Tourner Dans Le Vide

V

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El tallador
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Su sonrisa es brillante, su manera de ver el mundo es fascinante, en sus ojos logro ver qué no es como su padre, puedo ver algo que no veo en los ojos de nadie más, y me hace sentir en paz. Al verla, mi cuerpo se relaja, mi mente solo piensa en ella y mi estómago se agita, ¿Será esto amor? ¿O solo una atracción?

Acepté este trabajo sin saber que ella era la princesa, desde que la ví supe que era ella, su larga cabellera y su brillo espontáneo.

Ella no me reconoció, pero sé que lo hará, en algún momento lo hará, se dará cuenta de quién soy.

Entro al palacio cansado, es temprano, pero aún tengo tiempo de terminar la obra.

- su majestad- dije al entrar a la sala del rey y hacer una reverencia- debo ir a visitar a mi madre y llevarle medicina, usted sabe que ella está muy enferma.

- ¿ya terminaste la escultura?- pregunto con tono desinteresado mientras leía un libro.

- no señor, pero ya no me falta mucho- aclaré- será hoy nada más, trabajaré toda la noche y le prometo que mañana a primera hora estará lista.

Me miró con el ceño fruncido y cerró el libro, pensó un momento y luego siguió leyendo.

- puedes irte- dijo sin mirarme- pero a primera hora quiero la escultura lista y a medio día ya debe estar completamente lista.

- si señor, muchas gracias- agradecí y me apresuré para darme una ducha y salir al pueblo.

Salí del palacio vestido con una camisa blanca y un pantalón de ceda negro, antes de subirme al carruaje que me llevaría al pueblo voltee a la ventana de la habitación de la princesa. Ahí estaba, mirándome fijamente con una sonrisa distraída. Nuestros ojos conectaron por unos segundos, mi estómago se agitó un poco y la piel se me puso de gallina.

- señor ¿Qué espera para subir?- me preguntó el paje- ¿A quién mira?

Parpadeé dos veces y ella ya no estaba ahí. Podría jurar que la ví, podría jurar que la sentí, pude ver más allá de su figura de princesa. Siempre lo hago, por eso sé que ella no es como la demás gente de la realeza.

Me subí y unos segundos después sentí el movimiento del carruaje.

Todo estaba en silencio, no escuchaba las ruedas, ni el galope de los caballos, y de pronto ella estaba sentada frente a mi.

Tenía puesto un vestido rojo de terciopelo y un saco blanco.

Se me acercó lentamente sin decirme nada, quedé paralizado, me sudaban las manos. De pronto sus labios conectaron con los míos, eran suaves, con un sabor que nunca había probado, era su labial quizá. Nuestros labios bailaban en una perfecta sinfonía.

- llegamos señor- una voz masculina me sacó de mis pensamientos.

- gracias- agradecí y bajé del carruaje.

«¿Qué acaba de pasar ahí dentro?»

Giré la cabeza de un lado a otro para obligarme a reaccionar.

Compré unos croissants y la medicina de mi madre.

- ¡hey!- escuché a mis espaldas- creí que habías regresado a Italia.

- hola Elena- dije después de un suspiro.

- no te ves feliz de verme- afirmó.

- ¿Por qué lo estaría?- pregunta retorica- no veo razón para alegrarme por verte.

- ¡ay que amargado!

- ya me tengo que ir

- pero...

- adiós Elena- la interrumpí y me fui a paso apresurado.

Al llegar a casa dejé todo en la mesa de la sala y subí rápido a ver a mi madre.

- ¿Quién es?- preguntó ella cuando entré a su habitación.

- soy yo, madre.

- ¡oh! Mi amor- exclamó- creí que no vendrías.

Se levantó lentamente de la cama y me abrazó.

- no podía dejarte sin tu medicina- respondí abrazándola.

- no te hubieses molestado, estoy bien- explicó.

La ayudé a bajar para sentarnos en la sala.

Le di su medicamento y me senté a su lado. De pronto todo estaba en blanco, y de nuevo ella estaba ahí, pero ahora estaba en el laberinto, ella bailaba feliz, parecía no tener preocupación, era libre, bailaba libremente.

- ¿Qué piensas hijo?- preguntó mi madre sacándome de mis pensamientos- esa sonrisa no es normal en ti, ¿tienes algún amor por ahí?

- la verdad madre- inicié- es que si, pero no podemos estar juntos, somos de distintos rangos sociales.

- mi vida, eso no importa- colocó su mano sobre mi rodilla- el amor es difícil, pero siempre y cuando exista, todo es posible.

Sonreí y le di un pequeño beso en la frente.

- ya estoy muy vieja- continuó- quiero irme de este mundo sabiendo que mi único hijo encontró al amor de su vida.

- no digas eso madre- regañé- estarás bien, solo tienes sesenta y ocho años, aún tienes vida por delante.

Suspiró y me vió directamente a los ojos- el doctor vino ayer hijo... no me queda mucho tiempo, mi enfermedad empeoró y solo me queda esperar la muerte. Pero no tengo miedo, la espero con ansias.

- ¡madre!- exclamé.

Mi corazón se quebró un poco, me dolía, y poco a poco se me escapaban las lágrimas. La impotencia me recorría por no poder hacer nada en contra de esa enfermedad.

- prométeme que encontrarás a una linda chica, que te ame, y que tú la ames- ordenó- prométemelo hijo por favor.

La abracé con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta- si madre, te lo prometo.

- te amo hijo- dijo acariciándome el cabello.

fin du chapitre cinq



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En el texto hay: romance, drama

Editado: 18.06.2025

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