ave y volvió a concentrarse en lo verdaderamente importante.

Mientras se deslizaba por la ciudad, le fue posible distinguir como varios oficiales se preparaban para salir a investigar, si fuera por él, les diría que lo mejor para todos era no acercarse. Se tuvo que morder la lengua para evitar enviar cuervos con aquel mensaje. Se obligó a recordar que no tenía por qué cargar con todo el peso. Que debía permitir que los demás también tomaran sus decisiones y si ellas eran ser un héroe, no podría detenerlos. Le fue imposible retener una sonrisa, al descubrir abajo como se deslizaba una mancha amarilla.

Detuvo su desplazamiento y se quedó un momento admirando el museo que llevaba por nombre Red-Summer. Sus manos se cerraron en dos poderosos puños. Apretando los labios descendió, justo para encontrarse hombro con hombro con Splotch. Ambos compartieron una mirada, no fue necesario decir nada, dirigieron su atención hacía las enormes puertas que estaban abiertas de par en par.

Ascendieron las escaleras de roca, al llegar a la cima, se encontraron justamente en la entrada dos cuerpos, ambos inertes y con un charco de sangre rodeándolos. Splotch apartó la mirada, mientras que él se obligaba a verlos fijamente y recordarse porque debía continuar siendo fuerte.

—Hay que revisar el lugar, ya me encargo yo de eso —exclamó con aquella lengua rápida.

—No. Eso puede ser muy peligroso. Debemos ir con cuidado —se apresuró a responder, aquel lugar no dejaba de darle un sentimiento extraño, sabía que algo raro estaba sucediendo allí.




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