Tortuguitas de mar

Capitulo 9. Todo va de mal en peor

Ana

Desperté mientras sentía una pequeña manita en mi mejilla, abrí mis ojos poco a poco acostumbrandome a la luz y observé a mi pequeña minion mientras me sonreía y me señalaba su estómago, haciendo alusión a que tenía hambre.

—¿Igual tienes hambre, pequeña?— se empezó a poner su manita en su boca y reí un poco —Esta bien. Vamos a almorzar.

Iba a ponerme de pie pero algo me lo impedía. Traté de girarme y cuando lo logré Alejandro tenía su nariz en la curva de mi cuello mientras me tenía sujeto de la cintura, parecía estar sumamente dormido mientras que Ivanna quería algo de comer.

Como pude traté de quitarlo y lo dejé abrazando la almohada mientras que yo me lleve a la niña de cabello oscuro a la cocina para prepararle algo. En este mes que llevo conociendola, he aprendido que come de todo, sin embargo, me puse a investigar sobre algunos alimentos que no se les puede dar a los pequeños de su edad para evitar algo. Cuando llegamos a la cocina la dejé en su silla especial y decidí prepararle una avena de bebés y dejarle unas galletas de vainilla para que ella las comiera sola. Sabía porque mucha gente les da ese tipo de galletas a los bebés porque ellos las suavizan en su boca.

Mientras estaba haciendo su avena, la palabra bebé sonaba demasiado en mi cabeza. Mi recuerdo de ayer en el baño llegó al igual que lo que Alejandro me había dicho. No sabía que sentía algo pero tampoco quiero parecer interesada, no soy así ni pienso serlo.

Pero él te dijo que le daba un padre al bebé, querida. No cualquiera hace eso. Farfullaba mi conciencia mientras yo me sentía en guerra con lo que había pasado en estos últimos dos días.

—Buenos días Ana— escuché la voz del padre de Alejandro mientras entraba en la cocina —Y buenos días a ti también princesa— le dió un beso en la frente a su nieta y luego giró la vista conmigo.

—Buenos días— respondí.

—¿Quieres algo para desayunar?— dijo el pelinegro.

—Descuida— respondí —No tengo hambre— mentí un poco. La verdad tenía pero no era demasiada como siempre, más bien ahora sentía  muchos miedos más que otra cosa.

Ahora estaba embarazada pero no quería decir algo sobre ello, lo veía muy pronto y además no tenía ni idea de que haría con mi vida. Mi sueño siempre fue ser madre y me quedaría con mi bebé, eso estaba claro; el caso era que no sabría que pasaría con nosotros en un futuro. Podría ser madre soltera pero con lo que me dijo Alejandro ni se yo en que hacer con mis sentimientos. También me gusta, pero soy más una mujer de hechos, bien dicen que si amas a una persona tienes que demostrarlo y no solo decirlo por decir.

Al menos lo admites, eso ya es un avance. Farfullaba mi conciencia mientras volvía a darle su avena a Ivanna.

La pequeña se comió en un dos por tres su desayuno y, mientras hablabamos el padre de Alejandro y yo, ella comía sus galletas de vainilla y le puse caricaturas en mi teléfono para que estuviera entretenida.

—Vuelvo a decirlo, Ana— habló Walter —Enserio, perdóname por haberte llevado hasta esa cafetería.

Sentí algo extraño en mi pecho. Desde hace 1 mes se había estado disculpando pero el no tenía porqué, aún así, me era de cierta forma amable que se preocupara por mí.

—Descuida Walter— respondí —Todo esta bien.

Él asintió mientras terminaba de hacer su omelette, pero cuando lo puso enfrente, sentí unas náuseas que no pude controlar y me dirigí al primer baño que encontré en el primer piso. Vomité sin más pero sentí que alguien me sujetaba mi cabello.

—Ana, ¿estas bien?— era la voz de Alejandro algo preocupado. Cuando terminé me calmé un poco y me dirigí al lavabo para lavar mi boca. Una vez me puse mejor giré y el pelinegro me observaba con sumo detenimiento.

—¿Que haces aquí?— pregunté un poco confundida.

—Había despertado hace un rato— respondió normal —Y cuando bajé te vi corriendo hacia el baño. ¿Estás segura que estas bien?— añadió mientras caminaba hacia mi y tomó mi mejilla con cuidado —¿Es el bebé?— susurró por si alguien estaba cerca —Si quieres puedo llevarte al hospital.

—Descuida— respondí —Creo que es algo normal, ya estaré mejor.

De pronto salimos del baño y nos dirigimos a la cocina donde estaban aún Ivanna y Walter. Este último me observó y me preguntó lo mismo que su hijo, le dije que todo estaba bien y asintió algo extrañado. No quería decir nada aún porque tenía muchas cosas que hacer incluyendo el apartamento de donde viven mis padres. Y como si fuera por arte de magia, mi teléfono anunció una llamada de mi padre. Respondí tranquila mientras los demás seguían con lo suyo, pero cuando escuché la voz de mi padre, me preocupé muchísimo.

—Ana, necesito que vayas al hospital— respondió algo agitado mientras escuchaba sirenas de ambulancias de fondo.

—Papá, cálmate— respondí —¿Que sucedió?

—Tu madre— dijo y me quedé en blanco mientras seguía escuchando la llamada —El señor Hunter nos quiso hechar a la fuerza, tu madre se negó y cuando estaban discutiendo, el señor Hunter la aventó por la escalera y...

Mi mente bloqueó cualquier sonido presente mientras intentaba procesar todo lo que había hecho el maldito que tiró a mi madre apropósito. Ese infeliz había cruzado un límite y lo pagaría caro.

El maldito pasará al infierno directamente. Estuve de acuerdo con mi conciencia.

No pensé en que pasó pero solo sentí el sabor salado de mis lágrimas y Alejandro tomaba el teléfono.

—¿Hola?— dijo al otro lado de la linea —Señor, ¿que sucedió?— hubo un momento de silencio mientras yo seguía llorando hasta que respondió mi jefe con un "vamos para allá", colgó el teléfono y me estrechó el hombro —Ana, tenemos que ir ahora.

Asentí sin mirarlo y su padre dijo que se quedaba a cargo de Ivanna mientras nosotros ibamos al hospital. Un guardía nos acompañó pero en el camino no paraba de preguntarme sobre la salud de mi madre. ¿Estaría mejor? ¿Porqué Hunter quiso correrlos así? Todo mi mundo estaba concentrado en la salud de mi progenitora y cuando menos lo esperé, habiamos llegado al hospital. Me dirigí inmediatamente con la señora que atendía la recepción para informarme de mi progenitora.




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