La cuchilla se introduce en el abdomen de Carlos con mucha fuerza, puedo ver una lágrima solitaria salir, en sus ojos veo agonía, tristeza, dolor y sufrimiento, su expresión se desvanece poco a poco y luego me mira fijamente.
— ¿Por qué lo hiciste?
— ¡NO!— desperté sudada y exaltada.
Fue un sueño muy real, encarnado en mi, como si hubiese sido yo la que le hizo eso. Y luego estaba ella, la chica que se cortó la garganta. Ver la escena hizo que mi cabeza doliera y me incomodó ver cómo se desvanecía en el suelo. ¿Dónde estaba él? ¿Está bien?
Mi corazón se aceleró cuando por mi mente pasó el peor pensamiento de mi vida.
«¿Está muerto?»
No podía permitirme pensar o creer eso, está bien, él... Está bien.
— al fin despiertas— mi madre entró a la habitación— creímos que ya no lo harías.
— ¿Dónde está él?— pregunté con recelo
— ¡Oh!— exclamó— lamentablemente está bien, ahora mismo está en casa de su hermana en España— sonrió maliciosamente.
— no es cierto— respondí.
Me niego a creer que está en España, no puedo creerlo.
— si lo es, y espero que te prepares para ver a tu futuro esposo— ordenó.
Me sentí desilusionada, ¿Qué quería decir con eso? Por un momento me olvidé de Carlos.
— ¿Qué quieres decir?— pregunté con un poco de miedo, ya me imaginaba a lo que se refería.
— ¿crees que con lo que pasó te irás a Rusia?— en su tono sentía decepción— te dije que debías convencer a tu padre, pero ahora con esto, jamás saldrás de este palacio.
Esas palabras fueron incrustadas como dagas en mi pecho, haciéndome una herida muy profunda, tenía miedo de sacarlas y que por los agujeros saliera todo el deseo, el sueño y la esperanza. Mi sueño acababa de ser aplastado por nadie más que mi propia familia, aquí termina todo. No pude contener las lágrimas, cayeron una por una.
— tranquila— mi madre se acercó a mi.
— ¡No me toques!— la aparté de mala gana.
No podía creer que no iba a poder cumplir mis sueños, y me negaba a aceptar que Carlos se haya ido, todo está pasando al mismo tiempo y no puedo con tantas cosas a la vez.
Mi madre se fue a regañadientes y cerró la puerta de la habitación con mucha fuerza, me tapé completamente con la sabana y sollozaba suavemente, lloraba por desilusión, por desesperación y por culpa. Era mi culpa que se lo llevaran, que esté así y que estuviera a punto de morir. Pero si el va a morir, entonces yo no me quedaré atrás, no tengo nada sin el ballet, y lo perdí todo si no está él.
Me levanté al baño y lo observé antes de entrar. El espejo roto ya no está ahí, la sangre había sido limpiada, había un nuevo espejo en la pared. Desde ese día no había venido a este baño, usaba el del pasillo, no quería ver la escena que yo misma había creado.
Luego de arreglarme bajé al comedor con miedo, de ver a mi padre, de lo que me vaya a decir, tenía miedo a todo.
— ¡ya estás despierta!— la abuela Berta salió del pasillo y sonrió al verme— creímos que no ibas a despertar.
Se me acercó y me abrazó en sollozos, ¿Cuánto tiempo estuve dormida?
— abuela Berta— susurré— ¿es cierto que se llevaron al tallador a España?
Ella asintió lentamente, se me acercó al oído y me susurró.
— pero creo que no será mucho tiempo— miró que no viniera nadie— estuviste dormida cinco días, en ese tiempo se lo llevaron, pero la hermana no estaba muy feliz de llevárselo, dijo que no lo tendría mucho tiempo.
¡¿Cinco días?!
— ¿y qué pasó con la chica?— sabía que no me gustaría la respuesta.
— tu padre la mandó a quemar y las cenizas fueron entregadas a su familia— mientras hablaba veía a todos lados— les dijeron que había tenido un accidente después de la ceremonia. El rey mandó a cerrar el laberinto, nadie puede entrar, ni siquiera usted señorita.
Frunci el ceño y corrí por la parte de atrás del palacio para que nadie me viera salir, crucé el jardín de Ceresos, flores amarillas y llegué al laberinto, efectivamente estaba cerrado, habían levantado una puerta de hierro, nadie podía entrar.
— ¡No!— grité con la mano en la puerta— ¡Esto no puede estar pasando!
Golpeé suavemente la puerta, y con cada golpe iba aumentando la fuerza mientras repetía la misma frase, me dejé caer al suelo mientras lloraba sin control, este era mi mundo, mi lugar seguro, el jardín donde mis sueños florecían, el lugar donde nada parecía ser malo ni prohibido, podía sentir la mirada penetrante del rey a mis espaldas. Me di la vuelta y ahí estaba, mirándome desde el balcón, tenía una expresión seria, pero podía ver su alegría por verme así, sentía su sangre hervir, estaba pagando su furia con esto.
Aplastando, cerrando y cortando mis sueños, manteniendome prisionera como un ave que cazas a las seis de la mañana y la metes en una jaula.
Yo estaba encerrada en esa jaula, en una muy grande y muy bonita por fuera, pero fría, melancólica y despiadada por dentro, una jaula de oro de la cual era imposible escapar.
~•~
Carlos
~•~
Estar lejos de ella me hace sentir vacío, solo y triste. No puedo creer que me hayan alejado de ella, ¡Elena! Me las vas a pagar. No puedo pasar un minuto más aquí, debo regresar a París, este lugar es horrible si ella no está.
— ¿Dónde estamos?— pregunté al verla con un tono brusco
— estamos en Francia— respondió con una sonrisa maliciosa— al sur para ser un poco más específica.
— quiero regresar a París— informé.
— y lo harás, pero por ahora estarás aquí un tiempo— aclaró— debes quedarte aquí, el rey piensa que estás en España conmigo, me ordenó que no te dejara salir de ahí, pero no pude sacarte de aquí.
A pesar de estar hablando con ella, se sentía como si no fuera ella, era más dulce, más linda y más atenta...
— ¿Cilia?— pregunté.
Ella me miró con felicidad, su sonrisa se agrandó. Se acercó a mi y me abrazó fuerte, su calidez era igual a la de mamá, me hacía sentir seguro y en casa.