Hjalmar an Craite consiguió cerrar los dedos de las manos, no sin emitir un quejido de dolor. La muñeca derecha llevaba sin responderle desde que la tarde del día anterior se había resbalado en las rocas que rodeaban al acantilado de Rannvaig. Había sido una de sus impulsivas aventuras.
Una roca había emergido en medio del mar hacía dos días. Hjalmar lo consideró un presagió y se aventuró en las rocas resbaladizas con la intención de llegar hasta ella. Estaba totalmente convencido de que habría runas en ella. Él sería quien diera la clave para descifrarla para después encontrar a Ciri. Su sorpresa llegó cuando la vio cogiendo moluscos muy cerca de él. A tan solo diez metros.
Sus cabellos blancos hicieron que Hjalmar se emocionará demasiado. Corrió hacia ella sin pensarlo y las rocas resbaladizas por el agua del mar le jugaron una mala pasada. Cayó con todo su peso sobre su pobre muñeca. La muchacha resultó ser la hija albina de un pescador de tan solo 12 años de edad. Hjalmar se consideró estúdido porque hacía años que no veía a Ciri y seguramente se habría convertido en una hermosa joven.
Sin embargo, lo que más le dolía a Hjalmar no era el fracaso ni la torcedura de muñeca, sino las risas de su hermana pequeña. Cerys no poseía la fuerza bruta de Hjalmar, pero sí era mucho más inteligente y cauta que él, lo cual la hacía mucho más apta que su hermano para ciertas tareas, como por ejemplo gobernar.
En medio de la cena, Cranch miraba con preocupación a su hijo. En cuanto llegó a casa, le hizo ver su temor de que estuviera roto, pero como Hjalmar había recuperado casi toda la movilidad no parecía nada que no se curase con tiempo y un par de calmantes. Cerys lo había llamado “un estúpido con suerte”. Incluso en un momento familiar, ella no pudo evitar meterse con él.
—Geralt de Rivia lleva mas de cinco años buscando a esa muchacha y, ¿tú la vas a encontrar porque has visto una nueva roja en la playa?
—Era un presagio —murmuró Hjalmar.
—La marea estaba baja. Si me escucharas de vez en cuando lo sabrías.
Cerys normalmente no era tan insoportable, pero cuando Hjalmar nombraba algo de Ciri o de la posibilidad de que él se convirtiese en rey, sacaba todo su arsenal de su lengua punzante. Eran temas que al parecer le molestaban personalmente. Hjalmar no entendía porque la partida de Ciri, y la posibilidad que él se casase con ella como se había prometido a los 15, le molestaba tanto. No es cómo si Cerys estuviera enamorada de Ciri. Cuando la muchacha de Cintra pasaba largas temporadas con ellos, Cerys se dedicaba a mirarla a lo lejos con admiración y se ponía nerviosa cuando cruzaban un par de palabras. Aunque Hjalmar debía admitir que nunca se le había dado bien todos los asuntos que tuvieran que ver con el corazón. A él le interesaban otras cosas, como la gloria de por fin encontrar a Cirilla de Cintra.
—No seas tan dura con tu hermano. —Crach tenía debilidad por su hijo—. Se está preparando para cuando haya que elegir un nuevo rey. Los dioses no lo quieran, pero a Bran no parece quedarle mucho tiempo.
—Yo también participaré, Padre —dijo Cerys molesta.
—Y será una competición digna de ver.
—¿Qué le pasa al viejo Bran ahora? —preguntó Hjalmar. No quería volver a hablar de ese tema porque estaba cansado de discutir con su hermana.
—El corazón, hijo. Cada vez le va más lento. Está buscando un curandero de la universidad de Oxenfurt. En Skellige parece que no hay nadie que pueda ayudarle. Alargar su vida. Ya sabéis.
Hjalmar se quedó pensativo. ¿Qué podría hacer él en su campaña para conseguir ser el rey de Skelligue? Desde luego, su hermana era su rival más poderoso, pero las islas seguían siendo patriarcales. Hjalmar contaba la ventaja de sus aventuras y su fuerza, pero necesitaba algo más. ¿Tal vez matar a un cíclope? Sería un hueso menos duro de roer que Cerys. Eso estaba claro.
***
La profesor Ludivicka no acostumbraba a tener muestras de cariño con sus alumnos, pero aquella vez hizo una excepción. Abrazó con fuerza a Eve y le mandó saludos del profesor Quitatrabas.
—Siente mucho no haber podido venir en persona. —Eve recordó al hombre misterioso de Novigrado y un escalofrío le recorrió la espalda. Preferiría no ver al profesor para no tener que preguntarle al respecto.
Shani apretó la mano de Eve. Se podía contar con la joven médica incluso en los momentos más difíciles. Iba a acompañar a Eve hasta su nueva casa y también en las despedidas de todo el mundo. Tuvo que aplacar su furia un poco con palabras dulces cuando el príncipe ofiri se presentó para decirle adiós. En ese momento, cuando ya solo quedaba la profesora en la puerta de la universidad, la presencia de Shani evitaba que se echase a llorar.
—No está todo perdido. Muchos estudiantes se van fuera de la ciudad a trabajar para nobles y gobernantes durante un corto período de tiempo. Pagan bastante bien, así que quizá puedas retomar tus estudios el año que viene.
—No lo sé. Creo que mis hermanos me necesitan más que nunca. —La profesora sonrió levemente.
—Deja al menos que lo intente. Si encuentro algo para ti te lo diré cuando vaya a visitarte en dos semanas. ¿Algún destino que te interesa? —Eve no tuvo que pensárselo dos veces.
—Skelligue —dijo sin muchas esperanzas.