Tormentas de Skellige (the Witcher 3)

Capítulo 20

El viento susurrante. Un aullido de terror. Una espada que cortaba el aire y se hundía en un escudo. Una muchacha pelirroja que devolvía la estocada. Un hombre que moría.

Detrás de Cerys, Yennefer lanzaba hechizos con sus ojos violetas. Dos de los cinco bandidos que las rodeaban sintieron como la electricidad recorría cada poro de su piel. Sus gritos agonizantes hicieron que sus compañeros temblarán de miedo. Huyeron dejando tras de sí las huellas de la batalla.

—¿Todos bien? —gritó Cerys.

Knutt seguía expectante, mirando hacia todas las direcciones, mientras que Thormund se había relajado y había envainado la espada. Eve estaba recogiendo sus dagas del suelo. Hjalmar intentaba con todas sus fuerzas contra el impulso de perseguir a sus atacantes. Cerys podía ver la rabia en los ojos de su hermano.

Se acercó a él y le puso una mano en el hombro. Con un gesto de cabeza le indicó que siguiera al grupo en dirección contraria. Se dirigían hacia el cementerio de ballenas. Yennefer les había contado que detrás de la búsqueda del longruve se encontraba su verdadero objetivo; proteger a Eve. Por ello, Cerys había sugerido ir a ese lugar. Era inaccesible para cualquier persona que no conociera el terreno. Si encontraban algún buen lugar para acampar, las irregularidades del suelo y la diferencia de altura respecto a la playa les darían la ventaja necesaria para escapar.

El problema era que ellos no eran los únicos skelligers que conocían el terreno. También había bandidos expertos en asaltar viajeros y tenderles trampas. Eran grupos organizados que habían llevado a su padre por el camino de la amargura desde que Cerys tenía memoria. Eran el motivo por el que muchas veces Cranch había tenido que mandar a sus guardias que encerraran a Hjalmar en su habitación y no le permitieran salir de Kaer Trolde en una semana. Cerys no se creía capaz de controlar los impulsos de su hermano, aunque en las últimas semanas había mejorado bastante al respecto. El motivo era que por fin había encontrado algo en lo que pensar que no fuera convertirse en un héroe.

—¡Pero si casi los tenía!

—No mientras, Hjalmar. Estabas rodeado. He tenido que lanzarles una daga para salvarte la vida. Otra vez.

—¡Pero si ni siquiera les has dado!

—¡Pero los he asustado lo suficiente para que tú hirieras a uno en la pierna!

Cerys no podía evitar escuchar la conversación que su hermano tenía con Eve por detrás de ellos. Notaba a Yen un poco irritada con sus tonteos e incluso les fulminaba con la mirada. A Cerys no le parecía mal porque pensaba que Eve necesitaba distraerse un poco. Había acabado por aceptar que era probable que ese coqueteo con el tiempo fuera a algo más.

Hjalmar y Eve parecían ser conscientes de que su historia no dudaría mucho. Quizá tan solo un par de días si así la universidad de Oxenfurt lo decidiera. Cerys le había preguntado a Hjalmar esa misma mañana y este le había confesado que sabía que nunca recibiría de Eve ni un triste beso.

Sin embargo, Cerys se había dado cuenta de que algo había cambiado. Su hermano había dejado atrás el mal humor para tener esa semisonrisa perpetua en el rostro, como si estuviera pensando en algo que le hiciera feliz. Cuando Eve había bajado a desayunar, había dejado de lado la lucha por la comida de Cerys para saludarla y preguntarle qué tal había dormido. Durante la batalla ambos habían estado muy juntos, como si se protegieran. Cerys creía que pronto iba a pasar algo entre ellos dos. Solo deseaba que Hjalmar fuera solo la mitad de dramático que cuando Ciri se marchó.

—Los tenía hasta que han huido. Esos cobardes —dijo Hjalmar escupiendo las palabras.

—No te preocupes. Tu padre acabará con ellos.

—Yo acabaré con ellos. Cuando gobierne Skellige. —Eve soltó una carcajada.

—El rey Bran os va a enterrar a todos.

—Tendré que esconderte esa piedra tuya para que dejes de alargarte la vida.

A Yennefer se le terminó la paciencia y se giró para echarles la bronca como si fueran dos niños de la guardería. Thormund los defendió porque “para una cosa buena que tiene la vida no la podemos enjaular”. Esa afirmación le supuso una mirada de odio por parte de Yennefer, quien a pesar de todo consiguió su objetivo. Hjalmar se sintió tan avergonzado por las palabras de Thormund que empezó a caminar al lado de Cerys, sin ni siquiera mirar a Eve.

—¿Puedo preguntar al respecto? —susurró Cerys.

—No, no puedes.

Esa respuesta fue todo lo que necesitaba para empezar a pensar formas de meterse con su hermano por su relación con Eve. Era tan fácil incomodarle que Cerys incluso se sentía culpable cuando se burlaba de él. Sin embargo, Hjalmar era su hermano. Tenía derecho a tocar sus puntos débiles por diversión. 

Cuando llegaron a lo alto de la colina, el cementerio de ballenas se extendió ante ellos. La playa desierta era aterradora con su sonido de las olas al romper. A lo lejos, Cerys pudo ver la silueta de algunas sirenas revoloteando en torno a un cadáver de ballena. Tragó salivo al pensar que un paso en falso les haría convertirse en su nueva presa.

—Desde aquí podemos ver si nos atacan por abajo y si vienen por la llanura —dijo Yennefer.

—¿Y si vienen del bosque? —preguntó Cerys y Yennefer la miró con odio.




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