Tormenta de Verano

Capítulo 11 — Lía

-

-

No sé en qué momento todo se volvió tan complicado.
Quizás fue cuando nuestras manos se tocaron, o cuando lo vi mirarme como si fuera lo único que existía.
Lo cierto es que desde esa noche no puedo pensar en otra cosa.

Leo.
Su nombre me da vueltas como las olas cuando no querés salir del agua, pero sabés que en cualquier momento te arrastran.

Intento hacer como si nada.
Sonrío, salgo con Ivy, me río de los chistes de Nico…
pero hay algo distinto.
Algo en mí cambió.

—Te pasa algo —me dijo Ivy, cruzando los brazos mientras pintaba sus uñas—.
No me vengas con el cuento de que no.
Tenés esa cara de “me enamoré y no sé qué hacer con eso”.

—No estoy enamorada —mentí.
Ella me miró por encima de los lentes, divertida.
—Claro. Y yo soy la reina del invierno.

Reí, aunque por dentro sentí un nudo.
Porque parte de mí quería negarlo, pero otra… otra parte solo quería volver a verlo.

Esa noche en la playa quedó grabada en mi piel.
El fuego reflejándose en sus ojos, el viento jugando con su pelo, y esa calma suya que escondía algo roto.
No sé qué era, pero lo sentí.
Como si mi alma lo reconociera antes que mi cabeza.

Desde entonces, todo me recuerda a él.
El sonido del mar, una canción en la radio, el reflejo del sol en el agua.
Incluso los silencios.
Sobre todo los silencios.

Intento convencerme de que no es nada, que solo fue el momento.
Que el verano tiene esa forma de hacernos creer en cosas que después se derriten con el calor.
Pero cuando lo vi hoy, apoyado contra la baranda del muelle, supe que ya no había vuelta atrás.

No me vio.
O quizás sí, pero fingió que no.
Y fue peor.
Porque una parte de mí quería que me buscara, y otra… quería huir.

Ivy me habló de Nico todo el camino de regreso.
Decía que él era distinto, que la hacía reír, que no tenía miedo de decir lo que sentía.
Y yo la envidié un poco.
Porque a veces quisiera que lo de Leo fuera así: simple, sin miedo.
Pero no lo es.
Leo es una tormenta disfrazada de calma.

Esa noche, cuando me acosté, escuché el sonido de las olas desde mi ventana.
Cerré los ojos y lo vi, caminando hacia mí, con esa mirada que no pide permiso.
Y entendí que no importa cuánto lo intente negar.
Ya estoy dentro de su historia.
Y no sé cómo salir sin romperme un poco.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.