Tormenta de Verano

Capítulo 15 — Lía

-

-

No sabía qué era peor:
si el silencio que se formó después de su confesión,
o el ruido que hacía mi corazón queriendo escaparse del pecho.

Leo seguía ahí, mirándome como si estuviera esperando algo que yo no sabía si podía darle.
O si quería darle.
O si me daba miedo admitir que sí.

La ola que nos había salpicado me dejó la piel fría, pero adentro… adentro estaba ardiendo.

—Leo… —empecé, pero mi voz sonó más suave de lo que pretendía.

Él inclinó la cabeza, atento, serio, como si cada palabra mía importara más de lo que debería.

—No sé qué hacer con lo que me estás diciendo —confesé—.
No estoy acostumbrada a… esto.

—¿A qué? —preguntó él, acercándose apenas un paso.
Muy poco.
Pero lo suficiente para que mi respiración se enredara con la suya.

—A que alguien sea tan… directo —dije, evitando sus ojos.
—No soy directo con cualquiera.

Mi estómago dio un vuelco.

Miré hacia la playa.
Ivy y Nico todavía estaban por ahí, aunque intentaban disimular.
Sabía que nos estaban espiando, y por primera vez, no me importó.

—Yo pensé que no te caía bien —admití.
Lo dije rápido.
Como quien arranca una curita.

Leo se rió, bajito. Esa risa ronca que tenía el poder de desarmarme de formas que recién estaba empezando a entender.

—Si no me cayeras bien, no estaría acá —dijo—.
Y no estaría diciendo todo lo que acabo de decir.

Sentí un calor extraño en el pecho.
Un miedo dulce.
Como si estuviera al borde de algo que podía cambiarlo todo.

—Pero yo… —murmuré—.
Me asusta sentir tanto, tan rápido.

Él no respondió enseguida.
Solo se quedó mirándome.
Como si estuviera intentando descifrarme.
O cuidando que no me rompiera sola.

—A mí también me asusta —confesó—.
No te creas que soy de hierro.

Lo miré.
Y por primera vez desde que lo conocí, vi algo más atrás de su mirada:
no era solo intensidad, o misterio, o ese fuego que me quemaba.
Era vulnerabilidad.
Era verdad.

—Lía… —dijo, bajando la voz—.
No te estoy pidiendo que sientas lo mismo.
Ni que digas nada ahora.

Tragué saliva.
¿Entonces qué quería?

—Solo quiero… que no salgas corriendo —terminó.

Y ahí se me rompió algo adentro.
No de tristeza.
De reconocimiento.

Porque yo había estado corriendo.
Corriendo de él, de lo que sentía, de lo que podía pasar.

Respiré hondo y di un paso hacia él.
Un paso chiquito.
Pero mío.

—No voy a correr —dije.
Y esta vez mi voz no tembló.

Leo me miró con una mezcla rara de alivio y sorpresa.
Como si no hubiera esperado que me acercara.
Como si mi palabra tuviera más peso del que imaginaba.

Y entonces, sin tocarme, sin moverse, sin romper la distancia que aún nos separaba…
se quedó ahí.
Conmigo.
En ese momento que parecía eterno y frágil a la vez.

Y yo supe que, sin darme cuenta, acababa de cruzar un límite.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.