La primera luz de la mañana se coló por una ventana de Kaer Trolde y golpeó a Hjalmar en la cara. Todavía no quería despertar, tenía que mucho que enfrentarse si decidía salir de la cama. Sus miedos habían tomado forma en sus sueños y no podía dejar de ver a Eve en ellos.
El primer día, tan solo se besaban y luego huía. La segunda vez, alguien los pillaba en el lago dónde habían ido durante el banquete y desterraban a Hjalmar. El tercero… el tercero había sido el peor.
Hjalmar era el rey de Skellige y su hermana era su jarl. Se había conseguido casar con Eve y el pueblo la amaba y la aceptaba. Todo era maravilloso, hasta que Lambert volvió a aparecer para llevarse a Eve. Sin embargo, él tan solo era un mensajero de un hombre sin rostro llamado Albert. Eve dejaba a Hjalmar para volver al continente con él y el brujo lo mataba mientras dormía.
Solo eran sueños, se decía a sí mismo el muchacho. Sabía que era más que eso. Desde que había admitido delante de Cerys tener sentimientos por la alquimista, su amor se había vuelto mucho más fuerte. Se había intentado prometer a sí mismo que nunca más volvería a verla, pero luego en aquellos sueños se sentía feliz a su lado que le dolía despertar y no tenerla a su lado.
Eve era su amiga. Una amiga que estaba prometida con un noble de Temeria y casada con la Universidad de Oxenfurt. El consuelo de Hjalmar era que un romance resultaba tan imposible que nunca tendría que preocuparse de su trono si estaba cerca de ella. Además, Cerys y él estaban de acuerdo en que la alquimista nunca había dado muestras de estar interesada en Hjalmar.
Alguien llamó a la puerta y no le quedó más remedio que poner al fin los pies en el suelo y arrastrarlos hasta llegar a la entrada de la habitación. Allí se encontró con uno de sus sirvientes que le tendía una carta cerrada. Detrás de él, Cerys la miraba con curiosidad. Hjalmar se sorprendió porque era la primera vez que alguien se tomaba la molestia de escribirle.
—Es de An Skellig —dijo Cerys—. ¿Puedo pasar?
—No.
A su hermana le dio igual que Hjalmar quisiera encargarse de aquello a solas. Cerys era demasiado cotilla en lo que respectaba a su vida amorosa. Cuando descubrió su relación con Eve, Hjalmar pensó que se debía a un deseo de que él se olvidara de su amor adolescente. Ahora sabía que era simple curisiodad. Entonces entendió porque Cerys era tan buena moviéndose entre las intrigas de la corte. A él le daba igual si Lugos el Loco degollaba bandidos o vendía tierras.
—¿Será de Eve? —Cerys se sentó en la cama de su salto—. “Oh, Hjalmar, desde que te has ido mis días son grises. No puedo dejar de pensar en ti”.
Hjalmar soltó un gruñido. Seguía con sueño y no quería aguantar las burlas de su hermana.
—Hay mucha gente en An Skellig que me conoce —murmuró.
—Seguro que Birna te ha escrito para que vuelvas de visita. O, mejor, seguro que Svanrige quiere felicitarte por tu trabajo en la Senda de los guerreros.
—Seguro que Bran quiere nombrarme sucesor. —Intentó ser irónico pero su tono de voz sonó más bien a resignación.
—¿Ya no quieres ser rey, hermanito?
—No. Me conformo con que me dejes leer mi carta en paz.
—¿Te acabas de levantar?
Hjalmar no contestó. Se sentó en su silla de escritorio y examinó el sobre. Se dio cuenta de que nunca antes había visto un sello como ese. El águila del escudo de armas de Redania sostenía un tulipán en el pico. Debajo de la imagen se podía leer “VE”. Hjalmar soltó un gruñido al darse cuenta de que efectivamente la carta tenía que ser de Eve.
—¿Es de tu amada?
—No, hace años que no sé de Ciri.
Con eso, consiguió callar a su hermana y pudo centrarse al fin en la carta:
“Querido, Hjalmar:
No sé si es raro que te escriba cuando vivimos a tan solo unas horas en barco y esta carta tardará al menos dos días, pero a penas salgo de la fortaleza por las tareas que Birna me manda. Lo que quiero decirte no tiene demasiada urgencia, aunque me encantaría contar con tu ayuda lo antes posible. Se trata de un encargado del profesor Quitatrabas.
Verás, me ha pedido que examine una hierba de Skellige llamada Longruve y que podría tener propiedades para tratar la peste que asola el continente. El problema es que el tipo de Longruve que necesita tan solo crece en las islas así que es necesario que yo encuentre un par de muestras para examinarlas y luego, si fuera verdad la conclusión de sus investigaciones, recogiera algunas semillas para que el profesor pudiera plantarlas. Según tengo entendido, tan solo crece en las montañas. Necesito tu ayuda porque nadie conoce las islas como tú y me da miedo ir sola con Thormund y Knutt. Son buenas en su trabajo, pero me siento más segura a tu lado. Por supuesto, también quiero pedirle a Cerys que se una a nosotros, aunque supongo que sería demasiado arrebatarle a Cranch an Craite la presencia de sus dos hijos.
Tú piénsalo. Aguardaré una respuesta desde mi pequeño rincón de An Skellig.
Con cariño,
Úrsula von Everec”.
A Hjalmar se le pasó pronto su mal humor. Una aventura. Una excusa para salir de la fortaleza y explorar un poco. Justo la distracción que necesitaba para alejarse de su monotonía que la hacía pensar en ella. En la distancia, era muy fácil idealizar a alguien.