Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

12. EL SUSURRO DE LAS PENUMBRAS

 

Odiaba con todo su ser que lo hicieran llamar como si se tratara de un vil criado.

Apretó las mandíbulas, descargó más fuerza en sus puños y aceleró el vuelo.

Su gabardina roja sangre fabricada de cuero con runas con antiguos significados se agitaba por el soplar del viento, su cabello se agitaba menos, aunque eso se debía a que su máscara sujetaba de manera perfecta su rostro.

Para su creación se había inspirado en las máscaras de madera que se fabricaban antiguamente en el continente de áfrica. Según las leyendas, representaban el espíritu, algún héroe mitológico o un animal espiritual.

La idea lo había atrapado, por lo cual decidió desarrollar su propia máscara, pero no sería solo un objeto que le cubriría el rostro, no, mostraría su verdadero rostro a la humanidad. No tomaría como referencia a espíritus antiguos o héroes mitológicos, mucho menos a un animal, no, tomaría a un demonio, aquellos seres que aunque se encontraban en la oscuridad, con paciencia y manipulación podían conseguir lo que se propusieran.

La desarrollo usando su propia energía, una máscara que le cubriera todo el rostro, con dos grandes orificios en forma de media luna apuntando hacia abajo, eso simularía unos ojos divertidos y traviesos, los cuales disfrutaban de lo que estaba haciendo, su boca también sería grande, con una gran sonrisa y filosos dientes negros, sería roja con marcas en amarillo, con unos pequeños cuernos oscuros.

No le gustaba el ser llamado y acudir como un simple sirviente, aunque lo soportaba ya que podía ponerse su verdadero rostro y dejar atrás la farsa que era su vida. Realmente ardía en deseos por dejar atrás todas aquellas mentiras y mostrarle al mundo su verdadero ser.

A lo lejos deslumbro su destino. Una antigua torre de la edad media, se construyó con granito gris y se le conoce como la Torre Arrodillada, ya que un temblor le hizo torcerse un poco hacia un lado, fue abandonada cuando los conquistadores descubrieron que a varios kilómetros se encontraba una mejor zona donde construir una ciudad.

Se alzaba por encima de los enormes árboles, los cruzo con una increíble velocidad. La torre comenzó a acercarse con una velocidad inimaginable, no le presto la más mínima atención, a decir verdad aquello le agitaba un poco el corazón.

Cuando se encontró solo a cuestión de centímetros, le ordenó a su energía dividirse en partículas intangibles, su cuerpo se vio dividido en una explosión de denso humo rojo, el cual se adentró sin problemas en la torre.

No se podía acceder por abajo, ya que al inclinarse la entrada quedo enterrada en el fangoso suelo, las primeras habitaciones también eran inhabitables, solo la parte superior y las almenas continuaban funcionales.

La niebla roja se agazapo, se movió incomoda por aquella habitación enorme, con grandes muros grises, iluminada gracias a las dos antorchas que tendían de las paredes, llenaba todo el lugar con un color amarillento, aunque en su mayoría todo quedaba oculto en la oscuridad, solo visible debido a la poca luz que entraba gracias a la luna. Se movió de un lado a otro, se arrastró, hasta que se unió, las partículas volvieron a su sitio, sus brazos se formaron al igual que su torso, piernas y rostro, encima su vestimenta, se sacudió un poco de polvo que había osado tocarlo.

—Llegas tarde —sentenció con esa voz pretenciosa y un tanto aguda debido a la máscara que siempre lucía.

Se encontraba detrás de una mesa vieja de madera un tanto hinchada debido a la humedad. Había dispuesto unas cuantas velas posiblemente para leer los diversos documentos que se tendían sobre la superficie.

—Soy un hombre importante. Tenía asuntos pendientes que atender —y no mentía, aun recordaba el memorándum que había llegado a su oficina aquella mañana, lo leyó por tantas ocasiones que término por sabérselo de memoria y las letras comenzaron a danzar en su cerebro, solo molestándolo, sin darle una solución.

—Esa es una buena excusa —comentó sin ánimos, sin importancia, no parecía darle su lugar a las cosas que estaban sucediendo. Aunque eso no le sorprendía, desde que lo conoció aquella tormentosa noche hacía ya más de cuatro años en su hogar, siempre se había comportado de aquella manera.

—¿Por qué me has hecho venir? Me imagino que debe ser algo importante —se aventuró a comprender a que venía aquella apresurada reunión.

Shadow como se había presentado, pareció no prestarle atención. Cubría su rostro con una máscara de lacra blanca, sin duda provenía del antiguo oriente, aunque pecaba por su sencillez. Solo tenía dos ranuras rasgadas para los ojos, las demás facciones habían sido talladas en la máscara, simulando a un hombre sufriendo, con labios torcidos, mejillas hundidas, cejas hacía abajo, lo único que le agrego, fue el símbolo del Mantra en la frente, un círculo oscuro y dentro uno más pequeño relleno.




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