Tormentas de Skellige (the Witcher 3)

Capítulo 21

Capítulo 21

Cuando Eve recuperó la conciencia, sintió el cuerpo de Hjalmar contra el suyo. Las rocas seguían cayendo a unos metros de ellos, pero estaban a salvo. Todo había salido a la perfección. Las horas de estudio de Eve le habían salvado la vida una vez más.

Se apartó de Hjalmar y vio como una mano sobresalía de los escombros. El bandido intentó cerrar el puño. A mitad del movimiento murió, así que sus dedos se quedaron petrificados a punto de tocar la palma.

—Vamos.

Hjalmar la ayudó a levantarse y le dio impulso para alcanzar la salida de la cueva. Ella hizo lo mismo con él. No tenían ni idea de donde estaban. Decidieron que lo mejor era esperar a la noche para poder guiarse por las estrellas y reencontrarse con el resto.

El sol empezaba a ocultarse detrás de la montaña y no tardaría en oscurecer. Eve todavía tenía miedo en el cuerpo. Temía que los bandido volvieran a aparecer y esa vez, a campo abierto, no tendrían ninguna posibilidad de sobrevivir.

—Necesitamos algún lugar para resguardarnos.

—Allí hay una cabaña. —Hjalmar señaló una pequeña casita en la base de la montaña.

—Es demasiado peligroso. No sabremos si nos dejaran entrar si quiera.

—Lo harán porque soy hijo de Cranch an Craite. —Eve puso los ojos en blanco.

—Entonces igual también intentan matarnos.

—Las cosas en Skellige no funcionan con el continente.

—Pero y sí…

—¿Tienes alguna idea mejor? —Eve se calló por la sorpresa de la brusquedad con la que Hjalmar habló—. Bien. Si no, buscaremos otro lugar.

Comenzaron el descenso hacia la pequeña cabaña en el bosque. A Eve seguía sin parecerle buena idea pero no creía estar en posición de volver a criticar la decisión. Con todas las emociones de la aventura no había vuelto a pensar en el beso que había compartido la noche anterior. De hecho, ni siquiera se había dado cuenta de que estaban de nuevo a solas con toda esa tensión de por medio.

Eve sabía que se había dejado llevar demasiado, pero no sabía si se arrepentía de aquello. Su “necesito pensar” era en realidad “necesito distanciarme de esto para que con suerte se solucione solo”. Sabía que esa opción casi nunca funcionaba. 

¿Qué se suponía que tenía que hacer? Su vida corría peligro y en un momento de debilidad había tomado una decisión que iba a cambiar el rumbo de su estancia allí por corta que fuera hacer. No sabía qué pensar ni si aquello que había pasado era malo. Quizá daba igual lo que sucediera entre ellos. Eve se iba a marchar.

Siguiendo estos pensamientos, se dio cuenta de que realmente le importaba lo que pasara entre ellos. Hjalmar era una buen amigo que podía convertirse en algo más, aunque fuera solo durante el tiempo que Eve pasara en Skellige. Debían tener cuidado para que su candidatura al trono no se viera manchada por el romance con una extranjera. Respecto a todo lo demás, podían hacer lo que les diera gana. Además, Eve ya había perdido toda esperanza de encontrar a Albert.

Pensar era justo lo que no necesitaba en ese momento, porque entonces recordaba la mano inerte de aquel hombre. Era la primera vez que mataba a alguien. Que no lo dejaba inconsciente o acaba con una bestia, sino que mataba a un ser humano como ella. Aunque fuera por defensa propia, se sentía rara por dentro, como si hubiera cruzado una barrera de la que nunca había sido consciente.

Estaba tan centrada en su hilo de pensamientos que se olvidó de lo empinado que era el camino que recorrían. Hjalmar bajaba detrás de Eve, con cuidado y hacia atrás para no sobrecargar las rodillas. Ella apenas miraba la tierra que pisaba y desde luego no se dio cuenta de aquella piedra tan redonda que estaba a punto de pisar.

Eve cayó hacia atrás con un grito que alertó a Hjalmar. Su cuerpo se arrastró por la ladera hasta terminar en un pequeño riachuelo. Cuando su cabeza se hundió en el agua, pensó que iba a morir, pero en seguida se dio cuenta de que solo le cubría hasta las rodillas y consiguió sentarse en el suelo.

—¿Eve, estás bien? —preguntó Hjalmar preocupado.

—Sí. —Lo único que había salido herido era su dignidad. Hjalmar le tendió la mano y Eve se resignó a aceptar la ayuda.

—¿Te duele algo? ¿Te has hecho daño?

Eve señaló a la parte trasera de sus pantalones, que se había roto por completo, y un pequeño rasguño que sangraba. Cuando Hjalmar se dio cuenta de que no se había hecho nada importante empezó a reír. Ella cruzó los brazos.

—Me alegra que mis desgracias te diviertan.

—Tenías que haberlo visto. Te he avisado de que esa manera de bajar era poco estable, pero no me estabas prestando atención.

—Lo siento. Estaba pensando y… —Hjalmar se puso serio durante un instante—. La muerte de esos hombres.

De pronto, escucharon la voz de un hombre hablando en lengua antigua. Hjalmar dejó de prestar atención a Eve para centrar en la conversación mientras señalaba la cabaña, que estaba a tan solo unos trescientos metros. Eve solo puedo entender “te pareces mucho a tu padre”, “caminos peligrosos por la noche” y “sí, os podéis quedar”.




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