El automóvil negro se deslizaba por las calles con toda la velocidad que le era permitida. Su conductor lanzo un prologando bostezo. Lo habían levantado a las dos de la madrugada para que asistiera a un caso poco común.
Todd se había levanto de su cálida cama y descolgó con pereza el teléfono.
—H-hola —dijo lanzando un prolongado bostezo.
—Si los ciudadanos escucharan la respuesta de un oficial cuando se le necesita, de seguro nunca llegarían a confiar en nosotros. —Le recrimino su padre con voz cansada. Ya tenía setenta y tres años y, aun así, no quería dejar su mando en la Fuerza Policial de Miller.
Muchos, entre ellos, el propio Alcalde, le sugirieron que tomara su jubilación y se marchara a descansar, que ya había hecho suficiente por la policía.
Le resultó imposible retener una pequeña sonrisa. Quien no conociera al Comisionado Ashenburg, no comprendería su gruñido y negativa al intentar dejar el cargo. Sabía a la perfección porque su padre no quería dejar el mando. Hacía un par de semanas que su madre había muerto de un ataque al corazón, lo único que mantenía la mente ocupada de su padre, era el trabajo y lo continuaría desempeñando hasta que viera su final, el cual llegaría con su muerte.
—Que se jodan los ciudadanos. Al final de cuentas, siempre terminan recurriendo a nosotros cuando tienen problemas, por más que no confíen en nosotros —respondió en burla.
Silencio fue todo lo que se escuchó. Silencio, había sido el método comunicativo preferido de su padre, desde que decidiera entrar a la academia de policía hacía tres años atrás. Ahora lo único que escuchaba de su progenitor, eran las órdenes del Comisionado Ashenburg.
—Tal vez en un futuro ya no nos necesiten.
Y con esas palabras taladrándole en la mente, se levantó de la cama y tomo un baño rápido. Por unos segundos, deseo que nunca lo hubieran ascendido de rango, ahora era un agente y como tal, debía de encargarse de asuntos más delicados.
Se detuvo en divinebloom para comprar un café negro, a ver si con eso podía llegar a despertar del todo. Conduciendo, llego a pensar que el café no estaba surtiendo efecto. Se dirigió hacia el norte, el barrio era conocido como archaictown, debía su nombre debido a que era la primera zona en ser urbanizada de la ciudad, aunque también la más abandonada y la cual causaban más problemas.
Giró a la derecha del centro comercial, la calle que le dio su padre, era cuarenta y cinco, pero si la calle del centro comercial era The old-glory. En cuanto giró, observo el cordón que habían esparcido sus compañeros, al igual que intentaban apartar a los curiosos y evitar que cruzaran.
Detuvo el automóvil, cogió su saco negro y bajo del auto. Se colocó el saco y se acercó al cordón de seguridad.
—Lo siento señor, no puede pasar —lo detuvo uno de los oficiales. Se limitó a abrir su saco permitiendo que la placa que llevaba al cinturón saliera a relucir, el oficial la revisó y abrió los ojos como platos—. Lo lamento Agente Ashenburg. Pero con tanta gente, no lo llegue a reconocer. Adelante.
Levanto el cordón de seguridad.
—No te preocupes, a todos nos sucede. Y llámame Todd. —Le dio una palmada en la espalda y se adentró al callejón. Delante, se encontraban dos oficiales más, los cuales discutían entre ellos al tiempo que observan hacia una pared—. ¿Qué sucede?
La pregunta alarmo a los oficiales, se apresuraron a girar y al reconocer a Todd, dejaron escapar aire.
—Esto es lo que sucede —ambos oficiales se apartaron, así permitiéndole que observara a la perfección la escena del crimen.
No se trataba de un asesinato, eran dos hombres, amarrados espalda contra espalda con lo que parecía ser una barra metálica. Aquello le hizo fruncir el ceño. Los dos sujetos parecían haber recuperado la conciencia hacía un par de horas y por los desgarrones de sus prendas de vestir, sin duda habían intentado liberarse. Aun así se vio obligado a soportar las miradas cargadas de reproche.
Muy confundido por lo que estaba presenciando, desvió la mirada hacia la pared donde alcanzo a leer:
"INTENTE VIOLAR A UNA MUJER"
Lo extraño es que las palabras habían sido talladas a la perfección sobre la pared, además de una flecha que apuntaba directamente hacia los dos sujetos.
Aspiró un poco del gélido aire matutino, se llevó ambas manos a la cintura, se giró y enfrentó a los dos oficiales.