Búnker, 1002.
A las afueras de la trinidad.
05/2028
Los seis niños corrían divirtiéndose por toda la habitación. Ya que ellos eran tantos, estaban en una habitación junta, compartiendo todo. Pero los llamados de cada uno eran por separado. Manteniendo así el desarrollo individual y la compañía al socializar con personas de su edad.
— ¡Lu, eso no se vale! — gritó la pequeña niña de cabello tan blanco como la nieve.
Vee había nacido con aquel extraño genoma que hacían que el color de su cabello fuera nulo, haciéndola parecer una chica albina. Pero el color de sus pestañas y cejas gritaban que no lo era.
Lu tomó la muñeca de trapo de Vee y se la lanzó a Jack el cual la atrapó en el aire sin problema alguno. Llevaban alrededor de dos horas molestando a la más baja del grupo.
— Basta, —sentenció un niño de ojos azules y cabello negro— sabemos cómo se pone Vee cuando la hacen enojar.
Lu bufó— Aguafiestas.
— No porque seas la mayor te da el derecho a tratarnos así —Dijo firme.
Ron tomó la muñeca de las manos de Jack y se la entregó a Vee, la cual era mayor que él por algunos días, pero su cabello blanco y su baja estatura lograban que pareciese más joven.
— Gracias —susurró la niña.
— Por nada —y después de eso le mostró su sonrisa más sincera.
Vee se alejó del niño para seguir jugando con su amada muñeca de trapo, la cual había escogido su madre especialmente para ella. Cuando Vee tuvo consciencia de esto, convirtió aquella muñeca en lo más preciado de su vida.
Cada madre debía regalarle algo a su hijo, escoger alguna cosa durante el embarazo y los agentes del búnker se lo darían cuando el pequeño supiera cuidarlo muy bien.
Vee tenía a su pequeña muñeca llamada Diana, en honor a la que alguna vez fue princesa de Inglaterra. Lu, por su parte, poseía una pulsera con muchos dijes, los cuales representaban los lugares favoritos de su madre. Gi, siempre llevaba un broche de libélula. El cual podía colocarse tanto en el cabello cómo en la ropa.
Para las madres de los niños fue un poco más difícil el saber que regalarles: Bae, al igual que Lu, llevaba una pulsera, pero esta había sido tejida por las propias manos de su madre, usando los colores que probablemente le hubiesen gustado al pequeño niño. Jack tenía un anillo con las iniciales de su madre. "J. A."
Ron, por su parte llevaba un collar, era una pequeña triqueta plateada que siempre colgaba de su cuello. Aquel dije llevaba grabado la palabra "Rowling" al reverso de él.
Todos los niños cuidaban con su vida aquellos regalos dados por las mujeres que les dieron la vida, y el único recuerdo que podían aferrarse cuando se sintieran solos.
Elaine entró sin hacer mucho alboroto a la habitación de los niños. En cuanto la vieron todos tomaron la compostura y Ron se acercó a ella de inmediato.
— ¿Qué pasa? —preguntó con inocencia el niño.
— Hemos descubierto un nuevo poder de uno de ustedes. —todos prestaron atención en el momento— Y me mandaron a mí para darles la noticia. — Vee, —la pequeña dio un paso al frente, algo sonrojada. Elaine se recargó en sus rodillas y sonrió— lograste desarrollar una nueva habilidad.
Todos se sorprendieron, ya que, por su edad, la mayoría tenía solo un poder. Pero Vee había sido la primera en desarrollar la segunda. Lu, siendo "la hermana mayor" corrió a la pequeña y la abrazó muy fuerte, siendo seguida por Ron, Gi, Bae y Jack.
— Aún no sabemos cuál de todas las posibles es la que desarrollaste. —Comenzó la mujer, pero eso no podía quitar la felicidad en todos los niños— Tendremos que hacer muchas pruebas para descartar todas hasta llegar a la posible.
Vee, por en medio de los brazos de todos solo pudo sonreír.
Búnker, 1002.
A las afueras de la trinidad.
02/2056.
Actualidad
Ela
Siempre me ha gustado correr. Se volvió mi actividad física favorita después de la lucha cuerpo a cuerpo. Se libera adrenalina y no necesitas mucho más que un lugar grande y espacioso. Una cancha, una pista, un campo; un lugar cerrado, bajo tierra, lleno de pasillos que al correr suenan tus pasos chocando con el metal del suelo solo logrando que te asustes más.
Mi odio a correr iba en aumento. Pero esto no era correr, era huir. Huía de las personas que me habían dado un hogar, que me habían cuidado. ¿Y por qué? Porque ya estaba harta de sus maltratos, de sus abusos y de que yo solo fuera su juguetito con el cual podían divertirse de vez en cuando.
Pero yo no era el problema; eran mis amigos. Se atrevieron a tocar de la misma manera que conmigo a mis amigos, las pocas personas con las cual había hecho un vínculo verdadero, compañerismo, amistad...amor.
Editado: 17.12.2018