Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

9. EL FAROL DE LA GUÍA

 

La satisfacción de la plática que había mantenido con el agente Ashenburg no le cabía en el pecho. Aunque en un principio no sabía exactamente que decirle, cuando Todd le mostró el arma y se vio obligado a despojarlo de ella, además de su caída, le hizo ganar un poco de valor y hablar sobre lo que realmente le importaba. Le dejo en claro que no estaba en su contra, sino que con él, además de dejarlo advertido de que si llegaban a encontrar a otros sujetos extraños en la calle, podrían ser potenciales criminales.

Y como si los dioses estuvieran de su lado, aquella misma noche mientras saltaba para volver a la casa del viejo Jenkys y recoger sus pertenencias, le pareció observar algo extraño, por lo cual decidió detener su andar.

‹‹Al parecer podemos sentir los crímenes››, pensó al ver a tres sujetos amagar con navajas a una familia conformada por un hombre de edad avanzada, su esposa y una niña no mayor de doce años. ‹‹Tomaron la decisión más sensata››, recordó haber pensado al ver al jefe de familia entregarle todo lo de valor que llevaban encima.

‹‹No por ello significaba que iba a dejarlos marchar sin más.›› Cuando hubieron tomado el botín, los criminales se giraron y comenzaron a correr, dejo caer una esfera brillante que los hizo detener su huida, por lo cual aprovecho para caer de la casa donde se encontraba y quedar frente a los tres ladrones.

—Eso que llevan allí no les pertenece —rugió mirando fijamente a sus enemigos.

Los tres se quedaron un tanto perplejos, respiraban con agitación, ninguno tenía buena forma física, uno de ellos era achaparrado y con una prominente barriga, el segundo larguirucho y de piernas delgadas, el de en medio parecía el mejor de los tres, ya que si bien no tenía un abdomen plano, tenía hombros anchos y un rostro severo. Sin duda aquel debía ser el autor intelectual del crimen, los otros dos parecían muy jóvenes e idiotas para pensar en hacer algo como aquello.

Tal vez al ver que no les hacía nada, los doto de un cierto valor, ya que se apresuraron a mostrarle las navajas, aunque el achaparrado dudo por algunos segundos. Aquello terminó por dibujar una desagradable sonrisa en el rostro ratonil del líder, dejándole ver sus dientes amarillentos y un tanto chuecos, sin duda debía ser aficionado a fumar unas cuantas cajetillas.

—¿Y tú qué? ¿De qué circo te escapaste? —se burló el líder, hizo un movimiento de cabeza obligando a los otros dos a comenzar a rodearlo—. ¿Qué acaso no había ropa de hombre?

Fueron las últimas palabras antes de lanzarse al ataque. El sujeto se movía tan lento que consiguió apartarse solo esquivando hacia un lado, de reojo se percató de que el bajito también intentaba clavarle la navaja, aplicó fuerza en su pierna y dando un paso hacia atrás permitiendo que la navaja pasara de largo, sujeto el brazo del sujeto, ilumino sus dos manos y apretó consiguiendo arrancarle un grito de agonía y haciendo que soltara la navaja.

No le pasó desapercibido de que el líder cayó debido a su impulso, el larguirucho se acercó para prestarle ayuda.

—¡Déjame idiota, acaba con él! —le rugió, haciendo que el semblante del criminal se volviera un tanto sombrío, aun así parecía tenerle más miedo a su compañero por lo cual se lanzó al ataque. 

No soltó el brazo del achaparrado, el cual no paraba de gimotear y pedir clemencia. Esperó pacientemente a que el larguirucho se acercara lo suficiente, se aferró un poco más al brazo del achaparrado, cubrió su pierna con energía natural, la levantó lanzando un golpe a la mano del larguirucho consiguiendo arrancarle el arma y un grito de dolor, aun así mantuvo su pierna arriba y la hizo regresar golpeando de llenó aquel flacucho rostro, el criminal solo dejo escapar un quejido antes de caer inconsciente.

—Por mi santísima madre —murmuró entre gimoteos el achaparrado.

Bajó el pie, jaló el brazo por el que sujetaba al criminal, el cual no impuso ninguna voluntad y salió disparado para encontrarse con su rodilla iluminada, consiguiendo enviarlo al mundo de los sueños.

—¡Son unos inútiles! —chilló el líder poniéndose en pie. Respiraba agitadamente, se aferró más a su navaja y su rostro se contorsiono debido a la furia.

Dejo escapar un gutural gritó y se lanzó al ataque sin ninguna lógica. Soltó el cuerpo inconsciente del achaparrado el cual se desparramo en la calle tenuemente iluminada por las farolas. Esquivó dos estocadas moviéndose hacia un lado, saltó un bulto que estaba en la calle, el criminal no se percató de ello y cargó hacia delante. Termino por tropezar con el mismo cuerpo de su compañero, cayendo de bruces contra el suelo y perdiendo en el proceso su única arma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.