Tortuguitas de mar

Prólogo

El dia estaba en su máximo esplendor, me agradaba que estuviera en un clima soleado y la brisa del mar golpeando mi piel, se sentía maravilloso. Después de unas pocas semanas por fin podía liberar a las tortugas que rescate de la playa a la que había ido con... bueno, Lucas, mi ahora ex novio. Ese día estabamos bien hasta que vi que se fue a la habitación del hotel que habiamos reservado y cuando entré resultó que me estaba siendo infiel. Me había sentido una mierda al estar enamorada de él. Ese día regrese al mar para alejarme de todo y hasta que encontré un lugar tranquilo rompí a mares, pero encontré unos huevos de tortuga de mar. Observé el lugar y estaba muy contaminado, había botellas de vidrio, plástico y mucha basura por donde se encontraban los huevos. Decidí quedarmelos un rato hasta que fuera tiempo de liberarlos y ellos se volvieron mi fuerza para salir adelante.

Lucas me buscaba a cada rato para pedirme perdón y que era un simple malentendido. Era un cabrón. Pero hoy estaba mejor, no del todo, pero estaba decidida a enfocarme en ser la mejor versión de mi misma y empezaba por liberar a las tortuguitas para que vayan a su hogar. Suspiré y empecé a caminar y sentir la arena en mis pies, la playa, además de Disneyland, era mi lugar favorito y no dejaría que nadie lo arruine. El agua del mar estaba mejor que nunca y amaba esos detalles de la naturaleza, muchas veces no vemos lo que son realmente, pero cuando nos detemos a observar son lo mejor que tenemos. 

Me acerqué dejando que muy poco de las olas me llegaran a las puntas de los pies y supe que estaba en una distancia correcta para que fueran a su hogar.

—Es hora pequeñitas— dije mientras bajaba la pecera con agua donde se encontraban los animalitos. La abrí con cuidado y como si ellos respondieran, movian sus pequeñas aletitas para ver arriba. Las tomé con sumo cuidado y las coloqué en la arena a unos centimetros menos para que pudieran caminar hasta llegar al mar. Poco a poco varias caminaban y el mar se las llevaba, era hermoso ver como hacian esto por si solos, no siempre vemos tprtugas caminar hasta el mar.

Todo iba bien hasta que sentí un pequeño golpe en mi cabeza. Volteé para ver quien era y me quede asombrada. Una bebé de aproximadamente ocho meses me estaba observando fijamente mientras sostenía una botella de plástico, por lógica supe que con eso me golpeó. Tenía un traje de baño de una pieza para niñas y tenía una sirena estampada en el centro. La pequeña estaba de pie mientras sacudió la botella y con su mano libre señalaba una bolsa que tenia imagenes de botellas de plástico, pero que para su altura no era apto.

—¿Quieres dejar la botella ahí?— le dije a la pequeña y asintió —Ven, te ayudaré— observé a las tortuguitas que todas ya estaban en su camino al mar y con un brazo tomé la pecera y con el otro a la bebé. Cuando estuvimos cerca de la bolsa, deje la pecera abajo y tomé a la pequeña en mis brazos para que dejara la botella. Después la baje y seguí con la pequeña hasta la playa con la pecera, quería dejar esta última en mi auto, pero puede que haya gente y quieran malinterpretar la situación, así que mejor me quedé donde estabamos.

Noté que tenía una pulsera de oro atada a su muñeca con una plaquita.

Al parecer la niña tiene buena econcomía, pero malos padres. Decía mi conciencia. Pero decidí mejor fijarme en lo que decía, era su nombre, la pequeña se llamaba Ivanna.

—Lindo nombre tienes pequeñita— respondí y ella sonrió. Empezó a juntar arena intentando hacer castillos y la acompañé un rato jugando con ella, al menos en lo que aparecian los padres. Después de unos minutos caminó hasta el mar pero la sujeté a tiempo —Con cuidado chiquita.

Muy chiquita pero valiente. Tienes razón conciencia.

La tomé de su manita y empezamos a caminar por la orilla y en veces dejar que las olas nos llevaran. Todo estaba bien cuando escuché una voz masculina.

—¡Ivanna! ¡Soy papá!— la pequeña volteó y frente a nosotras apareció un hombre de cabello negro, barba de candado y buena musculatura.

¿Esta haciendo calor o es por ese magestuoso semental? Conciencia, cállate por favor.

—¡Papá!— habló la pequeña mientras me soltaba para correr a los brazos de su padre.

—¡Mi amor!— musitó el hombre mientras abrazaba a la pequeña —No vuelvas a hacer eso Ivanna, por favor.

El hombre me observó y fruncia el ceño.

—¿Que hacias con mi hija?— dijo tajante.

Vaya. Guapo pero grosero.

—Ella esta aquí— respondí —No estaba nadie con ella y la cuide mientras no estaban sus padres.

No dudé que fuera su padre porque se parecían muchisimo, como si fuera su versión mini pero en niña.

—¿Y tu? Deberías poner atención de donde esta tu hija.

—Perdón— dijo —Es muy traviesa y no supe cuando se escapó de mi vista.

—Deberías decirle a tu esposa que ponga más atención.

Su mirada se quedó desvancecida un momento y después suspiro.

—Mi mujer murió en el parto— respondió algo aflijido. Mierda. Lo había arruinado.

—Disculpa, no sabía que...

—Descuida— interrumpió —Aveces suelo trabajar mucho y me distraigo, necesito una niñera para cuidar a mi princesa— le dió un beso en la mejilla a su hija —No quiero que vuelva a pasar algo como esto, o peor.

De pronto la niña me hizo una señal que fuera yo la que la tomara en brazos, lo hice y su padre se quedó asombrado.

—¿Qué?

—Ella nunca deja que personas que no conozca la tomen en sus brazos. Eres la primera.

Abrí los ojos ¿Como una criaturita hermosa con esas mejillas regordetas no se dejaba con nadie, exceptuando a su padre?

La pequeña me dió un beso en mi mejilla y me regaló una sonrisa de pocos dientes.

—Parece que le agradas— respondió el hombre —Te propongo algo, sé la niñera de mi hija.

Me quedé helada. Me agradaba la pequeña, pero de ahí a ser su niñera era un paso grande.

—No lo sé— dije —Podría, pero, sería una gran responsabilidad.




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