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No podía sacarla de la cabeza.
Y no porque quisiera, claro. Simplemente, cada vez que cerraba los ojos, aparecía esa imagen suya mirando el mar como si buscara respuestas que nadie más entendía. Lía.
La chica de la cámara. La que parecía tan fuera de lugar en este pueblo que hasta el viento giraba a su favor.
No era mi tipo.
O al menos eso me repetía mientras ayudaba a mi viejo en el taller, con las manos llenas de grasa y el ruido de los autos intentando cubrir los pensamientos que no quería tener.
Pero cuando el sol empezó a bajar, supe que iba a volver a la playa.
Y supe, también, que esperaba verla.
Caminé hasta la orilla, sin intención de admitir nada. No sé si fue suerte o castigo, pero ahí estaba otra vez: con su cámara colgando del cuello, el pelo moviéndose con el viento, la misma mirada curiosa de siempre.
No me vio al principio. Me quedé observándola un rato.
Era distinta a todo lo que conocía: tranquila, pero fuerte. Frágil, pero determinada.
Y de alguna forma, sin saber por qué, me daban ganas de protegerla.
—¿Otra vez sacándole fotos al mar? —pregunté, rompiendo el silencio.
Se giró, sorprendida, y su sonrisa se formó antes de que intentara esconderla.
—¿Y vos otra vez molestando? —me respondió con ironía.
Me reí.
—Tal vez. O tal vez el mar me trajo de vuelta.
Rodó los ojos, pero no se fue.
Nos quedamos hablando un rato. No de cosas importantes, solo… de nada y de todo. Y fue raro, porque hacía mucho que no me sentía así con alguien.
En un momento, el viento levantó la arena y un mechón de su cabello se le pegó en la cara. Sin pensarlo, lo aparté.
Fue un segundo, pero bastó.
Nuestros ojos se encontraron, y por primera vez, no dije nada.
No era solo atracción. Era algo más. Algo que me asustaba, y al mismo tiempo, no quería soltar.
Cuando se fue, me quedé mirando el horizonte, preguntándome por qué me importaba tanto alguien que recién conocía.
Y sin embargo, lo supe.
Porque Lía tenía algo que el resto no: una calma que me desarmaba y una mirada que me hacía sentir que aún podía ser alguien distinto.
Y tal vez, solo tal vez… esta tormenta recién estaba comenzando.