Se quedó un momento admirando el techo de su habitación. Era del color de un huevo. No tenía ni una sola cuarteadura.
Le resultaba un poco complicado el dejar de pensar en lo que sucedido en la mansión Vance. Si bien todos los secuestrados habían salido ilesos solo con unos leves golpes, el señor Vance fue el más afectado, aunque por lo que se decía en el News, se recuperaba sin complicaciones.
Lo único que no le agradaba, fueron las bajas que tuvieron los secuestradores, cuando la policía entro, uso toda la fuerza bruta para abrirse camino, sin importarle si debían terminar con la vida de seres vivos.
No podía decir que conocía a los secuestradores, aunque algo en su interior le decía que eran culpables y ellos mismos se habían buscado ese final, aunque otra parte clamaba que no era necesario, que solo tal vez alguno de los secuestradores estuviera allí porque le habían obligado.
Cerró los ojos.
—No puedes ser el único héroe aquí, ¿Cierto? —le resonaron las palabras de Janes Vance. Jamás nadie de los que había ayudado se comportó de aquella manera tan heroica, la chica realmente estaba dispuesta a recibir una bala si con ello conseguía darle tiempo para escapar, aunque sabía a la perfección que lo que haría sería totalmente diferente.
Volvió abrir los ojos.
‹‹No puedes salvarlos a todos››, le susurró una voz en su mente. Sabía que tenía razón. Solo era un simple ser humano. Hacía todo lo que estuviera en sus manos para ayudar a su ciudad.
Con aquel pensamiento en mente, apartó las mantas y giró consiguiendo sentarse en la orilla de la cama.
Sus ojos miraron fijamente a la nada.
‹‹Debo dejar de poner en riesgo a las personas››, se recordó mentalmente.
Desvió sus ojos marrones hacía el reloj, la hora que marcaba eran las cinco con cuarenta y seis minutos. Chasqueó la lengua, se puso en pie y se encamino hasta su armario.
Eligió unos jeans grisáceos, una camiseta de manga larga color blanco, encima una chaqueta gruesa con capucha incluida color azul, a juego unas zapatillas deportivas.
Cuando se consideró listo, guardó varios euros en sus bolsillos al igual que su tarjeta del subterráneo, buscando no retrasar más el momento, abandono su habitación, bajo en total silencio y se adentró en la cocina, arrancó una hoja de un pequeño blog de notas, escribió una misiva:
Me he ido a la biblioteca pública. También he quedado con unos amigos, así que llegare un poco tarde.
No entendía muy bien porque se molestaba en escribirle una nota a su padre, aun así, la pego en el refrigerador y abandono la cocina, abrió la puerta principal, el gélido viento invernal le agitó el cabello y le acarició sus mejillas desnudas, lo que anunciaba el término de la temporada de lluvias, se acurruco un poco más en su chaqueta, metió ambas manos en las bolsas, cerró la puerta y abandono su casa.
El cielo aun luchaba por librarse de las garras de la oscuridad, aunque al parecer dicha batalla la iba perdiendo. Al pasar por debajo de las enormes farolas su sombra se proyectaba gigantesca en las desoladas calles.
Se detuvo en la tercera casa. Desvió su mirada hacía una ventana, todo dentro parecía reinar la oscuridad, bajó los ojos solo encontrándose con un Jensen FF, lo que le decía que los padres de Janet ya se habían marchado a casa de sus abuelos maternos. Los había conocido de pequeño, cuando aún el abuelo aún tenía fuerzas para levantarse y gritarles cuando le jugaban alguna broma.
Los recuerdos le hicieron formar una sonrisa. Hacía demasiado tiempo que no había vuelto a ver a los abuelos, aunque algo le decía que ya no debían ser los mismos de antes.
Y como si se tratara de una avalancha totalmente descontrolada, los recuerdos volvieron igual de frescos como si hubieran sucedido hacía solo cuestión de horas.
Ya había trascurrido una semana desde que llegara a aquella casa medio inconsciente, con cortes sangrantes y daños internos. Por más que preguntaba por el elegante Mist, ninguno de los criminales parecía haberse encontrado con él jamás. Era algo que le estaba frustrando, ya que aquel criminal debía tener una muy buena posición en la sociedad para ocultarse a plena vista y continuar así con sus fatídicos planes.
Aspiró un poco de aquel aire invernal. Apartó aquellos tormentosos pensamientos y se enfocó en recordar lo sucedido dentro de aquella casa, como la paliza recibida inesperadamente lo volvería a acercar a una de las personas a las cuales él más quería.