Tormenta de Héroes [crónicas de un Inesperado Héroe I]

14. LA CARCAJADA

 

Al despertar se planteó muy seriamente el no volver al instituto Wisdom.

Se quedó acostado algunos minutos pensando en todas las ventajas que le traía su empleo, además de sus ingresos. Al terminar considero que tenía más desventajas que otra cosa. Podría dejarlo y buscar otro empleo.

‹‹Y si quieres que te echen de la casa con mayor rapidez, que sea en algún restaurante de comida rápida››, le susurró su voz interior.

Sabía que aquello era cierto. No había considerado oportuno el decirle a su padre que estaba trabajando como asistente de conserje. Apartó las mantas y se puso en pie, abandono la habitación y se adentró al cuarto de baño.

Se dio una cálida ducha que solo le hizo abrir más los ojos. Aunque no soportara a su padre y este no mostrara tenerle algún tipo de afecto, siempre se había encargado de él, le compraba ropa, calzado, medicamentos cuando caía enfermo, lo llevaban al hospital cuando se ponía demasiado grave, le entregaba el suficiente dinero para subsistir en el instituto, tenía un techo bajo el cual dormir, una habitación para él solo, un lecho cálido que siempre lo esperaba, un ordenador con internet, televisión de paga, agua la cual beber y bañarse, además que alimentos nunca faltaban en la alacena. Además agregarle el que le pagaba a la señora Purfoy para que se encargara de lavarle toda su ropa sucia.

Temblando un poco abandono la ducha y se envolvió una bata blanca. No tenía que pagar recibos de agua o luz. Sin duda el dejar su empleo como conserje y que su padre descubriera que realmente no estaba yendo a la escuela, era muy probable que tendría que buscarse otro lugar donde dormir, además de pagar todos los demás servicios.

‹‹Viviría debajo de un puente y me alimentaria a base de basura, si con ello tuviera un poco de real atención de mi padre››, reflexionó mirando su reflejo en el espejo de su habitación. Entregaría todas las comodidades que lo rodeaban con tal de tener de vuelta a su madre, el tener un poco de afecto por parte de su padre, solo eso era lo que exigía a cambio de todo lo que le rodeaba.

Se secó el cuerpo con tranquilidad y calma, eligió lo que vestiría aquel día, mientras se abrochaba las agujetas de sus zapatillas deportivas, fue que comprendió que todo lo estaba haciendo demasiado lento.

Si bien era cierto que anoche había sido inyectado con una clase de droga, no sentía ni siquiera un efecto secundario, así que no podía atribuirlo a ello. Por lo cual se vio obligado a aceptar que se estaba auto-saboteándose sin proponérselo... o tal vez sí, ya fuera en lo más profundo de su inconsciente deseara el no volver al instituto y hacía todo lo posible por retrasarlo.

Echó una rápida mirada hacía el reloj, al ver la hora, comprendió que su auto-sabotaje había resultado ser muy efectivo.

—Demonios —masculló apresurándose en abrocharse las agujetas, al terminar se hizo con unos cuantos euros y se apresuró a abandonar su hogar.

Bajo al subterráneo y se hizo con su boleto, como siempre sucedía el tren estaba retrasado. Fue a ocupar su lugar en la plataforma de espera al igual que las demás personas. Algunos jóvenes con uniformes de escuelas no parecían preocupados por llegar tarde, más bien se encontraban inmersos en sus móviles, otros se colocaron los auriculares en sus orejas y se mantuvieron muy serios.

No recordaba cuando había sido la última vez que había conseguido disfrutar de una canción, eso le hizo rememorar que no tenía un móvil, lo había perdido mientras huía de la ciudad. Un suspiro cargado de melancolía le abandono desde lo más profundo de su cuerpo.

El tren llegó con aquella velocidad que lo caracterizaba, se detuvo dejando escapar un chillido incomodo, era la primera ocasión que se fijaba en aquellos pequeños detalles. Las puertas se abrieron dejando huir un cálido aire del interior.

Las personas a su alrededor no le prestaron ni un poco de atención a todo lo que sucedía, se limitaron a esperar que los vagones se vaciaran, cuando termino, caminaron hacia el frente con los ojos clavados en sus aparatos electrónicos. No se apresuró a entrar, sino que camino con pasos cortos, se detuvo en la entrada, aunque el vagón se encontrara repleto de seres humanos, le fue imposible no sentirse totalmente solo, vació, allí iban diversas personas, aunque ninguna parecía estar viva.

‹‹¿Acaso el estar a punto de morir me hace admirar lo bello que es la vida?››, reflexionó adentrándose en el vagón, elevando una mano para cogerse de la barra de protección y sentir los demás cuerpos sofocándolo en un denso calor.

Entre más se acercaban a su destino, se aferraba un poco más a la barra de protección. Sus pensamientos no tardaron en volver hacía lo sucedido el sábado en aquel restaurante, el olor a miel que despedían los labios de Danna, su contacto contra los suyos, unos ojos vacíos presenciando todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.