—Acérquense, revisare sus heridas y las curare —pidió el anciano al llegar a su lado.
Tuvo que apretar los dientes y puños para no gritar cuando Morihei le acomodó el brazo, además de cerrarle las pequeñas heridas externas o internas. Lo hizo más que nada porque Splotch se había mostrado igualmente valiente.
—En cuando a los trajes, no puedo hacer nada —determinó Morihei, hasta ese momento se percató de que su traje había recibido más desgarrones, además que también su máscara había salido afectada, dejando a la vista un poco de cabello negro.
—Eso no importa. Ha curado nuestras heridas, con eso es más que suficiente —respondió ya que Splotch estaba concentrado en intentar cerrar el desgarrón de su máscara y al no poder soltar una que otra maldición.
Antes de que Morihei le diera una respuesta, una voz embargo todo el lugar:
—¡Lamento haber llegado tarde! —una voz varonil, pero al mismo tiempo potente llego hasta los oídos de los vigilantes.
Splotch que aún se encontraba acostado, se puso de pie con un ágil salto, sus ojos fueron a fijarse en una silueta que descendía del oscuro y nevado cielo.
Aquella silueta era inconfundible, aquel cuerpo musculoso, sin llegar a exagerar, aquel traje de una sola pieza en azul oscuro, las botas rojas, la silueta de un águila en el pecho escarlata como la sangre, aquel cabello negro azabache, los penetrantes ojos azules... aquel hombre era inconfundible, se trataba del héroe más grande de todo el mundo, Deus.
Muchos eran los rumores que rodeaban la vida del Símbolo de la Paz, algunos creían que había llegado del espacio, otros aseguraban que era humano o un experimento de los gobiernos, lo cierto es que todos le agradecían el haber aparecido. El reporte más fidedigno llego con la primera aparición de Deus, quien se hizo presente ante la inminente guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Las dos naciones lanzaron ataques con bombas atómicas un seis de octubre que muchos lo catalogaron como el Día del Juicio.
La gente rezaba en silencio, pidiendo a todos los dioses que conocían que detuvieran lo que estaba sucediendo. Hasta los no creyentes pedían por la intervención divina. Los superhéroes de esos tiempos, no eran más que hombres con disfraces al servicio de sus naciones, los verdaderos superhéroes eran buscados por las autoridades, ya fuera por sus actos o por ser diferentes.
La catástrofe más grande estaba a punto de suceder, el mundo no llegaría a ser el mismo después de que las bombas llegaran a su destino. Para sorpresa de muchos, un hombre sobrevoló los cielos, un hombre detuvo ambas bombas antes de que llegaran a su destino, y ese hombre con su fuerza sobrehumana, lanzo las dos bombas fuera del planeta, solo afectando unos cuantos satélites.
Más tarde el mundo conocería a su salvador con el nombre de Deus. Desde ese momento, Deus les rindió cuentas al presidente de Estados Unidos y al presidente de la Unión Soviética, por intervenir en un asunto gubernamental. Nadie sabe que se dijo en esa reunión, pero ambos países acordaron la paz, y Deus no trabajaría para ninguna nación. Él ayudaría a las personas cuando se le necesita. Fue uno de los fundadores de la Nación de Superhéroes, una nación independiente de los demás países, y desconocida para el resto de la humanidad, excepto solo por los miembros que la conforman.
—Recibimos reportes del aumento de índice de criminalidad en esta ciudad. Comenzamos hacer papeleo para intervenir, pero de pronto, el índice se vino en decadencia, e historias de dos buenos samaritanos llegaron a nuestros oídos —Deus parecía querer continuar con la explicación, pero se vio rodeado por un tornado amarillo.
Sus ojos se abrieron, de pronto interesado por lo que observaba. Splotch se detuvo frente al héroe, era palpable la diferencia entre uno y el otro. Deus media dos metros y su cuerpo era musculo puro. Su compañero media un metro con sesenta centímetros, y de cuerpo delgado.
—No puede ser, ¿Realmente eres tú? —dejo escapar sorprendió Splotch, e inconsciente levanto una de las manos dirigiéndola hacia el pecho de Deus. Sabiendo que era su responsabilidad, se apresuró a acortar la distancia y coger la mano de su compañero, así evitando que llegara a tocar a Deus.
—Lo lamento, a mi amigo le faltan unos tornillos, pero que decías, puedes continuar —Deus estaba un poco confundido, pero aun así decidió continuar.
—Cuando recibimos los reportes de delincuencia en declive, decidimos dejar a esos buenos samaritanos encargarse de la situación. Pero hasta hace algunas horas, el propio gobierno se ha puesto en contacto con nosotros, pidiendo ayuda con el derrumbe de un edificio. Nosotros no logramos llegar a tiempo, porque estábamos ocupados con una extraña criatura del oriente. Pero mi equipo decidió que yo tenía que venir y ver que estaba sucediendo. A mi llegada, logre ver a lo lejos una enorme luz azulada, pero desvié mi camino hacia los laboratorios, donde se requería mi presencia. Cuando termine, me dirigí aquí, pero —hecho una mirada a los inconscientes criminales—, creo que se las han arreglado solos.