Eve consiguió sacar la aguja de la piel del rey con éxito. Entonces pudo volver a respirar. Shani nunca le había dicho que la peor parte de su profesión era tener en tus manos la vida de otra persona. Tenía que decírselo en su siguiente carta.
—Ahora necesitaré un poco de tiempo para probar unos remedios. —Birna frunció el ceño y dijo algo que Eve no entendió.
—Calma, cariño. Úrsula está segura de lo que hace. —Eve tragó saliva.
—Sí, necesito probar mis remedios con esta sangre antes de inyectarla. Solo para estar seguros de que no es nocivo para él.
Eve tenía una guía clara de la profesora Ludivicka. Examinar la sangre del rey y ver si realmente era el exceso de grasa como todos los médicos creían que le provocaba el dolor de pecho. Después, conseguir diluirla. Eve lo había hecho cientos de veces con cerdos. Solo necesitaba estar segura de que fuera a funcionar con un ser humano.
—Trabaja rápido. Esta noche es el banquete.
El estúpido baile. Es cierto. Eve tenía que darse prisa si quería que los jarls vieran el resultado de inmediato. Por suerte, sabía de una infusión que Shani utilizaba mucho y que había estudiado en su optativa de medicina. Eve intentó relajarse. Si podía haber curado a decenas de personas en el mes que trabajó como herborista, podía ayudar a Bran.
***
Los planes de Hjalmar habían sido un fracaso. Armiño se había negado a colaborar con el brujo porque “bastante tenemos con la hechicera”. Hjalmar se sentía cada vez más frustrado. Por suerte Cerys había mostrado interés por el tema y le estaba ayudando.
—No entiendo nada de lo que pone aquí —dijo la muchacha.
—¿Es común?
—No. Es infernal al parecer.
Hjalmar se asomó a ver el libro que tenía Cerys entre sus manos. Definitivamente era la lengua de Skellige. Aunque podía entender lo que cada palabra significaba por separado, era incapaz de que formaran una frase con sentido.
—No puedo más.
—No te rindas ahora, hermanita. Estamos casi.
—No entiendo nada, Hjalmar. Y yo no sé hacer pociones. Habla con Yennefer.
—Armiño no me deja. —Cerys suspiró.
—¿Y Lambert?
—En la taberna. Lleva allí como un día entero contando historias. Le invitan a las cervezas.
—Panda de cerebros de pacotilla —murmuró Cerys. —Intentaré encontrar a alguien en el festín.
Hjalmar se dio cuenta de pronto de qué día era. Había estado tan ocupado intentando ser un héroe que se había olvidado de la parte más importante. La política y las relaciones eran tan esenciales como la gloria a la hora de contentar a los jarls. Y a Cerys se le daba mucho mejor ganarse el respeto de la gente.
***
Eve se sentía fuera de lugar en ese banquete. No conocía a nadie y además ni siquiera entendía la lengua antigua que se hablaba en Skellige. La familia de Bran, quienes eran sus únicos conocidos, se sentaron en la parte más alta de la mesa. A la derecha, todos los jarls de Skellige. A la izquierda, sus hijos. En frente, el servicio más destacado, donde ella se encontraba. Eve tenía que fingir ser una médica delante de todos esos eruditos. Además, tenía que fingir no ser alquimista, lo que era más complicado.
Cuando pasó la vista por todo el salón, cruzó miradas con uno de los hijos de los jarls. Era pelirrojo y bastante corpulento. No tanto como Olgried y
Vlodimir, pero sí podría haberle dado una paliza a cualquiera de sus amigos. A su derecha se sentaba una chica que por el parecido debía de ser su hermana. Eve se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo mirándolos y apartó la vista para encontrar el camino a su silla.
Un hombre con un extraño sombrero hablaba con una mujer increíblemente bella. De ojos morados y pelo negro. Olía a lila y grosellas. Para su alegría, se dio cuenta de que hablaban la lengua común y tomó asiento, no sin miedo.
—Hola —dijo ella con timidez—. Soy la curandera del rey Bran.
—Oh, vienes de Oxenfurt. ¿Qué se cuentan con la guerra? Yo también estudié allí—dijo el hombre del sombrero.
—Es complicado. Nilfgaard tiene guardias en la puerta de… algunos profesores. Los más importantes y los más peligrosos.
—Ya veo. ¿Pero dónde están mis modales? Mi nombre es Myszowor, aunque todo el mundo me conoce como Armiño. —Eve agradeció que tuviera un apodo, porque no se creía capaz de pronunciar ese nombre. —Ella es Yennefer de Vengerberg.
La aludida hizo una inclinación con la cabeza. Eve solo podía pensar en que esa era Yennefer de Vengerberg. Estaba ante una de las hechiceras más poderosas del mundo y la culpable de la desgracia amorosa de Shani. Se sentía tan sorprendida porque estaba siquiera a unos metros de ella que casi se le olvida contestar.
—Un placer. Yo soy Úrsula von Everec. —Armiño entornó los ojos.
—¿De qué me suena ese nombre? —murmuró el druida. Eve se había hecho un nombre demasiado pronto como la alumna aventajada del profesor Quitatrabas. Era complicado no parecer alquimista delante de un alquimista.
—Mi familia cayó hace poco en la ruina económica. Al parecer las historias han viajado lejos.