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Elisabeth
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La vida no es justa, es cruel y despiadada, pero aún así tiene su belleza.
Ya pasaron tres días desde la muerte de la madre de Carlos, fue incinerada.
En unos días será mi cumpleaños y la verdad no me emociona del todo, se hará una celebración grande, con invitados de todo el mundo, lamentablemente son invitados de mi padre, no son mis invitados, a pesar de ser mi celebración. Solo tengo una amiga, Anastasia, es mi mejor amiga. Es la princesa de Rusia, siempre viene a visitarme y obviamente está vez no faltará.
Bajé a desayunar y solo estaba mi madre.
- buenos días madre- saludé al entrar.
Ella no respondió y siguió comiendo, me sorprendió su actitud; era muy raro en ella.
- ¿dónde está mi hermana y padre?- pregunté acomodando mi silla.
- tu padre se fue a un reino vecino, y tú hermana se fué con él- su respuesta fue precisa y cortante.
No dije nada al respecto, simplemente comí lentamente.
- ¿puedo preguntar donde estabas hace tres días?- rompió el hielo.
Su pregunta hizo que me ahogara con un pequeño trozo de carne.
- en el palacio madre, ¿dónde más podría estar?- sabía a lo que ella se refería, mi piel se erizó.
- es lo que me gustaría saber, y también, ¿Por qué mi hija estaba a las once de la noche con el tallador?- finalmente dijo lo que me temía.
¿Me vió? ¿Alguien le dijo? Era tarde, no había nadie fuera, solo éramos él y yo.
- ¿Me respondes ya?- me sacó de mis pensamientos.
- no es lo que piensas madre.
- ¿Y qué es lo que pienso?
- yo estaba en el laberinto y me lo encontré, simplemente le estaba diciendo que no tenía permiso de estar ahí- respondí nerviosa.
- Sabes que odio que me mientas- recordó- ¡¿Por qué me mientes?!- alzó la voz- ¡Los ví besandose elizabeth!
Me comenzó a faltar el aire, mi corazón latía muy rápido y fuerte, quedé paralizada sin responder.
- ¡¿No me vas a responder?!- se levantó de la silla- ¿Qué hacías besándote con ese hombre?
- porque lo amo madre- salió de mi boca.
- ¿desde hace cuánto está pasando esto?- dijo luego de un suspiro.
- desde hace un par de semanas- confesé.
- Eli, yo te dije que te ayudaría a ir a Rusia a estudiar ballet, pero si tú padre se entera de esto no podrás salir de este palacio en lo que te queda de vida- informó.
- lo sé madre, pero nadie se va a enterar- hice una pausa corta- bueno, ya te enteraste.
- no te quiero volver a ver con ese muchacho- me interrumpió- terminas lo que tengas con él ya mismo, si no, te quedarás aquí y no irás a Rusia; tú decides.
Se fue muy molesta dejándome ahí sentada sola, las lágrimas comenzaron a salir, mi pecho dolía y mi estómago se estremeció.
La impotencia me consumía, y la desesperación se apoderó de mi.
¡Joder! ¿Cómo pude no darme cuenta? ¿Cómo pudo entrar al laberinto y llegar hasta el centro sin hacer ningún tipo de ruido?
Mi madre siempre había sido muy comprensiva conmigo, pero esto, no creo que esto sea muy comprensivo. Yo lo amo, a pesar de que solo llevamos unas semanas hablando, siento que lo conozco desde hace mucho. No dejaré que mi madre ni mi padre me separen de él.
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Carlos
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Mi trabajo estaba terminado, podía estar fuera del palacio las veces que sea, y podía regresar a dormir o no, ya no tenía restricción alguna.
La brisa rosa mi rostro con suavidad, es el beso de la vida, un beso que hoy recibo con tristeza, hace tres días murió mi madre, ella siempre deseó que cuando muriera, sus cenizas fueran arrojadas al mar.
Aquí estoy, tratando de cumplir su deseo, pero se me hace difícil, no quiero hacerlo, no quiero dejarla ir.
El sonido de las olas del mar chocando contra las rocas me acaricia el oído, me daba paz escucharlo. Siempre he amado el océano, al igual que mi madre. Una lágrima solitaria se pasea por mi mejilla.
- no puedo hacerlo madre- dije en un susurro.
- debes hacerlo- una voz femenina se escuchó de repente- después de todo era su deseo.
Reconocí la voz al instante.
- ¿Qué sabrás tú de deseos?- respondí
- pues tuve muchos en la juventud, y ahora se cumplieron, ¿Qué me dices de los tuyos?- se me acercó quedando a mi lado- hermano.
- yo seguiré el legado de la familia- alardee.
- siempre fuiste la marioneta de papá- acusó- yo por otro lado, soy igual que mamá, un alma libre que solo busca la libertad.
- ¿Qué viniste a hacer Emilie?
- quise venir a ver a mamá una última vez- respondió.
- eres una cínica- hablé con rencor- nunca viniste a visitar a mamá cuando estaba viva, luego de que te fuiste nunca volvimos a saber de ti, tu solo vienes por el dinero que dejó.
- tengo derecho de ese dinero, soy su hija y merezco parte de la casa- insinuó- ya que la vendiste, merezco parte del dinero.
- nunca la ayudaste, nunca la visitaste, nunca viniste a verla cuando te dije que estaba enferma- le recordé con impotencia- ¡¿Por qué piensas que tienes derecho de venir a exigir un dinero que no te corresponde?! ¡Yo compré esa casa con mi dinero! ¡Esa casa era mía, ese dinero es mío y no recibirás ni un solo euro!
- soy tu hermana, y soy su hija. Y te recuerdo que soy la mayor.
- no necesitas ese dinero- reproché.
- estamos en banca rota- informó- pronto no tendremos nada.
Tiré las cenizas de mamá al océano, ví como se disolvían en el agua. Me acerqué a ella, lentamente y, al oído le susurré- me parece que es tu problema.
- no puedes hacerme esto- me detuvo del brazo cuando intenté irme.
Me solté bruscamente de su agarre.
- vete, no te daré nada.
- soy tu hermana.
- mi hermana se fue hace muchos años con un hombre español y jamás volvió- respondí y me fuí.
Esas palabras que dije me cortaron el alma, yo amaba y siempre amaré a mi hermana, pero el amor que le tengo a mi madre es mayor, y Emilie nos dejó hace mucho tiempo para irse sin despedirse.