Shani revisó el correo como cada mañana. La emoción la invadió cuando vio la carta firmada por Úrsula von Everec. Llevaba mucho tiempo sin tener noticias de su amiga y ya estaba empezando a preocuparse por ella. Se sentó en el sillón de su habitación y encendió una vela para ver mejor el papel arrugado de la carta. Se dio cuenta de que la letra se hacía ininteligible conforme la carta avanzaba. Como si la hubiera escrito con prisa.
“A mi amiga aburrida e imaginativa Shani.
NO.
Es un absoluto no. No me voy a tirar a Hjalmar. Jamás de los jamases.
Creo que te alegrará saber que ya doy por perdido a Albert, pero Hjalmar es solo mi amigo. Además yo nunca hablé del brillo de su pelo solo dije que…
Bueno, da igual. Ese chico es la primera persona que me hizo sentir como en casa en Skellige y uno de los pocos amigos que tengo aquí. No quiero estropear nuestra amistad y él quiere ser rey y en Skellige tienen ciertos problemas con las extranjeras…
La última vez me interrumpieron mientras te escribía esta carta. Ahora necesito terminarla antes del anochecer, así que seré concisa. Sí, me lo he tirado. Sí, besa mejor de lo que pensaba. Y sí, tuve un orgasmo. Ahora vamos a lo realmente importante”.
Shani levantó los ojos de su carta donde un breve instante para sonreir. Se alegraba de que su amiga hubiera encontrado a alguien que la cuidara tan lejos y que por fin se pudiera olvidar del estúpido Albert.
“El problema es bastante grave, porque Birna, la mujer de la que te hablé, me ha encerrado en su fortaleza para que no vea a Hjalmar. No sé qué pretende con sus planes y si quiere que su hijo se haga con el trono. Me ha amenazado de muerte. Corro mucho peligro.
Crach an Craite envió una carta a la Universidad de Oxenfurt y su respuesta fue que yo tengo que permanecer en este infierno hasta que se termine el contrato. Por eso te necesito. Quiero que le enseñes esto a la profesora Ludovicka y le digas que debe rescindir ese contrato de inmediato. Si ella no puede hacer nada, te ruego que busques a mis hermanos en la guerra. Solo alguien como Olgried podrá sacarme de aquí.
Tu amiga,
Eve.
PD: le voy a pedir al pelirrojo sexy que envié esta carta. Si estás leyendo esto, Hjalmar, vete a la mierda”.
Shani se llevó las manos a la cabeza. La situación era bastante grave. Se sintió culpable por no escuchar las señales que Eve le había dado en sus cartas. Skellige no parecía un lugar tan seguro aunque no participase en la guerra.
Dejó el resto de cartas en el sillón y se puso el abrigo. Ya había caído la noche pero un asunto tan importante no podía esperar hasta la mañana siguiente. Tenía que hablar con la profesora Ludovicka como fuera.
***
Hjalmar estaba cansado de esperar a tener noticias de Eve. Ya hacía una semana desde que había mandado la carta y aún no tenía respuesta. Pasaba sus días sentado en frente de la ventana de su habitación. Esperando a la llegada del cartero, para descubrir que nada de lo que recibía tenía que ver con su amiga.
Su padre no le dejaba ir él mismo a por noticias de Oxenfurt ni a avisar. Hjalmar ya había planificado tres formas distintas de colarse en un barco, pero sabía que si lo pillaban su reputación sería dañada para siempre y no podría ser rey. Cranch había dado un mes hasta que la carta de Eve solucionara algo antes de mandar una él mismo con el sello de la familia. Hjalmar estaba demasiado ansioso para esperar tanto tiempo.
La puerta de su habitación se abrió de golpe. Por la forma en que los pasos de la intrusa rechinaban en el suelo Hjalmar supo que se trataba de su hermana. Por eso, no alargó la mano para coger su espada que descansaba a un metro de él.
—¿No sabes llamar a la puerta?
—Sí, ¿por qué? —Hjalmar gruñó. —Anímate, hermano. Todo se solucionará.
—¿Y si no lo hace? —Cerys se encogió de hombros.
—No creo que consigas nada quedándote encerrado en tu habitación.
Hjalmar no contestó. Sus músculos pedían movimiento. Había pasado demasiado tiempo sentado y las piernas se le habían entumecido.
—Vale.
—¿Vale? ¿Hjalmar an Craite dando la razón a su hermana? —Él se encogió de hombros.
—Quizá me vendría bien un entrenamiento.
Cerys asintió con los ojos brillantes. Hjalmar se levantó de su silla desganado y la siguió por las escaleras mientras cargaba con su espada. Todas las ganas de salir al exterior que había estado reprimiendo le llevaron a adelantar a Cerys para llegar al patio. Allí estiró las piernas antes de girarse en guardia hacia su hermana. Ella sonrió.
—Igual deberíamos usar algo demasiado cortante. No soy Birna, hermanito.
Hjalmar dejó en el suelo su espada y cogió una de madera. Estaba mojada por culpa del rocío de la mañana, pero les serviría para entrenar. Cerys lo imitó y dio tres pasos antes de girarse hacia él.
Empezó ella con una finta que engañó a Hjalmar por completo. Cerys lo alcanzó en el costado. El golpe hizo que se quedará sin respiración y tardó unos segundos en recomponerse. El dolor hizo que se volviera a sentir vivo. La adrenalina corrió por sus venas.