Tormenta de Verano

Capítulo 18 — Leo

-

-

La casa estaba oscura cuando entré.
No prendí ninguna luz.
No podía.
Siento que si lo hacía, todo lo que estaba pasando adentro mío iba a quedar demasiado expuesto.

Cerré la puerta despacio y me apoyé contra ella, dejando caer la cabeza hacia atrás.

Respiré.
Mal.
Torpe.
Como si me faltara el aire desde que la dejé en la playa.

No sé qué carajo me pasa.

O sí sé.
Y prefiero no ponerlo en palabras.

Pero la imagen no se va.

Lía.
El farol elevándose.
Su mano rozando la mía.
Esa forma con la que me miró, como si yo fuera algo que vale la pena quedarse mirando.

No estoy acostumbrado a eso.
A que alguien me vea.
A que alguien quiera verme.

Subí las escaleras casi sin sentir los pasos.
Entré a mi habitación y me tiré en la cama de espaldas, todavía vestido, con arena en los bolsillos y sal en el pelo.

Cerré los ojos.
La escena volvió como un golpe.

Ella susurrando “no quiero que te vayas”.
Su voz temblando.
No por miedo.
Por sentir.

Y yo diciendo que no me iba a ir.

¿Quién mierda soy yo para prometer eso? Si siempre soy el primero en abandonar, si huyo antes de que algo pueda lastimarme. Pero esta vez… no pude.

Porque cuando Lía me habla así, todo lo que siempre creí sobre mí se afloja.
Como si ella pudiera ver algo que yo no veo.

Me pasé las manos por la cara.

No debería involucrarme.
No debería dejar que esto crezca.
No debería sentir todo lo que estoy sintiendo.

Pero…
¿cómo se supone que la mire y no sienta nada?

La imagen de ella mirando el farol, con esa expresión tierna y valiente a la vez, se me clavó en el pecho.
Me gustó verla así.
Me gustó estar ahí.
Me gustó sentir que ella quería que yo estuviera ahí.

Demasiado.

Y ese es el problema.

Escuché mi celular vibrar.
Lo miré sin desbloquearlo.
Mensaje de Nico:

“¿Todo bien, hermano? Se te notaba… diferente.”

No le contesté.
No puedo.
Porque si empiezo a poner esto en palabras ahora, no sé dónde voy a terminar.

Me giré de costado, mirando la ventana.
El cielo estaba oscuro, pero todavía quedaban algunos puntitos de luz.
Faroles perdidos, subiendo lento.

Uno de esos era nuestro.
Ese que soltamos juntos.

Y aunque no quiera admitirlo…
Ese farol se llevó una parte de mí.

O peor:
Le dio una parte mía a ella.

—Lía… —susurré sin querer.

Solo decir su nombre hizo que todo me quemara un poco más.

Estoy en problemas.
En muchos problemas.

Porque por primera vez en mucho tiempo…
no quiero escapar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.