Hjalmar se despertó y lo primero que sintió fue la luz del amanecer frente a su cara. Lo siguiente que debió haber sentido era el cuerpo de Eve contra el suyo. Sin embargo, descubrió un hueco junto a él que había dejado las sábanas desordenadas. La vio junto a la chimenea, poniéndose las botas. De pronto, fue consciente de su desnudez y recordó todo lo que había sucedido la noche anterior.
Se dio cuenta de que aquello había sido real.
Miró a Eve con temor. ¿Se arrepentía de lo que había pasado entre ellos y por eso lo rehuía? ¿Tenía pensado dejarlo en aquella cabaña solo?
—Pensaba que tendría que despertarte —dijo ella divertida. Hjalmar no respondió. —Igual deberíamos ir a buscar a los demás.
Hjalmar aprovechó el momento en el que Eve se dio la vuelta para levantarse y ponerse los pantalones. Se abotonó la camisa todo lo rápido que pudo. Cuando se giró, se encontró con su mirada cargada de preocupación.
—¿Qué te pasa? —le preguntó. Pero Hjalmar tenía la sospecha de que ella pensaba que aquello había sido un error. Él era quien era y ella no pertenecía a aquel lugar.
—Tengo miedo.
—¿De mí? —Eve negó con la cabeza.
—De Birna. Escucha, Hjalmar. —Se acercó a él y juntó las manos con las suyas. —Necesito que si yo digo “espada sangrienta” vengas a buscarme a An Skellig esa misma noche.
—Vale. ¿Tendré que ir a rescatarte?
—No. Solo esperame en el bosque de al lado de la fortaleza.
Un ruido los alertó y Hjalmar se llevó la mano a su espada. Enseguida se relajó cuando oyó la voz de Tormund quejándose de lo dura que era la vida de mercenario “buscando a chiquillas que podrían matarme como si estuvieran indefensas”. Eve soltó una tenue carcajada.
—Creo que ya no hace falta buscarlos.
Eve se alejó de Hjalmar para ir hacia la puerta. Él tenía miedo. Miedo de lo que le pudiera pasar a ella y miedo de lo que podría pasar entre ellos, o mejor dicho, a lo que no podía volver a pasar entre ellos. Le cogió del brazo para acercarla a él.
—Espera. Necesito saber si te arrepientes de lo que pasó anoche.
Eve se lanzó a su cuello y lo besó. Demostró tener más iniciativa y más impulsividad que Hjalmar por primera vez. Él sabía que tenía mucho que aprender.
—¿Responde eso a tu pregunta?
—No.
Hjalmar le puso las manos en la cintura y volvió a besarla. Aquella vez con más intensidad. Quería tirarla al suelo y sentarla encima de ella. Quería repetir todo lo que había sentido esa noche. Pero era imposible.
Cerys lo estaba llamando un poco desesperada. Tenían que fingir que nada había ocurrido en esa cabaña. Con un poco de suerte, pronto podrían volver a ser solo Hjalmar y Eve.
***
Eve sabía que tarde o temprano llegaría el momento de despedirse de su nueva vida, pero nunca se había imaginado que llegaría tan pronto. Nada más poner un pie en Kaer Trolde, los guardias la alejaron de Hjalmar. Cranch an Craite quería hablar con ella en su despacho. Sin embargo, lo que no se imaginaba es que antes de eso se iba a encontrar con la mirada de odio de Birna. En cuanto entró en el salón principal, la cogió del brazo amenazante.
—Vas a volver conmigo a casa. —Eve miró a Cranch suplicante. Este se encogió de hombros.
—No puedo hacer nada. —Le tendió la carta, que sostenía en sus manos. Era de la Universidad de Oxenfurt.
Eve la leyó un par de veces, pero el mensaje era claro. Ella había ido a Skellige a servir al rey y con él deberá vivir hasta el fin del acuerdo. Era el peor de los escenarios posibles. Ni siquiera había una línea que le diera la posibilidad de volver a casa. Era propiedad de los Tuirseach en Skellige y en el Continente lo era de Oxenfurt. ¿Qué podía hacer ella?
Birna no tardó en reclamar sus derechos. Eve se sentía demasiado desbordaba por el miedo para poder reaccionar ni pensar con claridad. Su enemiga ni siquiera le dio los segundos que necesitaba para recomponerse y mirar sus opciones. Señaló la puerta y le ordenó a Eve que se marcharan en aquel preciso instante.
—¿Ni siquiera puedo despedirme?
Para escapar de aquella situación necesitaba un contacto con el exterior y sin duda tendría que ser la visita con Hjalmar. Tenía que darle ese mensaje para que tuviera alguna oportunidad de convertirse en una esclava de la mujer que la había amenazado de muerte.
—No. Ya te hemos esperado bastante.
—Yo les contaré a mis hijos lo que ha pasado —dijo Cranch impotente.
—Dile a Hjalmar que no limpie la sangre de la espada. Será un buen recuerdo de la batalla.
Ni Cranch ni Birna parecían entender a qué se refería. Incluso Cranch puso cara de preocupación al darse cuenta de que habían tenido que luchar en su pequeña excursión. Eve supo que había puesto en un aprieto a sus amigos y que tendrían que dar muchas explicaciones al jarl. Deseó que Cerys pudiera perdonarle y que Hjalmar entendiera el mensaje.
Necesitaba que Hjalmar entendiese el mensaje.
***