Aterrice en el pórtico de la mansión Black después de un largo y agotador día de trabajo, hace 10 días que no venía a ver a mis pequeños terremotos, ni a visitar a mi hermana y a su esposo, guarde mis armas y con un paño intente secar los restos de sangre que me quedaban, le había prometido a Connor y a Travis que en el momento en el que terminara de trabajar, iría inmediatamente a verlos.
Guarde el paño en mi pantalón y acomode mi mochila, alce mi mano para tocar la puerta, antes de que mi puño hiciera contacto con la puerta de la casa, esta fue abierta de par en par y dos pequeños cuerpos se lanzaron a abrazarme dejándome en el suelo.
-Amor de mi vida- gritaron el par de gemelos sobre mí, sonreí al ver como sus ojos se perlaban del característico arcoíris, ellos empezaron a besar repetidamente mi mejilla provocando que soltara pequeñas risas encantada por la situación.
Por la puerta llego mi mejor amiga, hermana y madre de los gemelos, Johanna; que al ver como sus hijos me llenaban de besos, risas y abrazos, sonrió con ternura; para todos fue una sorpresa que ellos fueran mis parejas destinadas, no era común que una persona tuviera a más de una pareja; según mi padre Gabriel tampoco era algo por lo que alarmarse, ya se habían presentado casos y mucho más particulares que el mío.
Para mí, más que una sorpresa fue un despertar, ellos me permitieron entender lo triste y vacía que era mi vida después de la muerte de Alec, su llegada a este mundo fue una nueva oportunidad para que mi alma volviera a la vida y me dieran ganas de vivir realmente.
-Travis, Connor- llamo Johanna- déjenla respirar- dijo ella tratando de apartar a los gemelos que refunfuñaron al ser separados de mis brazos, por la puerta de la casa salió Carter y me tendió la mano, ayudándome a levantar y a sacudirme el polvo que se había impregnado a mi ropa.
-Milagro de verte cariño- me dijo Carter abrazándome fuerte, escuchamos un suave carraspeo.
-Papá suéltala ya- dijo Connor mirando con fastidio a su padre- te estas tardando demasiado- le dijo nuevamente, solté una suave carcajada por su mal humor, Carter alzo las manos demostrando que ya no estaba abrazándome.
-Mira nada más el par de celosos que te cargas- dijo Carter molestándome- estos pequeños por poco y enloquecen si no aparecías pronto- me dijo riendo, yo sonreí arrodillándome frente a los niños que me miraban enojados.
- ¿Por qué tardaste tanto? - me pregunto Connor con el ceño fruncido- nos dijiste que serían pocos días- dijo él cruzando sus brazos.
- ¿Estabas con alguien más? - me pregunto Travis entrecerrando los ojos – tu sabes que no puedes querer a nadie más que a nosotros-dijo el pequeño, yo solté una risita por sus hermosas escenas de celos; claro ahora me parecían hermosas, en unos años provocarían serios problemas entre nosotros.
-No cariño no estaba con nadie más- le prometí- y me tardé porque había más trabajo del que tenía previsto- les dije y ellos me miraron mal- traje algunos regalos- les dije y sus ojitos se iluminaron- pero si están muy enojados puedo irme y regalárselos a otros niños- dije levantándome y dándome la vuelta.
-No tú no te vas con más niños- chillo Travis zapateando- tú y esos regalos son nuestros- grito el pequeño tomando mi mano y entrando a la casa seguido por su hermano.
-Vaya lío en el que estarás cuando ese par crezcan- dijo mi mejor amiga riendo a carcajadas- pobre de ti si no te cuidas de esos celos- me dijo y yo suspire aterrada, lo que más miedo me daba era que los gemelos Black crecieran y se dieran cuenta que no soy lo que en realidad ellos desean y me rechacen como su alma gemela.
Gracias a la vida yo había tomado la decisión de cambiar mi apellido y ahora era Marshall y no Parker, ya que de ser así los pequeños pensarían que soy su tía biológica, y sería bastante raro explicarles en un futuro que no soy su tía, si no su alma gemela y la mujer con la que se supone deberían pasar el resto de su vida.
No obstante, el miedo me acompañaba con cada año que pasaba y los gemelos crecían, ya tenían 9 años y entendían muchas de las situaciones que les rodeaba, me aterraba la idea de que no me amaran como yo los amo, porque independientemente de su edad, me enamoré de ellos desde el primer momento en que los vi, mi mundo se anclo al suyo desde el momento que esos dos revoltosos abrieron sus ojos aquella tarde y me miraron fijamente.
Me senté con ellos y les entregué los regalos que traía en mi mochila que más que todo eran recuerdos de todos los lugares que visitaba cuando iba de cacería, ellos chillaron emocionados al ver las fotos, juguetes y artefactos que les estaba entregando.
- ¿Qué tienes? - me pregunto mi hermana sentándose a mi lado- ¿estás bien? - me cuestiono preocupada- ¿te duele algo? ¿estas lastimada? - dijo tocando mi frente y revisándome con la mirada para verificar que no tuviera ninguna herida visible.
-No cariño, estoy perfecta- le dije para tranquilizarla- solo estoy un poco agotada- le dije tratando de convencerla.
-Anda nena dime ¿Qué te pasa? - me dijo apretando mi mano, alentándome para que le contara- estas muy distraída últimamente- dijo ella- y casi nunca estas de ese modo en presencia de los gemelos- me recordó- ¿Qué te pasa cariño?
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Editado: 25.01.2021