Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

11. EL ASCENSO DEL HOMBRE

 

Se aferró al marco de la ventana, el latigazo de dolor se extendió con una velocidad alarmante. Por un segundo llegó a pensar que caería y se estrellaría contra el suelo del jardín trasero, así llamando la atención de todos los vecinos.

Movió su otra mano con gran velocidad hasta que consiguió aferrarse al marco, apretó los dientes y uno de sus pies quedo en el aire. Se mantuvo así por algunos segundos, cogió un poco del gélido aire, apretó los labios y descargo más fuerza en su brazo además del abdomen. Agachó la cabeza y se adentró en aquella habitación hundida en la penumbra.

Un suspiro cargado de cansancio se le escapo, arrastrando los pies se dirigió hasta su lecho que lo esperaba igual de desordenado como lo había dejado en la madrugada. Sus ojos entrecerrados se desviaron hacia el reloj que se encontraba encima de la mesa de noche, marcaba las cuatro y media de la madrugada.

Fue todo lo que observó, cayó rendido en aquel cómodo colchón, se movió envolviéndose entre las sabanas, se abrazó a una almohada y no tardó nada en entregarse a la oscuridad.

 

Abrió los ojos en cuestión de segundos o eso le pareció a él. Se movió un tanto incomodo entre las sabanas, giró el rostro hacia la ventana, por donde se adentraba un terrible viento gélido, el cual se arrastraba por toda la habitación y parecía lamentarse de algo.

Un quejido escapo de su interior al ser golpeado por el viento, sobretodo en su brazo izquierdo donde pareció adentrarse hasta el hueso e inició a congelárselo.

Un tanto molesto por haber despertado de nuevo tan temprano, apartó las mantas con su mano derecha, ya que el brazo izquierdo se le había quedado muy rígido y cualquier clase de movimiento le hacía apretar los dientes.

Se sentó en la orilla de la cama, se masajeo el rostro con su única mano buena además de despeinarse un poco. Un bostezo acudió a sus labios, por lo cual levantó el rostro dejándolo escapar, al tiempo que sentía un terrible latigazo de dolor en un costado, se llevó la mano hacia allí en un intento de reducir el dolor, dirigió la mirada hacía el reloj. Los ojos se le abrieron de manera automática, al descubrir que ya era la una de la tarde.

Muy aturdido por su recién descubrimiento, se puso en pie, sentía las piernas pesadas, era como si trajera moldes de concreto a su alrededor, aun así, no era tan molesto como su brazo rígido y costado izquierdo.

Se encamino con pasos cortos hasta la ventana, cogió la parte que había abierto, aunque la curiosidad fue más grande que él, le parecía extraño que no entrara ni un poco de luz, por lo cual sacó el rostro y miró hacia el cielo, encontrándose con un lugar cubierto con enormes y amenazantes nubes grisáceas, las cuales sin dudar eran las responsables de aquel gélido viento. Una vez hubo satisfecho su curiosidad, cerró la ventana y le puso su seguro, al cortar la corriente de aire pronto la habitación comenzó a tornarse más cálida.

Aspiró aire, aunque algo le incomodo entre sus fosas nasales y los labios, por lo cual decidió darse un baño, salió de su habitación cuidado que su padre no estuviera cerca, al no verlo, se adentró al cuarto de baño, cerró con seguro y se miró atentamente al espejo del lavamanos.

—Oh... joder... —fueron las únicas palabras que acudieron a su ayuda.

Lo que le molestaba debajo de sus fosas nasales, era toda la sangre coagulada que había escapado cuando Hiriko le golpeo directamente con su cabeza. Por suerte no se le había fracturado. Se cogió de la barbilla y se estaba mirando la sangre, cuando un nuevo latigazo de dolor se extendió por su brazo, por lo cual decidió elevarlo.

—Oh... mierda... —masculló al ver el enorme moretón negro que se extendía por todo su brazo.

La piel parecía haberse vuelto dura y totalmente rígida, pasó la yema de los dedos por encima, el simple contacto le causaba un ardor y picazón molesta. Mientras más lo revisaba, le fue sencillo comprender como había terminado así.

‹‹Todo ha sido mi culpa —pensó al recordar como fabricaba su escudo y lo elevaba para detener las balas, había resultado efectivo para ello, aunque no contaba con la fuerza de impacto—. Para la próxima, debo recordar cubrir mi brazo de energía››.

Aunque ya hubiera comprendido como se lo hizo, aquello no le ayudaba a obtener una solución. Nadie podía descubrirlo con un moretón de ese tamaño. Podría cubrírselo con camisetas de manga larga y el uniforme de conserje lo protegería, no así el dolor que causaba. Muy pronto comprendió lo que debía hacer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.