Totalmente I̶n̶visible

Resurgí

¡Ocho Años Después!

Dicen que el tiempo de Dios es perfecto. Que él nunca pondrá sobre nuestros hombros un peso que no podamos cargar. Que nunca pondrá en nuestro un obstáculo que no podríamos superar. Que él nunca nos dará una batalla que no podríamos librar. Que él siempre le da sus peores batallas a sus mejores guerreros, por lo cual cuando estás librando una batalla que creas que no puedes ganar, que no puedes superar, debes pensar que si Dios te dio esa batalla a ti, es porque él te considera uno de sus mejores guerreros ¡Sabias palabras! Mis batallas fueron duras, difíciles y pesadas, pero aprendí a pelear y salí victoria. Que me costó lograrlo, claro que me costó, pero cada vez que me caía me levantaba con mucha más Fuerza. Que hubieron momentos en que la ansiedad y el deseo de volver con mi familia, me ahogaban, claro que lo hubieron, no se imaginan cuantas veces llore deseando desesperadamente volver con ellos, pero saqué fuerza de flaqueza y logre superarlo. Que llore noches enteras de desesperación y tristeza, no se imaginan durante cuánto tiempo lo hice, pero siempre me levantaba con una sonrisa y me decía a mi misma «Hoy es un gran día» «Sonríe la vida es bella» «Alégrate aun estas con vida» «Agradece porque hoy es un día más de vida» «Vives, solo un día a la vez» esas y muchas otras más eran mis frases al iniciar cada día.

No les voy a decir que los primeros años no fueron difíciles, porque si los fueron, de hecho yo diría que fueron insoportables, pero mis ganas de resurgir y ser una mujer fuerte e independiente eran más fuerte que cualquier otra cosa... Ya han pasado ocho años desde que dejé mi esposo. Ocho años en los cuales los primeros años fueron muy dolorosos para mí, me di cuenta de que no solamente era codependiente de mi esposo, sino también de mi casa, de mi hogar, de mis lujos, de mis comodidades. Me costó darme cuenta de que mi codependencia no era solamente hacia mi esposo, sino también hacia muchas cosas más que muchas veces no nos damos cuenta por qué pensamos que porque nos hace feliz, nos hace bien. Y la verdad es que muchas cosas en esta vida te pueden hacer feliz, pero no te hacen bien. Esa euforia y felicidad momentánea que esas cosas te dan, pasan a un segundo plano cuando te das cuenta de que no te hace bien, que cuando la euforia y el deseo de comerte al mundo pasen, te darás cuenta de que estás estancada en un círculo vicioso del cual no puedes salir y que necesitarás mucha fuerza, valentía, deseo de superación y fuerza de voluntad para poder superar tu adicción.

Porque si, no solo las droga, los fármacos, el alcohol y muchas otras sustancias causan adicciones, también las personas y las cosas materiales la causan. Todos en esta vida, en algún punto de ella nos hemos vueltos adictos o codependientes de algo o alguien. Principalmente las madres. Cuando somos madres nos volvemos adictos y codependientes de nuestros hijos y cuando ellos crecen y se van esa codependencia pasa algo o alguien en particular ¿Por qué? Porque necesitamos seguir sintiéndonos útil, necesitada, porque cuando nuestros hijos nacen toda nuestra vida empieza a girar en torno a ellos, empezamos a girar alrededor de su eje y nos olvidamos de nosotras. Mi codependencia no inicio con mi esposo, inició con mis hijos y cuando ellos empezaron a ir a la escuela esa codependencia empezó a depender de mi esposo y mi casa. Toda mi vida giraba en torno a ellos y eso no estaba bien.

Y no digo que esté mal que nuestros hijos sean nuestra prioridad, porque así debe de ser, ellos deben de ser primero en todo, pero sin olvidarnos de nosotras. Antes que madres somos mujeres y no podemos dejar de lado quienes somos, debemos encontrar un balance para ser las mejores en nuestras dos mitades. Como madres nunca debemos poner a nadie, primero que a nuestros hijos, pero tampoco podemos dejar de lado quienes somos por ellos, porque cuando ellos se casen y formen su propia familia (que créanme que lo harán, esa es la ley de la vida) no nos quedará nada. Nos quedaríamos vacías y frustradas por dentro, entonces crearemos vínculos codependientes de la primera cosa o persona que nos haga feliz, aunque esa felicidad sea momentánea. Como dije, mi codependencia inicio el día que me convertí en madre y no digo que no es lo mejor que me ha pasado en la vida o que me arrepiento, porque no es así. Yo amo a mis hijos, ser madre es el mejor regalo que Dios y la vida me pudieron dar, lo mejor que me ha pasado en la vida de hecho. Pero si creo que debí haber hecho mejor las cosas, que debí haber podido manejar mejor la situación.

Créanme, esa lección la aprendí a golpes, tropiezos y caídas... Yo solía pensar que mi situación era única, que era una en un millón, pero resulta que todas y todas hemos sido totalmente invisible para algún ser querido y codependiente de algo en nuestra vida. Lo que pasa es que simplemente no nos damos cuenta por lo que ya les dije de la felicidad y euforia momentánea... El punto es que mi exesposo no tiene la culpa en su totalidad de lo que paso entre nosotros. Yo dejé que pasara y aporté también para que sucedieran así. Así que no puedo culparlo por todo al cien por ciento, ambos compartimos culpabilidad. Él por ser tan controlador y obsesivo y yo por dejarme controlar y ser parte de su obsesión. Pero aprendí la lección y gracias a Dios hoy puedo decir que soy una mujer nueva, que he renacido, resurgido. Gracias a Dios, a mi esfuerzo y a mi deseo de superación, hoy puedo decirles que soy otra, una mujer totalmente nueva e independiente. Me costó, pero lo logré...

Como ya mencione antes, los primeros años de separación fueron difíciles, pero gracias a la terapia puedo decir que estoy cien por ciento recuperada. Tengo una empresa de diseño de interiores que me hace feliz, es pequeña, pero me hace feliz. Tengo a mis dos hermosos hijos, los cuales ya se graduaron y también tienen su propia empresa familiar. Ellos son la verdadera razón de mi felicidad. Me hace muy feliz saberlos bien y felices. Nuestra obligación como sus padres es enseñarlos a volar y dejarlo que vuelen solos, siempre mirándolos desde abajo para estar ahí y poder apoyarlos cuando sus alas fallen. Darle las armas para que puedan usarlas y puedan defenderse de la vida, siempre dejando que ellos peleen sus propias batallas, pero cuidándolos de cerca para protegerlos y cuidar sus heridas cuando su batalla sea muy ardua y pesada. Nuestra meta, como padres, es enseñarle que la vida es duda, que deben defenderse por si solos, porque no le seremos eternos. Gracias a la terapia comprendí que algunas de las lecciones que le estaba enseñando a mis hijos no era la correcta. Les estaba enseñando a ser sumisos, dejados, a perder sus ideales, pero sobre todo a perderse a ellos mismos por encontrar a otros. Les estaba enseñando (sobre todo a, Vicky) a dejar que sus parejas la dominen y gobiernen hasta su forma de vestir. Eso no es lo que yo quiero para mis hijos, por eso los invité a acompañarme a algunas de mis terapias, que realmente nos hicieron bien a los tres. Yo soy feliz, viéndolos a ellos ser felices...




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