Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

43. EL ÚLTIMO ADIÓS

 

La nevada había arreciado. Los copos de nieve se arremolinaban alrededor de los árboles, glaseándolos de un blanco pálido, era algo sencillamente hermoso a la vista.

Lux lo apreciaba desde la altura de un bloque de departamentos. Su aliento escapaba de sus labios formando un vaho que ascendía en espirales hasta perderse en la inmensidad de la oscuridad que ofrecía aquella noche.

La puerta de la azotea se abrió de pronto, una mancha amarilla se deslizo con rapidez, dejando a unos centímetros a un hombre regordete, la gabardina beige que vestía, se agito con violencia por el soplar del viento.

Stephen movió sus saltones ojos observando su alrededor, aun no llegaba a comprender que había sucedido. Se inclinó, y comenzó a vomitar. Splotch aparto la mirada de la escena, al tiempo que ocultaba sus labios detrás de su mano, no dudaba que terminara vomitando.

—¿No hubiera sido más sencillo concretar una cita en un lugar a discutir? —se quejó Stephen, tomo un largo respiro, y con el antebrazo se limpió la boca.

—Estas siendo investigado. Si me vieran contigo a plena luz del día, echaría por tierra todo el trabajo de mi padre por alejarme de la investigación —Stephen jadeaba, haciendo que su aliento ascendiera como humo blanco.

—No era necesario que él me trajera —Stephen se acercó a la barandilla de metal, recargo el cuerpo, buscando recuperar el aliento—. ¿Confías en él?

—Confió más en él que en lo que tú puedas decirme —Stephen asintió con un movimiento de cabeza.

Lux aferro las manos en aquella barra de metal cubierta con escarcha, gracias a los guantes no sufrió las inclemencias del frío. Por un momento dudo si realmente quería conocer la verdad. Cerro los ojos, y tomo un largo respiro. Sus ojos se abrieron, eran marrones, tendría que conocer todo como Oliver, levanto su mano derecha, plagada por nieve blanca, se la sacudió y sacó la máscara, permitió que el viento le acariciara las mejillas desnudas, entrecerró un poco los ojos y dejo escapar un profundo suspiro.

—Estoy aquí para escuchar tus palabras. ¿Por qué mi padre confiaba tanto en ti? —La pregunta debido de tomar por sorpresa a Stephen, ya que busco ganar tiempo quitándose las gafas y limpiándola con la manga de su chaqueta, sin más volvió a ponérselas.

—No lo sé —respondió, y Oliver frunció el ceño, molesto por la respuesta. El científico pareció captar su mensaje, aspiró aire y continuo—. Antes de los laboratorios I.O.B.A, aquí solo había pequeños laboratorios, y la mayoría se dedicaba a investigar casos de la policía. Si querías ser un científico, uno de verdad, tendrías que abandonar la ciudad, mudarte a miles de kilómetros para volver realidad ese sueño. La mayoría de las personas no vuelven, saben que esta ciudad no los apreciara.La primera ocasión que me encontré con tu padre yo estaba trabajando en un caso de la policía.

Su mirada quedo fija en la lejanía, sin duda recordando viejos momentos.

—Yo había sido uno de los pocos que volvió a la ciudad, después de haberme graduado en Londres. El único empleo que encontré, era como forense. Yo no había estudiado a fondo esa profesión, pero era lo único que había. Durante un caso, Sebastián se acercó, y me propuso unirme a su equipo. ‹‹Ven conmigo, le mostraremos a esta ciudad, lo que es un verdadero laboratorio››, sus palabras me convencieron, y su proyecto, era ambicioso, grande, lo que necesitaba esta ciudad. Con el pasar del tiempo, solo éramos nosotros tres, Valerie, Sebastián y yo. Al principio todo fue difícil, y creo que eso fue lo que nos terminó uniendo. Ninguno pensó en abandonar a los demás. Para las fiestas, tu padre me invitaba a pasarlas con ellos, sabían que yo no tenía familia. Mi madre había muerto cuando yo estaba en la universidad, nunca conocí a mi padre, y mis tíos, se hallaban muy lejos. Sebastián y Valerie, me abrieron las puertas de su casa, y yo jure siempre recompensarlos.

Oliver aparto la mirada. Tenía conocimiento de que Stephen era amigo de su padre, pero se lo imaginaba diferente, egocéntrico, ansioso por tener poder. Tal vez los siguientes trabajadores, nunca llegaran a conocer tan bien a Sebastián Maxwell, como lo había hecho Stephen.

—¿Qué le sucedió a mi madre? —era una de sus mayores dudas, su padre había querido darle una explicación en su carta, pero no lo había llegado a entender del todo.

—No se la historia completa. —Aceptó—. Pero cuando Sebastián me ordeno formular el antídoto, comencé a investigar y hacer preguntas. Fue tu propia madre quien me confeso su secreto. La fórmula que crearon tus padres, realmente funcionaba, hacia despertar ese porcentaje en la mente. Pero el cuerpo se descontrolaba, las células se movían con gran velocidad, envejecían sin crear nuevas. La fórmula funcionaba, pero el cuerpo no estaba listo, o preparado para la liberación, por lo que al ser alterado, las células se descontrolaban. Por suerte, tu padre logro confeccionar un antídoto para el Envejecimiento de Células. Pero solo era para hacer más lento el procedimiento de envejecimiento. Lo único viable para tu madre, era retirar todo el líquido. La mayoría había salido de su sistema cuando tú naciste, la otra parte permanecía en ella.




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