Todo era oscuridad. No había sonidos. Sus cuerdas bucales no provocaban ninguna alteración cuando abría sus labios para gritar. Se encontraba ciego. No podía ni verse sus propias manos.
‹‹Esto lo has provocado tú solo —le susurró una vocecita en su oreja. Apenas era un deje de voz, lejano, lúgubre, sin vida. No parecía provenir del exterior ni de la oscuridad, sino que retumbaba en su interior—. Dejaste que la confianza se apoderara de ti y ahora te encuentras perdido››.
Pestañeo un poco, sus parpados temblaban como si se tratara de gelatinas, unas luces anaranjadas lo cegaron de nuevo, esperó pacientemente en aquella oscuridad, hasta que volvió abrirlos.
Su mirada era nublosa, no le era posible distinguir nada, todo a su alrededor no eran más que enormes manchas borrosa de diversos colores.
—Así que este es el idiota que le ha causado muchos problemas a las mafias —escuchó que reverberaba una voz juvenil, aunque no poseía nada de felicidad, parecía que se la hubieran arrancado de tajo y ahora solo sonaba como los rugidos de una bestia sedienta de sangre.
Busco mover su cabeza, aunque todo le giraba de manera violenta. Un tanto a lo lejos, consiguió distinguir dos enormes sombras.
—El mismo —sentenció una segunda voz, era masculina y mucho más imponente, no parecía una bestia sedienta de sangre, sino que sonaba más relajado y tranquilo. Aquello lo inquieto aún más que la otra voz.
—No tiene madera de luchador —rugió la sombra sedienta de un poco de sangre—. Podría acabar con él, me sería muy sencillo, solo debería cogerlo de su estúpida máscara, levantarle el rostro y le rebanaría el cuello. Debería hacerlo...
—Basta —lo hizo callar la segunda sombra—. Se encuentra indispuesto e indefenso, no le haremos nada, así que lo mejor, será que te vayas, yo puedo encárgame sin problemas de él...
Las palabras se difuminaron lentamente y volvió a caer en una espiral donde no conseguía ver algo.
‹‹Tú confianza te cegó. Cerraste los ojos a algo que no querías ver —le reprochó aquella vocecita al tiempo que se hundía más en la absoluta nada—. Las burlas y los abusos te destruyeron. Y cuando conseguiste superarlos, temiste, te mentiste, ocultaste en lo más profundo de tu ser tus verdaderos deseos y optaste por mostrar una cara que era falsa. Y buscando creerte esa falsedad, te llenaste la cabeza con ideas erróneas, te convenciste de que realmente estabas haciendo una diferencia, cuando solo, buscabas alejarte de lo que en realidad querías ser...››
Abrió los ojos de par en par, aquello le agitó la mente de un lado a otro, solo consiguió distinguir un sinfín de lucecitas que lo seguían a cualquier lado que intentaba mirar.
Todo a su alrededor giraba con una violencia desmedida. Aquello le revolvió el estómago y sintió la bilis ascendiendo por su garganta, por lo cual buscando terminar con aquello, cerró los ojos y espero.
Las lucecitas lo siguieron hasta la oscuridad. Todo le daba vueltas, no entendía como había terminado en aquella situación.
‹‹Tú confianza es tu perdición››, le susurraron en la oreja, por lo cual apretó un poco más los parpados y los fue abriendo lentamente.
Las extrañas y pequeñas estrellas lo abandonaron, aunque los destellantes colores anaranjados y amarillos lo cegaron con la misma intensidad, movió la cabeza hacia otro lado y entrecerró los ojos, espero pacientemente, pestañeo en varias ocasiones, hasta que consiguió que aquella luz no le molestara.
Todo a su alrededor continuaba girando, así que decidió recargar la cabeza en el respaldo de la silla... sus ojos se abrieron de par en par, apretó el abdomen y aplicó fuerza en ambas piernas, buscó incorporarse, algo alrededor de sus piernas se cerró con más intensidad provocándole daño, al igual que en sus muñecas, así que termino desistiendo de aquel intento de levantarse.
Aquellos fugases forcejeos lo dejaron agotado, por lo cual comenzó a jadear. Alejo de su mente cualquier instinto de conservación el cual le pedía que saliera de allí mismo a como fuera posible y, se concentró en entender donde se encontraba.
Debido a la forma en donde se encontraba sentado, intuyo que estaría encima de una silla, sus pies tocaban un suelo firme y de concreto, por lo cual inclinó el cuerpo hacia un lado y otro, consiguiendo arrancarle unos cuantos chillidos a su asiento, entendiendo que se trataba de madera.
Movió solo las piernas y las ataduras volvieron a cerrarse con intensidad, por lo cual pronto desistió, aunque aquello le ayudo a comprender que tenía ambas piernas atadas a las patas delanteras de la silla. Por el dolor y ardor que descendía desde sus hombros hasta sus muñecas, se imaginó que debería tener ambas manos atadas a la espalda del respaldo de la silla.