Ya habían pasado dos meses, y las vacaciones tan esperadas, están muy cerca, a tan solo dos días, las amigas ya habían cogido las vacaciones de la universidad, y hoy por la mañana habían quedado en el centro comercial, para comprarse unos bikinis.
Zoé había quedado con Gina, en el parque cerca de su casa, allí cogerían el tren, que las dejaría a dos manzanas del centro comercial.
Leila pasaría con su coche, a recoger a Naomi, hasta el centro comercial.
Llegaron Zoé y Gina las primeras, y se sentaron en una terraza, de una cafetería que hay en la entrada del centro comercial, se pidieron dos coca colas bien fresquitas.
—¡Que ganas tenía ya, de las vacaciones! Este curso me ha sido algo más pesado, que calor hace hoy, ¿no? —Dice Gina.
—¿En serio? Pero si tú eres, la que más estudias, yo este curso no me puedo quejar, también he estudiado mucho, este año, pero bueno ¡Por fin, vacaciones! Pensemos solo en lo bien, que lo vamos a pasar...
—¡Tienes razón! ¡Agárrate, Nosy Iranja! Que vamos para allí, jajaja.
Leila aparco el coche en el aparcamiento, y vieron a las dos amigas sentadas en una terraza.
—¡Míralas ahí, en la terraza! Disfrutando del día, parecen dos turistas con las gafas de sol jajaja—dice Leila.
—Que mala eres, tendrían calor.
—¡Que bien estáis, aquí! Chicas, os vais a poner morenas, antes de llegar a la isla—dice Leila.
—Llegamos hace un rato, y nos sentamos aquí, se está de maravilla, ¿Queréis tomar, algo? —Dice Zoé.
—Vosotras invitáis, por algo habéis llegado antes, yo no puedo gastar dinero, que después no me llega para las vacaciones —dice Naomi.
—Mira que tienes morro, Naomi eres la que mejor estas económicamente, ¿Has venido, a comprar sin dinero? Las bebidas invitamos al resto no, jajaja—contestó Gina.
—Cambiemos de tema chicas, ¿ya tenéis, hecha la maleta? Yo sí, solo me queda meter los bikinis, y la cámara de fotos, que, si no, se me olvida, quiero inmortalizar todos los momentos—dice Zoé.
—A mí me queda por meter algunas cosas, pero esta tarde la termino de hacer—dice Gina.
—Pues yo chicas, ni siquiera he empezado, me iba a poner hacerla ayer, pero como salimos por la noche, esta mañana no hice nada, y tu Naomi, —dice Leila.
— Yo la tengo ya, bueno para meter lo que compre hoy, quiero comprarme algo de ropa, mi padre me ha dado la tarjeta, y tengo carta blanca jajaja.
Las amigas se miraron riéndose de Naomi.
—Estas siempre igual, no vas a cambiar nunca, bueno cuando tengas tu propio dinero lo harás, —dice Gina.
—Bueno chicas vayamos ya, que tardaremos en comprar, que algunas somos muy delicadas jajaja—dice Leila.
Las cuatro amigas se empezaron a reír, y entraron en el centro comercial, había bastante gente, eran las doce de la mañana, y era sábado, Naomi se compró bastante ropa, camisetas, pantalones cortos, algún vestido para salir por la noche, las tres amigas, se compraron tres bikinis y algún pantalón corto para estar más cómodas.
—Chicas, os puedo acercar a casa en un momento, no me cuesta nada, en serio—dice Leila.
—¡Nos harías, un gran favor! Tengo los pies machacados de tanto caminar, hemos dado muchas vueltas, buscando el vestido de la señorita Naomi—dice Zoé.
—Vamos entonces, meter las bolsas en el maletero, y subir atrás.
—Déjame a mi primero, mi padre estará enfadado conmigo, es bastante tarde, no le gusta que llegue tarde a comer. —Dice Gina.
—Bien vale, me da igual, aunque ya eres mayor de edad, para que tu padre, te tenga que poner hora de llegada, como a una niña, yo cuando pueda me independizo, lo tengo muy claro—dice Leila.
—Eso es lo que lo que me dice mi padre, que cuando viva sola haga lo que me dé la gana, pero mientras este en su casa no, y menos mal, que me deja ir al viaje chicas, porque no las tenía todas conmigo, ya conocéis a mi padre, no es malo, solo algo severo, pero bueno ya estoy acostumbrada—dice Gina.
—Pues yo no podría aguantarle, también te lo digo, no lo aguantaría—dice Leila.
—¡Venga chicas! Cambiemos de conversación, que ya nos queda muy poquito para irnos, y disfrutar de una isla paradisiaca que nos está esperando, y unos morenitos bronceados por el sol...—Dice Naomi.
Las chicas la dejaron en la puerta a Zoé.
—A la tarde hablamos por WhatsApp, para quedar, adiós Zoé—dice Leila.
—¡Vale! chicas— adiós chicas.
Zoé llamó al timbre de su casa, le abrió su hermano.
— ¡Hola, enano! ¿Qué tal el partido de hoy? ¿Habéis, ganado? Por tu cara creo que no.
—¡No me llames, enano! No soy un niño, tengo ya quince años, y casi de tu misma estatura, y si hemos perdido, porque el árbitro no pito dos penaltis.
—No te enfades hermanito, que yo te quiero mucho, ¡Ven aquí anda! Dame dos besos.
—¡Quita! No seas tan besucona hermanita, que me dejas todas tus babas, en la cara ¡Por, cierto! Yo también te quiero.
—Ya lo sabía enano jajaja.
Zoé subió a su habitación, cogió la maleta para guardar la ropa que había comprado, sonaron unos golpecitos en la puerta.
—¡Si! ¿Quién es? Un momento ¡Por favor!
—¡Soy, yo! Zoé.
—¡Pasa mama! Me estaba cambiando, de ropa.
—¡Bueno! ¿Qué te has, comprado? Que no, me lo has enseñado.
—¡Lo tengo aquí, en la bolsa! Mira tres bikinis, y tres pantalones cortos.
—Los bikinis son muy bonitos, cada vez más pequeños jajaja, me gustan los pantalones, ¿has cogido, para el viaje algún vestido para salir?, lleva sandalias planas y de tacón, ¿has cogido, la cámara ya?
—¡Si mama! La acabo de coger, ahora meto todo lo que me he comprado, y ya tengo la maleta preparada.
—¡Esta bien, hija! Vamos a comer ya, te estamos esperando, acaban de llegar, tu padre con tu hermano hace poco, han perdido el partido, está un poco enfadado.
—Si lo sé, he hablado con él, ¡vamos mama!