Tormenta de Verano

Capítulo 14 — Leo

-

-

No sé en qué momento empecé a perder el control.
Quizás fue la forma en que me miró cuando la saqué del agua.
O cómo se muerde el labio cuando está nerviosa.
O la manera absurda en que hace que el resto del mundo deje de importar.

Pero lo que sí sé es que no podía seguir así.
No podía seguir esquivando algo que ya me estaba quemando por dentro.

Cuando Lía se giró y me vio, sentí ese golpe en el pecho otra vez.
Ese que odio.
Ese que necesito.

—¿Qué querías hablar? —preguntó, bajando la mirada como si temiera la respuesta.

Me acerqué un poco. No demasiado. No lo suficiente.
Solo lo justo para que su respiración chocara con la mía.

—Quería que dejemos de hacer esto —dije.

—¿Hacer qué? —susurró ella.

—Pretender que no pasa nada.

Lía tragó saliva.
Los dedos se le enredaron entre sí, como siempre hace cuando quiere esconder lo que siente.

—Leo… no sé de qué hablás.

—Claro que sabés —contesté, más rápido de lo que quería—. Sabés desde el primer día.
Desde que te vi en el agua.
Desde que te aferraste a mí como si confiabas en mí sin conocerme.

Ella levantó la cabeza, y su mirada…
Dios.
Esa mirada me arruinaba.

—Yo no confío tan fácil —dijo.

—Yo tampoco —admití.

Y ahí estuvo: el primer pedazo de verdad que dejé escapar.

El viento soplaba fuerte.
El mar golpeaba las piedras como si marcara el ritmo de algo que ninguno de los dos podía frenar.

—Lía… —dije, bajando la voz—. No quiero que me evites.
No quiero que actúes como si te diera igual.
Porque no me da igual a mí.

Ella cerró los ojos un segundo.
Como si quisiera esconderse.
Como si la asustara sentir algo.

—Yo no te evité… —empezó a decir.

—Sí lo hiciste —la corté, suave—. Y está bien.
Supongo que yo también lo hice.

Lía respiró hondo, nerviosa.
—Es que… no sé qué querés, Leo.

Me quedé quieto.
No me esperaba esa pregunta.
O quizá sí, pero no tan directo.

Tomé aire.

—Quiero… —dije.
Pero me frené.
No podía decirlo así de golpe.
No cuando tenía tantos fantasmas encima.
No cuando no quería lastimarla como había lastimado antes.

Pero ella dio un paso hacia mí.
Y ese paso me borró todos los límites.

—¿Qué querés? —repitió, más suave, más peligrosa.

La miré a los ojos.
Y por un momento, quise ser valiente.

—Quiero conocerte de verdad —susurré—.
Quiero que dejes de escapar cuando te miro.
Quiero que seas honesta conmigo.
Y quiero… —mi voz tembló un poco, mierda—.
Quiero entender por qué no puedo sacarte de mi cabeza.

Ella abrió los labios, sorprendida.

Y justo cuando iba a responder, una ola rompió con fuerza detrás nuestro, salpicándonos de repente.

Lía rió.
Esa risa suave, limpia, que hace que todo lo oscuro se calle.

Y yo supe, en ese instante, que estaba perdido.

Completamente perdido en ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.